Como acabar con Durán Barba de una buena vez
Por: Alejandro Borensztein, para Clarín
Pongamos el tema en términos futboleros que es más fácil. Un marcador de punta es un tipo que juega de defensor bien pegadito a la raya y se ocupa de parar a los delanteros que vienen por las puntas. Su tarea es barrerlos, trabarlos, sacarles la pelota, girar (en lo posible para afuera) y resolver la jugada según las tres posibilidades clásicas:
1. Darle fuerte para arriba y después que los delanteros se las arreglen.
2. Amagar salir jugando y pasársela al 5 o al 8 para que el tipo arranque.
3. Salir jugando con elegancia y mandarse al ataque. Acá lo más importante es que cuando el cancherito pierde la pelota sepa volver rápido a su puesto para que no los emboquen.
Este es el caso de los grandes marcadores de punta como Marzolini, el chivo Pavoni, el negro Ibarra, el sapito Villar, el panadero Díaz, Hernán Díaz, Zanneti o Tarantini. Entre los extranjeros podemos recordar a Cafú, Roberto Carlos o Paolo Maldini. Pero son las excepciones. La mayoría de los marcadores de punta juegan de eso porque no saben jugar de otra cosa. Como dice Bilardo, nadie nace queriendo jugar de 4.
Don Jaime Durán Barba es exactamente eso. Un marcador de punta que, a juzgar por la altura a la que lleva el cinturón, no da para andar exigiéndole demasiado.
Su misión es pensar estrategias electorales y punto. No le pidan que salga jugando con pelota dominada, avance en diagonal, tire una pared, llegue al área, enfrente al arquero y defina. Para eso están los otros. Los volantes ofensivos y los delanteros. Los que saben.
Para diseñar estrategias electorales, Durán Barba puede ser un fenómeno. Sin dudas, ayudó a hacer presidente al presidente. Posiblemente, un poquitito también ayudó la inútil mayor de la hotelería patagónica, pero no importa. Durán Barba fue el estratega de la campaña y la realidad es una sola: el Compañero Mauri es el presidente de la República.
Pero no le pidan al ecuatoriano que gobierne. Y más importante aún, no se lo permitamos. De eso no sabe. Es un marcador de punta. Un cuatro o un tres. Con todo respeto por los marcadores de punta, incluido mi querido Silvio Marzolini.
Ahora dejemos el tema de Durán Barba por un momento (ya vamos a volver) y vayamos al otro asunto importante que se conecta con esto: la guita.
Antes que nada yo lo conozco amigo lector, usted no quiere seguir leyendo sin que digamos algo de Ex Ella. Le dejo el datito para que se la toque por arriba al arquero kirchnerista y salga gritando el gol. Según un relevamiento del Estado Nacional con varias ONG y organizaciones barriales realizado entre agosto de 2016 y mayo del 2017, en la Argentina hay 4.200 villas miserias y asentamientos ilegales. De esos, 750 fueron creados por Cristina Elizabet Fernández a partir de 2010. Se ve que, a la hora de subir gente al escenario en Arsenal, esto se les traspapeló.
Sigamos. Vamos al tema guita y después veremos como se conecta con el tema Durán Barba. ¿Que hace usted amigo lector, cuando se queda sin mosca? Respuesta: lo llama al basura de su cuñado que tiene más guita que los ladrones y le tira el mangazo En cambio a los países, como no tienen cuñados con guita, no les queda más remedio que pedir plata emitiendo bonos.
El bono paga un interés que está relacionado con el nivel de riesgo del país. Hay distintas calificadoras y distintos formatos de calificación. Veamos uno simple que los combina a todos.
Digamos que los países del mundo se dividen en 4 categorías.
En primer lugar, los países recontraseguros, como EE.UU. que siempre devuelven los dólares que piden prestados básicamente porque son ellos mismos los que los fabrican. La tasa es bajísima: 1,5% o 2%. Cuando les agarra una ataque de generosidad te pagan el 2,7% a 30 años.
Después vienen los países que alcanzaron el “investment grade”. Salvo una catástrofe, seguro que te la devuelven. Pagan el 4%. Ahí están por ejemplo, Uruguay o Chile por nombrar a los cercanos. Brasil lo tuvo con Lula pero lo perdieron con Dilma, Oderbrecht y el 7 a 1 contra los alemanes en el Mundial 2014 (como para no perderlo).
