Diario El Mercurio (Chile)
Carlos Peña
Domingo 18 de Marzo de 2012
El aborto no siempre es pecado
Los argumentos que se han dado por estos días contra el aborto
son incorrectos. Al parecer, la fe no sólo mueve montañas: también hace
que personas inteligentes digan cosas insensatas.
Es cosa de ver.
Cuando una mujer tiene en su seno a un feto inviable -v.gr. carente
de cerebro-, la discusión sobre el aborto no es acerca de la vida, sino
de la autonomía. No se discute si acabar o no con una vida humana (eso
ya lo decidió la naturaleza), sino quién debe decidir acerca de un
embarazo inútil: si quien lo padece o un tercero.
El proyecto de ley que se votará esta semana entrega esa decisión a la mujer. ¿Qué tiene eso de terrible?
Una mujer puede pensar que ese tipo de embarazo es una de las muchas
piedras que Dios pone a veces en el camino. Y creer que lo mejor es
guardar silencio y soportar. Pero otra piensa que ese embarazo es
simplemente una crueldad incomprensible del destino. Y cree, entonces,
que lo mejor que puede hacer es abreviarla. Una cree que el embarazo que
padece es una prueba de Dios, la otra cree que se debe a una naturaleza
madrastra; una piensa que ese sufrimiento tiene un sentido, la otra
piensa que es inútil. ¿Cómo podría el Estado zanjar esa discrepancia?
¿Desde cuándo el Estado tiene títulos para decidir ese tipo de cosas?
En este aspecto, la ministra Matthei tiene toda la razón: algo así no lo puede decidir el Estado.
Tampoco es el Estado quien debe decidir en aquellos casos en que hay
que escoger entre la vida de la madre y la del nasciturus. Si una niña
enferma de hepatitis al extremo de necesitar un trasplante, pero su
embarazo hace cada día más difícil la espera del donante, ¿debe
esperarse la viabilidad del feto o, desde ya, interrumpir el embarazo?,
¿quién debe tomar la decisión de qué vida ha de salvarse? Ninguna
declaración general acerca del valor de la vida -de esas que se escuchan
por estos días- permite resolver ese dilema hipotético. Y sin perjuicio
de preguntarse por qué la creación pone a los seres humanos ante
decisiones tan terribles, hay que decidir: ¿Quién ha de hacerlo?, ¿acaso
el Estado en abstracto?
De nuevo, no cabe duda: no es el Estado quien debe decidir algo así.
Habrán de hacerlo los directamente involucrados (o, en otras palabras,
las víctimas del destino).
En fin, si una niña se embaraza producto de una violación, ¿deberá
esperar que el embarazo llegue a término o podrá interrumpirlo dentro de
un determinado plazo? Es verdad que el embrión no es culpable de nada,
pero la niña violada tampoco. Y si es así, ¿por qué habría de
obligársela a sumar al dolor de haber sido violada la obligación de
tolerar el fruto de esa agresión? Lo que debe discutirse, entonces, es
si el Estado puede imponer una obligación tan gravosa como esa -la de
tolerar una vida ajena con la que no existe vínculo alguno- con el
argumento que, de otra forma, se maltrata a la vida. Nadie aceptaría que
se le obligara a dar un riñón a un tercero con el argumento que, de
otra forma, el beneficiario inevitablemente morirá. ¿Por qué alguien
tendría derecho a exigir algo así a una niña violada?
De nuevo, no se trata aquí de imponer el aborto, sino de evitar que
el Estado coaccione a una persona (en este caso, una mujer violada) para
ejecutar un acto que no es razonable exigirle. Si la mujer violada, en
una decisión moralmente heroica, decide llevar a término el embarazo,
podrá suscitar la admiración de todos; pero de ahí no se sigue que un
acto como ese sea exigible por parte del Estado.
En ninguno de esos casos se trata de discutir el valor de la vida.
En los dos primeros (cuando el feto es inviable o la mujer está en
peligro), se trata de saber si la voluntad de la mujer importa o si debe
ser sustituida, como hasta ahora ocurre, por el Estado. En el tercero
(cuando el embarazo es fruto de una violación), de decidir si el Estado
tiene derecho a exigir conductas moralmente heroicas.
Apoyar el aborto en cualquiera de esos tres casos no es pecado;
salvo, claro, que el pecado consista en aminorar el sufrimiento ajeno.
lunes, 19 de marzo de 2012
El aborto no siempre es pecado
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario