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jueves, 18 de julio de 2013

Los riesgos del cualquierismo por Fabián Ferrante



 



Los riesgos del cualquierismo
La era de los gestores disfrazados de estadistas


Ante las peores cuestiones, los argentinos siempre tenemos no solamente excusas inmediatas, si no que vamos, incluso, hasta los argumentos superadores. Es una forma de dar vuelta la tortilla, y convertir algo malo, en una gran esperanza de futuro. Sanata.

La crisis de los partidos políticos es una crisis de los ideales, de los proyectos, y de la certeza de la propia posición. Tradicionalmente el político busca el poder a partir de sus convicciones personales, y del espacio político en el que se desempeña. Hoy se busca el poder a pesar de esas convicciones, y desde efímeros espacios creados únicamente a tales efectos.

Entonces asistimos a un festival de camaleones de las ideas, donde se esboza gestión y solución de problemas porque no se pueden dibujar políticas de fondo.

Las cloacas, el gas natural y el pavimento los tienen que poner todos. Los de derecha, los de izquierda, los del centro (si es que eso existe), los militares, los reyes y los primeros ministros.

Todos deben gestionar. Pero detrás de la gestión debe haber pronunciamientos más serios. Tiene que haber política, posición internacional, óptica frente a los eventos; hay que decirle a la gente quién es cada uno y donde está parado, más allá de hacer un puente o inaugurar una sala de primeros auxilios.

Si se habla de combatir la inseguridad, hay que definir qué se piensa respecto de las leyes y los códigos vigentes. Hay que aclarar si se está con el garantismo socialista o con la mano dura de la derecha. Pararse con precisión frente a todo el entramado del problema, y no repetir consignas que le resultan agradables a la población, pero que no definen políticas de fondo.

Si se habla de educación hay que poner sobre la mesa los proyectos y las aspiraciones. Educar no es regalar una netbook o cambiar un inodoro en el baño de profesores. La política educativa debe ir de la mano del proyecto de país, y debe ser sustentada en el tiempo. Planes de estudio, metas a por alcanzar en el corto, mediano y largo plazo, incentivo a determinadas carreras donde necesitamos más profesionales, intercambios de estudiantes con el exterior, búsqueda de excelencia. Nadie habla de estas cosas en la Argentina. Nadie habla de futuro.

En nuestro cualquierismo político, hemos llegado a un punto tal en el que hablar de política consiste en hablar de pavimentos o de ordenamiento del tránsito. O del 82% móvil, que es tema tomado como fondo cuando consiste en un mero justo fallo judicial.

Los políticos argentinos con ambiciones de poder no se pronuncian respecto de los grandes temas. Y uno quisiera saber si no lo hacen porque no les conviene, o porque no tienen idea de qué se tratan esos grandes temas, y tampoco les interesan demasiado.

La verdad es que me resisto a tener que ir a votar a un tipo porque hizo un puente o porque puso una cámara de vigilancia. Es como premiar al 4 porque ejecutó un saque lateral, o a un caballo porque llegó al disco sin mancarse.

Y si tu convicción pasaba por hacer el puente, entonces no podés ser ni presidente ni legislador, tenés que dedicarte a hacer puentes.

Adherir a un dirigente sin tener conocimiento cabal de lo que piensa, nos arriesga a terminar teniendo relaciones carnales con el imperio, para luego hermanarnos con el bolivarianismo chavista. Y cuando nos desayunamos es tarde, porque ya lo tenemos sentado en Balcarce 50.

Adherir a dirigentes que no se definen acerca de los grandes temas es confundir hacedores de puentes y cambiadores de inodoros con estadistas. 

Es la política reducida a su mínima expresión.

Fabián Ferrante
 

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