Más abajo vienen los países “emergentes”, como Sudáfrica, Turquía, Filipinas o Malasia, que toman deuda al 5% o al 6%.
Finalmente está los países llamados “fronterizos” como Lituania, Kazajistán, Nigeria, Túnez o Bahrein entre otros. Ahí también está la Argentina. Nosotros estamos mangueando al 7% y venimos de Kicillof que lo hacía al 9%. A su vez veníamos de Kirchner que tomaba crédito de Venezuela al 15% mientras los boludos del Patio de las Palmeras gritaban “¡¡Patria si, Colonia no!!”.
Esta semana se suponía que salíamos de la condición de “fronterizo” y pasábamos a la de “emergente”. Descorchábamos todos y declarábamos feriado nacional. Pero falló. ¿Razones? Básicamente dos: Primera razón: el déficit que dejó el kirchnerismo, o sea la razón por la que pedimos plata prestada, no se está corrigiendo.
¿Cómo se resuelve el tema? Con medidas excepcionales que requieren un gran acuerdo político. Por ejemplo, y por decir una pavada: se juntan los principales economistas del país y proponen que todos los argentinos aceptemos trabajar los sábados por los próximos 3 años.
He aquí la pregunta del millón: ¿Quién es la voz cantante de los que no quieren hacer ningún acuerdo macro? Adivinó: el famoso marcador de punta. El inefable Durán Barba que sostiene, por ejemplo, que un Pacto de la Moncloa local no serviría para nada. Y agrega textualmente: “Si se hace un pacto de ese estilo en Argentina, debería tomar en cuenta una representación del porcentaje de ciudadanos que respalda a Cristina Kirchner, incluyendo en el gabinete a un canciller como Héctor Timerman, un ministro de Economía como Axel Kicillof o un ministro de Producción como Guillermo Moreno”.
Grosso error. Un gran acuerdo nacional no significa darle ningún ministerio a nadie. Eso es potestad de Macri que para eso fue elegido presidente. Hablamos de un acuerdo donde nadie saca nada y todos ponen. Si no, no hay acuerdo.
El otro argumento del marcador de punta que quiere jugar de 9, o sea que quiere definir las grandes políticas públicas, es aún peor: “Macri no se puede sacar la foto con la vieja política”. O sea con Pichetto, Urtubey, Massa, Schiaretti, Randazzo, los sindicalistas, los empresarios, etc, etc. Viejos o nuevos, nos gusten o no, eso es lo que tenemos. Además, como si Oscar Aguad o Patricia Bullrich fueran dos millennials. Si vamos a esperar que los dirigentes argentinos sean Justin Trudeau o Emanuelle Macrón resolveremos nuestros problemas el día del arquero. O el día del marcador de punta.
La segunda segunda razón por la que seguimos siendo “fronterizos” es aún más patética: volvió al centro de la escena la conductora del tren fantasma y, si bien desengancharon los vagones de Boudou y D’Elía, el resto del convoy no se suelta ni a palos. Básicamente porque sin la locomotora esos ñatos no van a ningún lado.
¿Quién es el principal responsable de la estrategia de mantener calentita la polarización? Adivinó otra vez: el marcador de punta. No solo eso, esta semana Durán Barba se dio el lujo de declarar: “Cristina puede sacar el 40% de los votos”. Ponele que sea cierto, ¿tenés que salir por televisión a decirlo siendo el asesor electoral de Cambiemos?
Desde el Primer Ministro japonés a Felipe González todos dijeron lo mismo: “Mientras exista la posibilidad de que vuelva el populismo berreta no vamos a invertir un sope”. Triste destino ser la mujer por la que espantamos al mundo.
Yo creo que no vuelven más, pero Durán Barba no estaría ayudando mucho.
¿Hay esperanza? Si. No es fácil pero la hay. Hoy Boca da la vuelta olímpica. Salió campeón jugando con uno de los marcadores de punta más flojitos de toda su historia.
El fútbol, siempre el fútbol. Eterna fuente de sabiduría.
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