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sábado, 5 de noviembre de 2016

La gloria o Devoto, por Jorge Lanata

La gloria o Devoto

por Jorge Lanata





Los K han empezado a recorrer los tribunales con un discurso homogéneo, más político que judicial: piden nulidades y, frente al juez, tiran tres monedas en la fuente: piden sus deseos.
“Habría que auditar toda la obra pública”. “Citen a Calcaterra”. “Y el soterramiento, eh?” En lugar de hacer descargos expresan sus deseos sobre casos que suponen similares.
Si bien es insólito, no es nuevo: durante sus años en el poder, frente a las denuncias, hacían lo mismo.
En lugar de responder o defenderse acusaban al denunciante o se justificaban con un vago “acá todos chorearon”.
Pero, aunque esto fuera cierto: ¿desde cuando el delito ajeno sirve para eliminar el propio?
La declaración de Cristina es, en verdad, hilarante: por poco dice que a Lázaro sólo se lo cruzó en una esquina, sugiere que “hubo más irregularidades” (¿Y por qué no empezamos hablando de esta?) que, en todo caso, también se habrían llevado a cabo bajo su administración o la de su esposo.
La especulación del gobierno de mantener vivo al monstruo para dividir al peronismo provocó, hasta ahora, efectos contrarios: volvió a poner a Cristina en un rol político activo y aleja para siempre cualquier posibilidad de “arrepentidos” que confiesen la trama.
El microclima político especula sobre candidaturas: ¿si se presenta en Provincia qué pasa? ¿Y si lo hace en Santa Cruz?
En lugar de condenas estamos discutiendo encuestas. Con Cristina libre y camino al Congreso. ¿Por qué hablarían Lázaro o López?
El vértigo de los cambios argentinos: hace menos de un año Cambiemos ganaba ajustadamente la elección jurando hacer justicia; hoy quienes recordamos aquello empezamos a ser una especie de grupo ultra que conspira contra la convivencia.
Todavía no está del todo mal visto, pero siéntense y esperen.
Cristóbal mantiene su canal para que sirva como caja de resonancia de la Jefa. Electroingeniería pasó desapercibida y continúa con su radio y Lázaro sigue en stand by.
La revolución de la alegría, me parece, se nos caga de risa.
Escuché, incluso, hablar de fueros. La discusión sobre los fueros es una discusión de chorros: personajes de Roberto Arlt en un bar de la Avenida de Mayo.
¿Se aclarará alguna vez que los fueros no blindan los delitos comunes?
El cruce de la Cordillera se está convirtiendo en una excursión a las sierras en pony.
Asuntos del todo menores, como el despido de uno de los hijos de D’Elía por no tener el secundario, o el descuento de una de las jubilaciones que Cristina cobraba de modo irregular son casi la batalla de San Lorenzo. Mientras el Gobierno sostiene que el cambio cultural llevará tiempo –algo del todo cierto–, termina rodeado por el barro presente que le marca hasta su modo de negociar.
“Nunca conseguimos más que ahora, con un gobierno no peronista -escuche en estos días-, mientras se discutía el Presupuesto”. “¡Les vaciamos la billetera!” Nadie está proponiendo comerse al caníbal, pero usar las mismas armas de la vieja política para combatirla es inútil: ellos las manejan mejor y hace mucho más tiempo.
La excesiva prudencia, con el tiempo, se transforma en complicidad.

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