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domingo, 24 de julio de 2016

Macri, desde la pelea interna hasta Tinelli, por Joaquín Morales Solá

Macri, desde la pelea interna hasta Tinelli

por Joaquín Morales Solá
Joaquín Morales Solá

Cierto fresco se siente en el despacho de los presidentes. Colaboradores y secretarios de Mauricio Macri van vestidos con algún abrigo. La calefacción está puesta en su nivel mínimo, cuenta uno de esos ayudantes. El despacho ya es otro, aunque es el mismo. De la vieja decoración sólo quedan el escritorio y la enorme boiserie en la pared de la chimenea. Los sillones claros, cuadros con pinturas modernas y una antigua mesa redonda crean un ambiente menos saturado, más liviano. La decoración está inspirada, aunque no es idéntica, en el Salón Oval de la Casa Blanca. "Ayer hizo más frío", dice el Presidente no bien empieza el diálogo. La energía rondará la conversación, una y otra vez.

Sin embargo, Macri comienza por despejar rumores. "No es cierto que falta coordinación en el gabinete o que haya fracasado la idea de dividir el viejo Ministerio de Economía", afirma, enfático.

En ese despacho, cuenta, se reúne una vez a la semana un equipo integrado por Marcos Peña, Rogelio Frigerio, Alfonso Prat-Gay, Gabriela Michetti (o Federico Pinedo si ella no está), Emilio Monzó, Ernesto Sanz, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui (vicejefes de Gabinete éstos dos últimos). Siempre hay un sillón a disposición del ministro con el problema más urgente o más importante.

"Desde aquí se coordina todo", explica. ¿Acaso no hay problemas entre Prat-Gay y el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger? "Antes de asumir, pensé mucho en ellos dos. Uno debía ir al Banco Central y el otro al Ministerio de Hacienda. Los dos sabían que el que fuera al Banco Central tendría asegurado el respeto a su independencia. A veces, le pregunto a Sturzenegger si no sería conveniente una tasa más baja. Él me dice que no en este momento. Yo lo respeto. Los ministros de Economía creen menos en la independencia del Banco Central. Siempre fue así. Pero yo debo dar el ejemplo: la institucionalidad comienza por separar la amistad de la función que un amigo cumple en el Estado", responde.

Al Presidente no le gusta que le disputen la propiedad intelectual de sus mejores logros. Subraya: "Aquí, en esta oficina, yo decido la estrategia. Yo dije que del cepo al dólar había que salir inmediatamente después de asumir y entonces me criticaron hasta mis amigos. Salimos muy bien. Yo dije que había que arreglar cuanto antes con los holdouts. Una vez lo bajé de un avión en Nueva York a Luis Caputo (secretario de Finanzas) y le ordené que no volviera al país sin el acuerdo en la mano. Fue así. Salimos bien. Yo dije que no podíamos vivir como país ni un minuto más consumiendo energía gratis. Y ahí estamos". Aunque nunca lo nombra, es más que obvio que está refutando la teoría de que Prat-Gay debería ser un superministro de Economía. "Si todos moderaran sus egos, la política sería mucho mejor", concluye sin dar ningún nombre.

¿Se equivocó Juan José Aranguren con las tarifas? "Es probable que se hayan cometido errores. Pero no es culpa de Aranguren. Yo les digo siempre a mis ministros que prefiero que se equivoquen haciendo diez cosas a la vez que no haciendo nada por temor a equivocarse." ¿Hablamos de energía? "Hablemos. ¿Quiero un cambio cultural en el consumo de energía? Sí. ¿Era necesario salir de la lógica perversa de que la energía es barata y se puede consumir sin límites? Sí. Pero hay algo más grave que todo eso: ¡no tenemos energía! La producción del país es insuficiente y, lo que es peor, también la estructura para la importación es insuficiente. El gobierno anterior hizo una estructura pequeña para la importación para salir del paso. Si el consumo domiciliario se disparara, la única salida que tendremos sería el corte de energía a la industria. Y entonces tendríamos fábricas paradas, empleados suspendidos y la economía produciendo menos. No es una solución lógica para un país que aspira a reactivar su economía", reseña, y sintetiza: "La Argentina era un avión que se venía a pique y al que, encima, le habían destruido el instrumental. Estamos estabilizando la nave en medio de la oscuridad".

