Cristina, Macri y Diego, al rescate de Messi
Carlos M. Reynaldo Roberts
Nunca imaginé que mi activa intervención en las redes sociales por el caso Messi iba a tener tanto eco. No en las redes, sino en el propio Messi. ¡Me mandó un mail desde Rosario! Antes de abrirlo ya se me habían caído las medias. En los últimos años me han escrito varias celebridades: Francisco, Máxima, Cristina, Macri y hasta Obama, y no descarto recibir unas líneas de la madre Alba desde el convento/cajita feliz de General Rodríguez. Pero nunca Leo. Yo había tuiteado, a propósito de su renuncia, que somos un país raro, donde los buenos se van y los malos se quedan. Parece que eso lo impulsó a mailearme. Fueron unas pocas palabras de agradecimiento. Aprovechando ese contacto, me animé y lo llamé por teléfono. Quería decirle que alguien tan grande no merece irse por una puerta tan chica, en medio de la penumbra de un fracaso. Pero fracasé. Después de una charla de dos minutos se fue a practicar penales.
No me di por vencido. Desde que me enteré de que dejaba la selección no salgo de mi pasmo. Tenemos al mejor, al más grande, y lo perdemos. Me puse como loco y empecé a hacer locuras. La llamé a mi ex jefa Cristina y le dije: "Usted tiene que hacer algo por Messi, y lo primero es encontrarle un lugar de descanso espectacular, único, en el que pueda relajarse sin ser molestado por nadie. ¿No quiere invitarlo a alguno de sus hoteles? Digo, a uno que no vaya a ser allanado. O, de última, a un refugio subterráneo VIP by Austral Construcciones, cómodo, seguro, inhallable. También podríamos pedirle a De Vido que nos recomiende otro monasterio cinco estrellas. ¿Y si usted, como un mimo, lo homenajea con una cadena nacional para él solo? ¿Por qué no lo convence de hacer «la gran Cristina», esa jugada suya que consiste en no admitir ninguna derrota? ¿Máximo estará dispuesto a dejarse ganar un partido en la Play? Seguramente usted debe tener a mano un especialista en borrar huellas, cosa de que le quiten la culpa que le quedó por el penal errado. O un experto en lavado..., en lavado de cabezas, que lo resetee y lo convierta en un jugador de mayor temple. ¿Boudou no se animará a hablarle del poder terapéutico de la sonrisa? ¿Y si Scioli le transmite toda su fe y alegría? ¿Y si le pedimos colaboración a Aníbal, y Aníbal se reviste de La Morsa, y La Morsa lo conecta con alguna red que lo ayude a ocultarse?"
Pobre señora, está en otra. Las balas de la Justicia le silban cada vez más cerca y se pasa el día entero pensando estrategias de defensa, es decir, si va a postear en Twitter o en Facebook. Debe ser la única persona comprometida judicialmente que no pide el asesoramiento de abogados, sino de especialistas en redes sociales. Me rechazó todas las propuestas, salvo la de la cadena nacional. Feliz de que alguien la escuche.
También hablé con Macri, que lo llamó a Messi al día siguiente del partido con Chile, pero la pifió mal. Leo estaba en un mar de lágrimas y Mauricio lo interrumpió con un pedido: quería un autógrafo para Antonia. "Mirá -le propuse-, volvé a llamarlo y tirale buena onda, levantale el ánimo. Pum para arriba. Se me ocurre que podrías hablarle del segundo semestre." Me cortó.
Después probé con Maradona, no sin antes instruirme con Daniel Arcucci, ghostwriter del último libro de Diego y el periodista que más lo entiende. Me recomendó hablar poco y escucharlo mucho. Perdón, Dani, me salió todo lo contrario. "Diego -empecé-, sos el único que puede convencer a Leo. Vos pasaste por momentos peores, vos también erraste un penal clave en el Mundial de Italia, vos también renunciaste a la selección y después volviste, lo conocés bien, fuiste su técnico y además lo querés un montón. Hablale como un padre. Eso sí, para que te dé bola deberías disculparte, porque a Pelé le dijiste que Leo no tiene carisma de líder, y en un audio que se conoció esta semana decís que ustedes en la final del Mundial del 86 le ganaron a Alemania y que ahora estos muertos no fueron capaces de ganarle a Chile. Suena poco friendly, me entendés. Lo de la falta del carisma se arregla fácil. Explicale que fue un problema de traducción al portugués. Y lo del audio tampoco es complicado. Decí que no sos vos, que es Martín Bossi. ¿Qué te parece?" Dura respuesta de Diego. "Yo no tengo que convencer a nadie, y menos a este pibe. ¿Sabés qué anda diciendo de mí? Que no soy el «barrilete cósmico». Que soy un barrilete, un cómico."
Parece que mi loca movida se extendió y las repercusiones llegaron hasta el Vaticano. Un obispo prometió interceder ante el Papa para que reciba a Messi en Santa Marta. Dos horas. Lo mismo que les dedicó a Hebe y a su comitiva. Una hora más que a Casanello. Seis veces más que a Macri. El recibimiento incluirá sonrisas. Como las que le regaló a Hebe. Como las que se le escaparon, socarronas, cuando Macri ya se había ido.
Queridos lectores, hoy los quiero a todos en el banderazo por Leo en el Obelisco. Obviamente invité a Cristina y a Diego, dos personas muy distintas pero con algunos rasgos comunes: les gusta hablar, polemizar, ser irreverentes, dividir, ganarse enemigos, ir por la vida a los empujones y ser el centro de todas las miradas. Los dos han reinado. Los dos han tenido y tienen problemas con la Justicia. Los dos son kirchneristas.
Tranquilo, Leo, ahora los llamo para que ni se acerquen.
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