Realismo trágico (en dos minutos)
¡Abajo Colón, arriba Chevron!
Sin saber aún que la Cámara Federal le concedería la exención de prisión, y mientras dormía su última noche en una cama clandestina, Ricardo Jaime soñó que otra vez estaba en aquellos años 80, en el hotel casino de Caleta Olivia, vaso de whisky en una mano, puñado de fichas en la otra, junto al amigo de la política y croupier de la ruleta de su vida: Néstor.
El "pleno" tardaría más de 15 años en salir. Hasta que salió: de 2003 a 2009, el único medio de transporte que se modernizó en Argentina fue el carro portavalijas del botones del hotel. Hay que ver la velocidad y la puntualidad con las que Jaime llevaba los bolsos "arriba".
Propina generosa le permitió adquirir: un departamento en Libertador y Cerrito, otro en Puerto Madero, otro en Florianópolis, una casa en San Isidro, una en un country en Córdoba, otra en Santa Cruz, tres autos, una moto y un yate. "¿Cuánto pongo en mi declaración jurada?", le preguntó Jaime a su contador en 2009. Le respondieron: "La cantidad a declarar deberá ser inversamente proporcional a lo impune que el declarante se sienta". Ese año, el ex secretario de Transporte declaró tener 100.000 pesos.
Dicen que Cristina nunca lo toleró, entre otras cosas por su estilo ostentoso. Hasta antes de que lo desenganchen del tren -fue en 2009, cuando Néstor perdió las elecciones- usaba trajes caros, calzado de marca, cama solar y joyas de oro. A su despacho solía hacer ir a su peluquero y a su lustrador de zapatos. Como secretario, hubo un solo medio de transporte que no controló: la máquina del tiempo. Con gusto se hubiera hecho llevar a su lugar en el mundo: los 90.
Se acercan las elecciones y Jaime quizá sea usado de ejemplo para mostrar que el sistema inmunológico del Gobierno funciona y que los glóbulos blancos del kirchnerismo eliminan al que se transforma en un agente infeccioso.
¿Qué representaría Jaime preso? La concesión máxima que podría hacerles el Gobierno a los honestistas, para saciarles el apetito de un Boudou o un Lázaro, los verdaderos platos del día.
Lo curioso es que hoy el Gobierno hable de Jaime como habla de Repsol: como si fueran ajenos, actores de una obra montada por algún otro allá lejos. ¿Quién permitió operar tantos años a los "boqueteros" de Repsol? ¿Quién avaló "el robo del siglo"?
El ex secretario de Energía Daniel Montamat dice que, entre 2003 y 2012, "la Argentina se descapitalizó 180.000 millones de dólares en materia de gas y petróleo". Suponga el lector de rasgos paranoides que Montamat, quien fue director de YPF entre 1987 y 1989 y secretario de Energía en 1999, fue secuestrado por Magnetto, quien le implantó un chip y lo dirige, y por eso exagera.
Si en vez de 180.000 millones de dólares la "década ganada" nos hubiera descapitalizado en 90.000, ¿fue una buena política energética? Con la misma disposición muscular facial inmutable con la que el Gobierno agitaba hace un año la bandera de la soberanía energética, hoy levanta la banderita blanca: la asociación con la petrolera americana es una rendición disfrazada: la ex Standard Oil gozará de buena parte de las prebendas por las cuales echaron a Repsol.
Abal Medina en 2012: "Con YPF en manos privadas el país empeñaba el presente, el futuro y destruía el pasado". Kicillof en 2013: "No hay una gran empresa estatal de petróleo en el mundo que no esté asociada a capitales extranjeros".
La grúa del Gobierno trabaja rápido y sin complejos: abajo la estatua de Colón, arriba la de Chevron.
Desde Chaco dijo la Presidenta: "Es contradictorio, nos decían que no traíamos inversión extranjera, que no despertábamos confianza. ¡Todas son críticas! ¡Parecen la gata Flora!"
Mientras se ponía el cuello ortopédico, dolorida por los volantazos ideológicos, Flora maulló bajito: "Lo que hace 60 años era «ni yanquis ni marxistas, peronistas», hoy es «ni chavistas ni privatistas, carteristas»..