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domingo, 24 de marzo de 2013

“Hoy es el Día del Hermano” POR OSVALDO PEPE

“Hoy es el Día del Hermano”

POR OSVALDO PEPE

Dispuesto a escuchar
“Hoy es el Día del Hermano”
 
Esta historia que voy a contar se remonta a 38 años atrás. Pasó el 27 de marzo de 1975. Ese día asesinaban al entonces coronel Martín Rico. Era el menor de cinco hermanos, y como es fácil de imaginar su muerte conmovió a todo el entorno, más allá de los naturales sentimientos de sufrimiento, dolor, angustia, sensación, de injusticia y vacío legal que trajo aparejada. 
Martín, o “el tío Pepe”, era de ese tipo de personas increíblemente sencillas y queribles. Procuraré definirlo en pocas palabras. Inteligente, ávido lector, conciliador a ultranza, un espíritu inquieto, luchador de las causas justas y de los justos casos. Fue todo un ejemplo de gestión en todas las funciones que desempeñó. 

Desde su muerte, su familia luchó para que su caso no quedara sin valorar y que su lugar sea debidamente considerado, tanto en la Justicia como en el resto de la sociedad. Fue precisamente por esa convicción que la investigación generada por su mujer, sus hijos y sus hermanos, estos últimos ya todos fallecidos, siguiese y fuese su hijo menor quien recibiera los honores que su padre merecía, el Estado le otorgó el ascenso post mortem en el año 2006.
Durante el largo y doloroso peregrinar familiar fue que surgió, a partir de lo que sus conductas inspiraba, la idea de considerar la “figura del hermano”. Justamente porque Martín era la imagen real de un entrañable ser familiar: siempre presente, siempre dispuesto a la escucha, confiable, generoso, estimulador y valorizador del sentido de la familia. Entonces, a través de la gestión iniciada ante el Obispado de Avellaneda, el párroco de la Iglesia “Nuestra Señora de la Conquistadora”, amigo del “tío Pepe”, logró instituir hace más de 30 años la festividad del “Día del Hermano”, que pocos conocen. Y se asignó el cuarto domingo de marzo para celebrarlo. En nombre de quienes valoraron esa figura indestructible de hermandad, les hago llegar a todos un gran abrazo. Que nos sirva este día para la reflexión sobre los afectos, es el deseo de toda la familia Rico. ¡Que tengan junto a sus hermanos “un muy feliz día”!

Doctora Telma Domínguez Rico

JEFA DE PRESTACIONES MEDICAS PAMI III
newtelma@hotmail.com
 
 


El comentario

El hombre, por sobre todo

El asesinato del coronel Rico, ascendido a general por Néstor Kirchner en 2006, en un acto de reparación histórica, fue el anticipo de la tragedia que se cernía sobre la sociedad argentina. Fue muerto a manos de la Triple A el 27 de marzo de 1975, cuando investigaba a ese grupo paraestatal en su carácter de jefe del Departamento Política de la Jefatura II de Inteligencia del Estado Mayor Conjunto.
En aquellos días tan violentos, muerto Perón nueve meses antes, la Argentina era una regadera de crímenes diarios, preludio del más sangriento aún golpe del 24 de marzo del año siguiente. Fue Videla, justamente, quien se negó a reconocer los actos profesionales del coronel Rico, que le costaron la vida. Con su lacónica frialdad, el general en jefe de la matanza de argentinos, sólo dijo que “no había evidencia de sus actos de servicio”. Le hubiese bastado con leer los diarios de un año antes para enterarse de cómo había pasado todo.
La doctora Domínguez Rico, una sobrina de aquel general post mortem, no cuenta en su carta nada de eso, pero quedó registrado en la historia. Le interesa señalar el perfil humano del “tío Martín”. Su sentido de la hermandad, su estilo familiero, segado por la sinrazón de una Argentina entonces feroz.

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Ida y vuelta
Cuando el desempleo se vuelve dramático
Alejandro Gómez, un profesional recibido en la UBA como Licenciado en Relaciones Laborales contó en esta página cuánto dolor le causaba el desempleo. Lo llamó hasta un ministro de Cristina, a quien no se nombra para evitar algún reto presidencial por hacerse eco de un tema presentado en Clarín. Su carta movilizó también a muchos lectores. Aquí, algunas de las cartas recibidas.

Estoy desocupado, y pese a mis esfuerzos por revertir la situación, ésta se agrava por cuanto estoy a cargo de mi padre, de casi 86 años, quien está muy delicado de salud. Tengo 53 años, cuento con sólida cultura general, en especial en lo atingente a literatura, incluyendo un corpus de textos de poesía y algunos de ficción de los que soy autor (sin publicar). Estudié en el Colegio Nacional de Buenos Aires; periodismo (incompleto) en TEA; participé en talleres literarios; colaboré como voluntario en una Escuela de Educación Especial, hablo y escribo muy bien en inglés y poseo conocimientos de francés.

