El Gobierno profundiza el estilo que favorece a Massa
Parrilli no es dueño de una pluma refinada. Probablemente, tampoco autónoma
El insólito comunicado oficial contra Jorge Lanata emitido el domingo por la noche en simultáneo con la emisión de Periodismo para Todos merece ser considerado como un tercer capítulo de la ira presidencial post primarias. Ira destinada, no se sabé por qué, a fortalecer el vigor electoral de Sergio Massa.
El Gobierno reincide en sus maneras ampulosas, en el tono irreverente y la visión monocausal, sin tomar nota del hastío que expresó la sociedad hace poco más de una semana
El primer capítulo fue el discurso exitista del domingo por la noche. Tras llorar la derrota en soledad -literalmente-, Cristina Kirchner actuó en público como si el Gobierno hubiera triunfado, acaso bajo el supuesto de que el país se anoticiaría del resultado según el estado de ánimo que ella mostrara. El segundo fue el discurso de mitad de semana en Tecnópolis, en el que denunció que los medios habían ocultado el éxito kirchnerista en la Antártida, lo cual -aparte de la discutible importancia de una victoria antártica en el contexto general- ni siquiera era cierto (como tampoco lo era la versión presidencial del voto quom), porque varios medios, entre ellos Clarín, lo habían publicado, pero ni la Presidenta ni su ministro de Defensa lo habían leído.
El comunicado lanzado por Twitter sobre la visita de Cristina Kirchner a las Seychelles está en la misma línea: antes que privilegiar la verdad enarbolando argumentaciones verosímiles para desmentir la versión de Lanata, el Gobierno se burla, ironiza, insulta, se dispersa, se sale del foco y reparte reproches por denuncias anteriores sobre las que cuales la Casa Rosada había olvidado pronunciarse. Desde ya, pone su mayor esmero en denostar a "Clarín", el enemigo al que habitualmente culpa de todo lo malo. En una palabra, el Gobierno reincide en sus maneras ampulosas, en el tono irreverente y la visión monocausal, sin tomar nota del hastío que expresó la sociedad hace poco más de una semana, referido, quizás más que nada, a ese estilo.
Burlas, ironías e insultos forman la mayor parte de las 1546 palabras que tiene el comunicado que firma Parrilli. Sólo después de haber despachado 864 arranca un párrafo que dice "la verdad de los hechos es.". Si se trataba de un desmentido, cualquier especialista, incluso un estudiante de comunicación, habría aconsejado empezar por ahí y limitarse a suministrar información contundente, demostrativa de que, como pretende el Gobierno, los malos de la película son Lanata y Magnetto. Una conclusión que sólo tendría eficacia si fuera obtenida, tras el contraste de datos, por el público.
Los datos, más allá de su calidad, consumen en esta pieza 342 palabras consecutivas (menos del 23 por ciento del texto completo), al cabo de las cuales la prosa vuelve al terreno de las especulaciones, algo infrecuente en el género ("qué hubiera pasado si...", dice antes de imaginar otro escenario informativo que habría motivado más denuncias aún). En síntesis, el Gobierno dice que Seychelles era una escala "obligatoria", si bien admite que poco después el avión de la Presidenta paró en Sudáfrica para cargar combustible y cambiar la tripulación.
No logró establecer qué hizo la Presidenta en las Seychelles ni para qué fue, sino que puso en evidencia las sospechas que vinculan esa extraña escala con el entramado de supuesta corrupción
En el núcleo argumental, que está perdido en un océano de palabras, aparece un tópico todavía más dudoso. Consiste en atribuirle a PPT la afirmación de que Cristina Kirchner hizo esa escala para llevar allí dinero en efectivo, cosa que PPT no dijo. El programa de Lanata, en verdad, no logró establecer qué hizo la Presidenta en las Seychelles ni para qué fue, sino que puso en evidencia las sospechas que vinculan esa extraña escala con el entramado de supuesta corrupción protagonizada por Lázaro Báez y los Kirchner. El comunicado ridiculiza la idea de que la Presidenta habría armado una gira internacional para poder llevar dinero en efectivo a un paraíso fiscal en el Océano Índico, pero en los hechos nadie había sostenido eso.
Ya Richard Nixon enseñó, además, que el camino de esgrimir una lógica inteligente para enfrentar denuncias por corrupción no rinde. Palabras más, palabras menos, durante el caso Watergate la Casa Blanca dijo: "¿Qué sentido tendría que espiáramos al Partido Demócrata si estábamos a punto de aplastarlos electoralmente 60 a 37?". Es verdad, no tenía mucho sentido. Pero lo hicieron. Y el mayor problema fue que se enredaron en el encubrimiento.
A juzgar por sus redundancias, como la de hablar de "lapso de tiempo", Parrilli no es dueño de una pluma refinada. Probablemente, tampoco autónoma. Pero a menos que ella lo cuente alguna vez, nunca se sabrá si el párrafo más insólito del comunicado para desmentir a Lanata fue inspirado por la Presidenta o se le ocurrió a Parrilli. Es el que recomienda a algún fiscal o juez "independiente" (el encomillado es suyo) que si va a allanar el mausoleo de Néstor Kirchner lleve martillos neumáticos, porque el hormigón es muy duro. Está escrito y publicado. Y es oficial.