“Lección de un cacique Qom”
POR OSVALDO PEPE
Durante el año 1962 me desempeñaba como oficial instructor con el flamante grado de subteniente, en la compañía “A” del Regimiento 4 de Infantería, con asiento en Monte Caseros, provincia de Corrientes.
Apenas llegado a ése, mi primer destino militar, el jefe de compañía ordenó que se me presentaran las tres secciones de tiradores, a las cuales debía instruir en las tareas de combate, tiro y orden cerrado.
Entre los integrantes de la nueva camada, de alrededor de unos 120 soldados, recuerdo que se encontraban 25 jóvenes de la comunidad indígena Qom, quienes habían sido reclutados, sin su consentimiento, de la selva formoseña y chaqueña.
Me recomendaron que les tuviera paciencia, pues no entendían bien la “castiza”, y que lo único que se esperaba de ellos era que no perdieran el paso en los desfiles y que supieran, al menos,manejar el fusil.
Y, oh sorpresa, entre ellos se encontraba un cacique que decía llamarse Choklo . Ese mismo día comencé con los trabajos de instrucción luego de haber expresado a todo el grupo los objetivos generales de la tarea.
Con el transcurrir de los días pude observar cómo, poco a poco, los Qom no sólo se iban asimilando a las enseñanzas impartidas, sino también amalgamándose al resto, sobre todo uno que sobresalía por sus cualidades físicas en todas las pruebas que realizaba.
Sin embargo, también advertí que en el caso de ordenar movimientos vivos, ocasionados por alguna inconducta, los 24 Qom restantes, menos él que lo hacía con empeño, los cumplían a desgano y con visible disgusto. En este caso, actué con cautela y me acerqué, aprovechando una interrupción en la actividad, para felicitarlo por su comportamiento.
Fue entonces cuando me miró fijamente a los ojos y en un español básico, pero muy entendible me expresó: “Yo, por ser cacique, debo dar el ejemplo” .
Turbado frente a su hidalguía, le contesté algo que hoy me llena de satisfacción personal: “Mire, soldado, a partir de ahora usted será el único que no ejecutará ningún movimiento vivo ordenado por mí; ante esa circunstancia, usted permanecerá en correcta posición de firme”.
A partir de este breve diálogo de mutuo entendimiento entre “jefes” , los restantes Qom fueron los mejores soldados de la compañía “A” Tuyutí, pues su cacique ahora había sido respetado como tal.
Fue así que un nuevo espíritu de cuerpo invadió el alma de estos hombres, quienes con su entusiasmo y entrega colaboraron para que no sólo su compañía fuera elegida la mejor sub-unidad del Regimiento sino, además, de toda la Brigada de Infantería. El suceso, simple en sí pero cargado de simbolismo, me brindó una experiencia que la considero entre las más ricas de toda mi vida, tanto en la actividad militar como en los cuarenta años de vida civil que llevo desde entonces. Fue la gran lección de un cacique Qom.
Ricardo C. Lemme MAYOR DEL EJERCITO (R) lmundet@ciudad.com.ar
El comentario
La dignidad de una estirpe
Imposible no asociar la dignidad del cacique Qom de este relato ("Antes les decíamos tobas", aclara el autor de la carta) con la de su descendiente Carlos Díaz, ignorado hoy por el Gobierno y recibido por el Papa Francisco. Ha pasado más de medio siglo y el orgullo y la firmeza de esa estirpe se conserva intacta. Ya sea que reclamen el respeto y los honores a un jefe, como cuenta el lector Lemme en esta historia, o las tierras que alguna vez fueron suyas, como estos días en los que el patrón de estancia Gildo Insfran apalea sus reclamos en Formosa, con la mirada distraída del Gobierno nacional. Desde el poder, sin embargo, siguen bajando discursos sobre la defensa de los "pueblos originarios", mientras se avasallan sus derechos, pese a su estatus constitucional.
El autor de esta carta, ex militar, hoy profesor de Historia, recuerda emocionado la noche en que un grupo de Qom pidió verlo, siendo él jefe de la compañía. Esperaba una queja agria y se encontró con un concierto en su homenaje, con instrumentos autóctonos. Todavía hoy se le quiebra la voz al recordar aquella noche. Un ejemplo que lo honra. No puede decirse lo mismo de muchos hombres (y mujeres) con poder de decisión en la Argentina.
La dignidad de una estirpe
Imposible no asociar la dignidad del cacique Qom de este relato ("Antes les decíamos tobas", aclara el autor de la carta) con la de su descendiente Carlos Díaz, ignorado hoy por el Gobierno y recibido por el Papa Francisco. Ha pasado más de medio siglo y el orgullo y la firmeza de esa estirpe se conserva intacta. Ya sea que reclamen el respeto y los honores a un jefe, como cuenta el lector Lemme en esta historia, o las tierras que alguna vez fueron suyas, como estos días en los que el patrón de estancia Gildo Insfran apalea sus reclamos en Formosa, con la mirada distraída del Gobierno nacional. Desde el poder, sin embargo, siguen bajando discursos sobre la defensa de los "pueblos originarios", mientras se avasallan sus derechos, pese a su estatus constitucional.
El autor de esta carta, ex militar, hoy profesor de Historia, recuerda emocionado la noche en que un grupo de Qom pidió verlo, siendo él jefe de la compañía. Esperaba una queja agria y se encontró con un concierto en su homenaje, con instrumentos autóctonos. Todavía hoy se le quiebra la voz al recordar aquella noche. Un ejemplo que lo honra. No puede decirse lo mismo de muchos hombres (y mujeres) con poder de decisión en la Argentina.