Jorge E. Ruiz
razu@sinectis.com.ar

Tal vez haya elegido un mal momento para estudiar. Y digo esto porque hace apenas cuatro años, con 34, y tras aciertos y desaciertos en mi vida, me propuse inscribirme y terminar una carrera: en 2011 me recibí de APM, vulgarmente conocido como visitador médico. Muchos años atrás, la temprana llegada de mi primer hijo, hizo que pospusiera proyectos académicos, que tardé tantos años en retomar. Luego de Emiliano nació Juan Ignacio, quien dejó este mundo más pronto de lo que tardó en venir. Tras ese niño fugaz, fui papá de María Victoria.
Al principio de esa vida que me parecía tan ajena a mis sueños juveniles, trabajé como radiólogo industrial en una de las metalúrgicas más grandes del país. Pero lo que parecía ser un oficio que iba a ayudarme en mi rol de padre de familia, y en forjarme un futuro, se derrumbó tras la crisis de 2001.
En ese momento, para superar el desempleo, un familiar me ofreció trabajar en un autoservicio, en el que ingresé como repositor y control de stock para luego, y por mi iniciativa, encargarme de montar un pequeño sector de rotisería. Trabajo allí en negro, sin aportes ni obra social, desde hace años: cualquier enfermedad de mis hijos termina, inexorablemente, en las guardias de algún hospital.
En paralelo y junto a un amigo, fuimos desarrollando un microemprendimiento dedicado a la fabricación de fragancias artesanales. Allí soy como un gerente de ventas. Ese “rebusque”, que me encanta, me permite desarrollar mi perfil comercial, y las exiguas ganancias me ayudan a afrontar el día a día.
Con mucho esfuerzo, hace un tiempo me decidí y, tras dos años de sacrificio, logré lo que realmente quería: mi título de “visitador”. Sin embargo, lo que pensé sería el inicio de un cambio de rumbo, es un motivo de frustración: no consigo trabajo. La ¿falta? de experiencia, cuándo no, me juega en contra. Pero nadie me da la oportunidad de mostrar que tengo mucha formación comercial y marketinera, gracias a mi pequeño emprendimiento.
Considero a esta sección de Clarín algo así como “la voz de los sin voz.” Por eso es que me animé a escribir. Domingo a domingo leo historias que luego, muchas, tienen un final feliz o que significan una oportunidad. Eso es lo que pido, sólo una oportunidad. Gracias por dármela.

Maximiliano Quintanal
maximilianoquintanal@gmail.com

He trabajado numerosas ocasiones en contacto con ONGs y otros medios para transmitir y hacer entender lo que sucede. En todas las ocasiones siento que es una total pérdida de tiempo. Se habla mucho, se teoriza mucho, pero en la práctica usted y yo, como tantos otros, estamos a la intemperie por una legislación ausente, mientras que en otros países, como Chile y EE.UU., esa legislación existe.
Estoy sin trabajo hace ya un año y medio. Mandé “como mil” CV, por decir un número, cuando podía remitir ya que diría que un 80% de los avisos me filtran por tener 48 años. En este país burocrático me cansé de “hacer”, con lo cual me bajo de las filas de la lucha por convencer de una situación que es más que conocida: los mayores de 45 años están discriminados de los avisos y las oportunidades laborales. Y nadie hace nada, aunque muchos dictan cursos o cobran por publicar artículos políticamente correctos. Los países mencionados hablan mucho menos y hacen mucho más.

Andrea Roiter
eandrears@yahoo.com

CONTADORA PUBLICA/UBA
POSGRADO EN ADMINISTRACION DE EMPRESAS/ BILINGÜE INGLES.

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Una carta...

Esta es la historia de un ser humano único, inolvidable, mi tío Félix Aleksander. El llegó al país desde Polonia, donde había nacido, junto a un hermano y su padre antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Allá quedaron su madre y su hermana (mi madre) que sufrieron las atrocidades de la misma.

Juana Dora Aleksander
juanaaleksander@hotmail.com


Una historia...

Ya afincado en la Argentina, hecho a sus hábitos, sus costumbres y su gente, a pesar del dolor de los afectos que habían quedado en una Polonia devastada por el odio nazi, Félix conoció acá “a una linda muchacha llamada Ester”, cuenta la lectora. Con ella vivió 65 años, y “fue inmensamente feliz hasta el día de su fallecimiento, el 14 de noviembre pasado.”

Juana se adentra en el relato familiar: “Ellos no tuvieron hijos biológicos, pero todos sus sobrinos alegraron su vida y ellos la nuestra. Yo soy una de ellas.” Los recuerdos aparecen en tropel. Las vacaciones de verano en la Costa, en San Clemente del Tuyú, “lo divertidas que eran, con ese viaje ida y vuelta a puro vértigo, en dos horas, aproximadamente: ¡la adrenalina que nos generaba! Sentíamos que estábamos de viaje con Fangio, que nos llevaba y traía sanos y salvos. Era el orgullo de sus sobrinos. Nadie tenía un tío como él.”
Con el tiempo, la salud lo acorraló a ese tío que parecía invencible. Superó varias operaciones y enfermedades. El se lo tomaba con humor: “No voy a entregar el rosquete así nomás, yo tengo siete vidas”, decía siempre. La última vez no pudo ganar, “y eso que peleó como un titán”. Tenía 93 años, la edad y el tiempo lo fueron minando poco a poco. “Nos queda el recuerdo de un ser que disfrutó una vida larga y plena, y eso hace que la tristeza no sea tan dura. Vaya esta carta como un agradecimiento por todo lo vivido junto a ellos dos”, concluye Juana.

 

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