Hugo, ¿qué pasó?


Toda esta introducción busca tratar de que entendamos (todos, él y nosotros) como fue que de un país “blindado”, término que hace las delicias de la Presidenta, capaz de darles lecciones de economía a Paul Krugman (otro premio Nobel malgastado) hemos pasado a que nos borren del mapa (y que de paso te llamen una vez por semana a ver cuándo “garpás”). Y que Huguito, de futuro visir de las Mil y una Noches, se pase a desempeñarse en el jefe de las hordas pordioseras tan frecuentes en la Argentina.
Y así fue como la Argentina se convirtió de nación de primera (así la había bautizado Cristina Fantasy) en un país de ruandeses pobres, pero con mucho Repsol. Eran los primeros (o segundos) pasos de un modelo mezcla de Carlos con Groucho Marx. Hugo no fue ni será un universitario, pero de idiota no tiene nada y si no, basta con mantener un diálogo con sus camioneros. Supo enseguida que por este camino, el de la economía de trueque, el de no pagar ninguna deuda y no permitir el menor consejo. Peor aún, el desafío constante a los “monopolios (casi todos propiedad de nuestra power couple local, hoy reducida a power solamente) no llevarían a ningún lado.
Moyano se dio cuenta enseguida que mientras Fantasy se dedicaba a remover el pasado, llorar por los gendarmes y maltratar a ancianos semiinválidos de los que hubiera huido descaradamente cuando éstos eran más jóvenes, al país se lo comía la inflación. Por sólo nombrar algunos de sus males.
No importa cómo salió el acto, es cierto que no fueron 100 mil, pero por primera vez se juntaron, hicieron las paces, los sindicatos y los habitantes de los centros urbanos. Eso al menos habría que agradecérselo a Cristina.
A una Cristina que Moyano puso en evidencia. Cada vez más sola y más desapacible y exaltada. Arañó la paz y una vez más se le escapa de las manos. Moyano le acaba de pasar por encima, no importa si con poca o mucha gente y, por si fuera poco, recordándole sus antiguas trapisondas. La militancia por ejemplo, la mili … ¿qué?
Moyano en cambio no tiene la astucia de Lula, no confiesa sus propias trapisondas de aquellos años, pero no juega el héroe que nunca se equivocó. De alguna manera todo aquello quedó plasmado el miércoles en el acto del camionero. Lo demás bien, gente ordenada, ningún desmán. Mucha mugre, eso sí, por favor para la próxima, es de desear que la hay, todos con una escoba.
*Periodista.