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sábado, 5 de noviembre de 2016

La gran novedad: enmudeció Cristina, por Carlos M. Reymundo Roberts

La gran novedad: enmudeció Cristina

por Carlos M. Reymundo Roberts
Carlos M. Reymundo Roberts

Hace años me lo dijo un médico que llegó a tratarla: "A una persona con la psiquis de Cristina le va a resultar imposible volver al llano". Hace meses me lo dijo un senador peronista, que también la trató mucho: "Dejaron los dedos en todos lados. Está complicada". Y ahora me lo dice el sentido común: si el lunes se quedó totalmente callada ante las preguntas del juez y los fiscales es que algo no anda bien. ¡Se quedó mudita la señora del micrófono, la de las cadenas! La abogada, la arquitecta, la maestrita; la que daba lecciones de química, psicología, finanzas y cocina, todas áreas con las que estaba tan poco familiarizada; la que daba cátedra en las Naciones Unidas sobre el funcionamiento del mundo; la que hacía bostezar al Papa después de hablar y hablar sin dejarle meter bocado. Sí, algo no anda bien. Apoyados en una sesuda investigación, Ercolini y los fiscales Pollicita y Mahiques tenían preparadas unas cuantas preguntas. Ella tenía preparado el silencio. Fue un momento histórico. Por primera vez en sus 63 años, a Cristina no le salieron palabras. Malísimos los ratones: justo irse a comer esa lengua.

Bueno, no tanto. Recobró el habla minutos después, cuando estuvo frente a los movileros. Negarse a responder en la indagatoria no es un homenaje a la Justicia, pero responderles algunas cositas a los movileros es un homenaje a la libertad de prensa. Dijo que no es socia de Lázaro Báez. Por supuesto. Si Boudou desconoció a Vandenbroele, que tenía la gentileza de pagarle las expensas de su departamento en Puerto Madero, por qué a ella la vinculan con ese tal Báez, que apenas alquilaba, sin usar, cientos de habitaciones del Alto Calafate; al que apenas le habían entregado la administración de sus hoteles; con el que apenas se dividían en partes iguales, hasta mayo, la titularidad de un campo; con el que apenas compartía decenas de negocios. En su condición de imputada, ella tenía derecho a mentir en su declaración. Fue otro momento histórico: Cristina se ajustó a derecho.

No hay que ser un experto para llegar a la conclusión de que la señora tiene problemas con su defensa, seguramente por no haber contratado abogados exitosos. Eso de que no era socia de Báez (puedo imaginarme la carcajada de Ercolini, Pollicita y Mahiques) duró en pie diez minutos. La desmintieron los propios hijos de Báez. Obvio. Hay menos evidencias de la existencia del Sol que de los lazos entre los Kirchner y su leal amigo, que entre 2003 y 2014 tuvo, gracias a los más de 1000 millones de dólares que le adjudicaron en obras públicas, un incremento patrimonial de 12.127%. Superó a Trump. Lo mismo en el caso de la falsificación de las firmas de Néstor en los libros societarios de Hotesur. La defensa de la familia puso un perito calígrafo que laburó para la acusación: certificó que la firma era trucha. "¡Habiendo tantos peritos -habrá protestado Cristina-, justo fuimos a contratar a uno que es honesto!" Evidentemente el error no estuvo en la elección del perito, sino del que iba a imitar la firma. Los que tuvieron acceso a los libros dicen que hizo un pésimo trabajo. Me pregunto: ¿es tan difícil conseguir a un Martín Bossi de la birome? La teoría de que le encargaron la falsificación a Máximo y que llevó a cabo la faena después de horas de batallar con la Play me parece descabellada.

Hay que tomarse este tema muy en serio. La firma del escándalo no es de un oscuro contador. Es la de Néstor, al que ascendieron rápidamente a la categoría de prócer y mártir, y cuyo nombre inscribieron en calles, plazas, centros culturales, represas y no sé cuántas otras cosas. Además de la firma le magullaron la memoria, o lo que de ella quedaba por magullar. Ya sé que fue por necesidad, pero che, si tanto lo quieren y admiran, respétenlo un poco. No vaya a ser que ahora empiece la moda de llamar Néstor a los chicos que truchan la firma de sus padres en los boletines, a sótanos que esconden dólares, a asociaciones ilícitas, a la panza de un dragón, a conventos en General Rodríguez.

Hay más. La defensa de la familia Kirchner pidió retirar los registros de Hotesur que estaban en custodia en Prefectura, y al tiempo los devolvió con tachaduras, borrones y sobrescrituras. ¿Otro homenaje? Sí, al Liquid Paper, usado profusamente. Para que se entienda: adulteraron documentación que estaba como prueba en una causa judicial. Me dirán que es la misma gente que negó la inflación, el cepo y la pobreza. Es cierto, pero el relato parecía destinado a la gilada, no a un expediente. Al principio tuvieron suerte porque en ese momento el caso estaba en manos de Rafecas, que desechó la denuncia de adulteración después de apagar la luz de su despacho, ponerse una venda en los ojos y decir que no veía nada raro.

Cristina dice que es víctima de una feroz persecución política, de la que responsabiliza a Macri (ayer volvió a bailar y, lo habrán visto, es todavía más grotesco que ella). ¿Puede ser que el Presidente, con los bolonquis que tiene, esté ocupándose de empujarla a la cárcel? No lo creo. Más bien creo que la quiere afuera y parlanchina, como el lunes, que lo acusó de terrorista. Pero si fuera cierto, que alguien le diga a Mauricio que no hace falta. Que si no aparecen intereses extraños, Cristina solita, sin ayuda, va derecho a su segunda condena.

La primera fue la de las urnas.

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