Le dijo un día el ojo a sus compañeros:
─Detrás de aquellos valles veo una montaña blanca, envuelta en nubes. ¡Que montaña más solemne!
─¿Dónde esta esa montaña que tú ves?, interrogó el oído
─En vano pretendo sentirla, adujo la mano
─¿Cómo puede existir tal montaña, sin que podamos sentir sus aromas?, objetaron las narices.
Por tanto, concluyeron, no hay montaña alguna...
El ojo comenzó a reír, mientras los demás sentidos sentenciaban: ¡El ojo ha perdido el juicio!
KHALIL GIBRAN
─Detrás de aquellos valles veo una montaña blanca, envuelta en nubes. ¡Que montaña más solemne!
─¿Dónde esta esa montaña que tú ves?, interrogó el oído
─En vano pretendo sentirla, adujo la mano
─¿Cómo puede existir tal montaña, sin que podamos sentir sus aromas?, objetaron las narices.
Por tanto, concluyeron, no hay montaña alguna...
El ojo comenzó a reír, mientras los demás sentidos sentenciaban: ¡El ojo ha perdido el juicio!
KHALIL GIBRAN