La Justicia es otra de sus obsesiones. "El kirchnerismo se fue, pero Justicia Legítima sigue ahí. Hay jueces y fiscales de esa agrupación en todos lados que obstruyen la política (como sucedió con las tarifas) o que creen en la abolición del Código Penal. Traban las decisiones políticas, sean económicas o de seguridad, por razones ideológicas, no judiciales. Los conozco. Me hacían lo mismo en la Capital", señala. Está claro, aunque no lo diga, que entre los miembros de Justicia Legítima inscribe a los jueces de la Cámara Federal de La Plata, que suspendió los aumentos de las tarifas de gas en todo el país. Justicia Legítima no está entre los jueces federales de primera instancia, le digo. No pone buena cara. ¿Los cuestiona también? "Por otras razones", dice, seco. No explica cuáles. Pero a su alrededor suele criticarse la demora con que esos jueces trataron la corrupción en la era kirchnerista.

"El déficit fiscal bajará este año al 4,8 por ciento. He revisado los números", asegura. Parece contestarles a los economistas que no creen en su promesa de llegar a ese número. Heredó un déficit de casi el 7 por ciento. Le encantan los pronósticos de economistas privados que indican que el país podría crecer el año próximo entre el 4 y el 5 por ciento. "Son los que más acertaron en los últimos años", se entusiasma, pero prefiere la modestia: "Le dije a Alfonso que firmemos un crecimiento del 3,5 por ciento. Con eso me conformo", agrega. Es el porcentaje que anduvo anunciando en los últimos días. ¿Qué necesita la inversión? "Dos cosas. Primero, una justicia laboral más equitativa, no tan volcada a encontrarle siempre la razón a una parte. Y, después, que el peronismo se muestre racional, más comprometido con políticas permanentes de Estado. La pregunta que más me hacen en el exterior es ésta: ¿y después de usted qué? La respuesta la tiene la oposición, no yo, porque todos saben qué hará mi partido y la coalición que integramos."

Acaba de estar en Idaho, en los Estados Unidos, con los dos hombres más ricos del mundo, Warren Buffet y Bill Gates. La canciller alemana, Angela Merkel, le dijo que "Alemania será socio estratégico del crecimiento argentino". Pone otra cara cuando habla del mundo. En esas reuniones lo tratan como a una estrella de rock. Buffet y el poderoso dueño de medios Rupert Murdoch se comprometieron a visitar la Argentina en los próximos seis meses. Algunos empresarios extranjeros le preguntaron sobre la inflación y el déficit fiscal, pero la mayoría creyó en sus promesas de que superará esos problemas, asegura.

La política local es menos amable. ¿Lo preocupa que los gremios hayan endurecido su discurso? "No. Hay una necesidad en la política, y en gran parte del periodismo, de gritar y criticar para que la gente los tenga en cuenta", responde. Calla, en cambio, sobre el almuerzo que reunió hace pocos días a Diego Santilli, vicejefe porteño, con Hugo Moyano. Moyano le mandó mensajes que lo tranquilizaron. Está tranquilo. Las encuestas tratan muy bien al Presidente y muy mal a los gremios. Que hagan lo que quieran. Es evidente que lo alivia la normalidad en la que entró la relación con el Papa. Habló con Francisco desde Bruselas para agradecerle las palabras que el Pontífice tuvo hacia él en el reportaje concedido a LA NACION. "Fue una conversación muy cordial y muy sincera", recuerda. Conversación sincera significa, en el lenguaje de los jefes de Estado, que también hablaron de las cosas que los separaron, es decir, del convencimiento del Vaticano de que en la Argentina había una campaña para desprestigiar al Papa.

¿Y la pelea con Tinelli? "No hubo pelea. Él decidió satirizarme y recibió 150.000 tuits de crítica. Investigamos el tema. No hubo trolls ni el Gobierno tuvo nada que ver. Sí hubo 30.000 tuiteros que lo criticaron. ¿Cómo no va a haber 30.000 tuiteros que simpatizan con el Gobierno si este gobierno es producto en gran medida de las redes sociales? Es increíble que se ofenda. Tinelli me satiriza de mala manera ante tres millones de personas en televisión y se ofende porque lo critican 30.000 tuiteros". "Tinelli está ofendido porque le sacaron la AFA", dicen al lado del Presidente. Es evidente que Macri no es De la Rúa. Ni está dispuesto a claudicar ante él ni se atemoriza por los caprichosos berrinches del conductor televisivo.

¿Qué es lo que más lo emocionó en las últimas semanas? Responde, seguro y directo: "Los aplausos de miles de argentinos en Jujuy, en Tucumán y en Palermo. No lo esperaba". "¿Hace frío aquí?", pregunta antes de despedirse. La energía no lo deja en paz. Por el precio, por la carencia, por el consumo. Sabe que la solución será lenta y que su gobierno depende de la paciencia de los argentinos. ¿Habrá paciencia? ¿Quién lo sabe?

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