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domingo, 12 de enero de 2014

Sexo, droga y vejez, un cóctel de película POR MARCELO A. MORENO

Sexo, droga y vejez, un cóctel de película

POR MARCELO A. MORENO

 

 

Hay películas que hablan explícitamente de una sociedad y otras que, al ser elegidas por una sociedad, se refieren implícitamente a ella.
En la última semana tanto El lobo de Wall Street, de Martin Scorsese, con Leonardo Di Caprio en el papel estelar, como Ultimo viaje a Las Vegas, de Jon Turteltaub, protagonizada por Morgan Freeman, Robert De Niro, Michael Douglas y Kevin Kline fueron algunas de las más vistas aquí.
Sin ser obras maestras, ambas están bien actuadas, exhiben guiones fluidos y resultan muy entretenidas.
Los dos filmes tienen en sus inicios escenas tan fuertes como inverosímiles. En El Lobo ...un broker de la bolsa neoyorkina le explica con toda naturalidad al principiante que entonces es el personaje de Di Caprio las ventajas de la masturbación compulsiva para tener éxito en las operaciones bursátiles. En El último viaje ... la esposa de uno de los protagonistas que irá a Las Vegas le entrega como regalo de despedida una pastilla de viagra y un preservativo.
El Lobo ... relata el ascenso rutilante y caída, siempre rozando la ilegalidad, de un vendedor de humo en la selva de Wall Street.
Ultimo viaje ... cuenta la aventura de cuatro amigos de la infancia que, pasados los 70 años, van a Las Vegas a hacerle la despedida de soltero a uno de ellos, que piensa casarse allí con una joven de 32.
La película de Scorsese potencia en grado sumo la mitologíacreada alrededor del enigmático mundo de Wall Street. Y podría titularse, acaso con mayor justeza, “Cómo hacen una bocha de guita los hijos de puta supremos del planeta”. No es raro que a una sociedad castigada -a fondo y varias veces- por crisis financieras internacionales se fascine la exploración de un universo que se presenta como la celebración del egoísmo y la codicia hasta límites casi inconcebibles. Y todo, de orgía en orgía, con dosis desmedidas de sexo y cocaína, rubias en alquiler y un ametrallamiento sin respiro de coches deslumbrantes, yates opulentos, helicópteros de uso diario y mansiones bastante más que suntuosas.
El desmadre y el frenesí llega a tales niveles que da la impresión de que para tener éxito en uno de los mercados financieros más competitivos del mundo no son necesarios ni el cálculo ni la reflexión. Que se trata de una ruleta desenfrenada en la que sólo la intuición y la velocidad en la toma de decisiones valen.
La contrapartida del protagonista de El Lobo ... es el humilde inspector del FBI que sigue sus pasos, un hombre minucioso, centrado y paciente, que se mueve en subte y usa trajes gastados, y que terminará dándole caza.
Los espectadores salen convencidos -mucho más cuando se les informa de que el filme está basado en una historia real- que han experimentado una inmersión en las entrañas del Imperio del Mal que domina el planeta.
Contrarias son las emociones que despierta Ultimo viaje ... La mayoría de los que fueron a verla el mismo día que yo compartían o se acercaban a las edades de los protagonistas. Por eso, si en El Lobo ... el espectador tiene la idea de observar por el orificio de una cerradura una vida salvaje y exótica, en la otra lo que se produce es identificación pura. Los que la miran y los hacedores del filme interpretan las penalidades y limitaciones de la tercera edad con una sonrisa benévola y cómplice. Y los cuatro actores, tan veteranos como sus personajes, parecen también tomar un poco en broma las complicaciones de la edad, que seguramente también padecen.
Esta comedia nada problemática exalta, sobre todo, el valor de la amistad, que actúa como una Fuente de Juvencia para los cuatro intrépidos que se lanzan al paraíso lúdico de la felicidad artificiosa que es Las Vegas con fantasías de descontrol y vuelven sin concretarlas pero renovados.
Esta película -aunque de aspiraciones menores que la otra- acaso marque tendencia. Porque el envejecimiento generalizado de la población mundial seguramente nos deparará más héroes mayorcitos.
No es casual que entre las mujeres más bellas del mundo elegidas por la revista Playboy figuren Halle Berry, de 47 años; Pamela Anderson, que jura tener 46 o Jennifer Lopez, que declara 44. O que Madonna se mantenga como inquietante sex simbol a los 55. Más aún: la revista People eligió entre las mujeres más bellas del mundo en su última edición, en el 5° lugar, a Jane Fonda, que tiene 76. Y designó como la más hermosa del planeta a Gwyneth Paltrow, que no cumplió 20 sino 40 años.
Pareciera que los nuevos tiempos mantienen su condición de flamantes, aunque con una indeclinable tendencia hacia la maduración.

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