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domingo, 22 de julio de 2012

Evita en Córdoba

Cuando llegó a la capital provincial en 1946, rehusó participar de un banquete en su honor organizado por el gobernador Auchter y el peronismo local en los salones del Jockey Club




Evita distó de contar con el beneplácito de los militares que promocionaron la figura de Perón. Tampoco contó con la simpatía de los integrantes de familias patricias –Novillo Saravia, Aliaga Argañaraz, Díaz de Santa Catalina, entre muchas otras– que apadrinaron el nacimiento del peronismo en Córdoba.
Un itinerario biográfico que se empeñaba en desafiar “la moral y las buenas costumbres” (abonado por romances vinculados a su carrera artística como adolescente que había emigrado a Buenos Aires en búsqueda de nuevos horizontes) y un estilo desenfadado, “políticamente incorrecto”, de expresarse y relacionarse, alimentaban la desconfianza.
La primera vez que Eva Duarte estuvo en Córdoba fue en 1936, a la edad de 17 años, participando de modo secundario en una obra de teatro denominada Miente y serás feliz…, de una compañía de comedias porteña que realizó una gira por el interior del país. Gobernaba la provincia el radical Amadeo Sabattini, cuya administración se caracterizaba por su honradez administrativa y reformismo social. Pero las preocupaciones políticas aún estaban lejos de la bella y pujante adolescente, pronto desvinculada del elenco teatral por las presiones de la esposa del director de la compañía, José Franco.
Una década más tarde, el 27 de diciembre de 1945, cuando llegó a la estación de Alta Córdoba el tren que traía a Perón –embarcado ya en la campaña electoral que lo conduciría a la presidencia–, Evita no lo acompañó.
¡Viva Perón! La locomotora traía en su parte anterior un cartel con la efigie del coronel Perón y los vagones llevaban sus costados cubiertos de letreros hechos con carbón o tiza, en los cuales se leía “¡Viva Perón!”. Tampoco hubo referencias a Evita en el acto de proclamación de la candidatura, que unas horas después tuvo lugar en la céntrica intersección de Colón y General Paz. Es probable que su ausencia haya sido una elección estratégica: el discurso de Perón hizo hincapié en la herencia del cristianismo (aspecto grato al sector de la elite tradicionalista y conservadora que lo respaldaba en la provincia) y en la necesidad de afianzar los derechos ciudadanos mediante procedimientos limpios y constitucionales (aspecto que endulzaba los oídos de la potencial masa de votantes radicales). En estos primeros momentos de configuración del peronismo en Córdoba, el carisma de Perón era exclusivo y excluyente.
Al respecto, el diario Córdoba señalaba: Perón vino a familiarizarse con el peronismo de Córdoba, pero “las candidaturas más importantes serán resueltas en la Capital Federal por el coronel en persona”.
Tras el triunfo electoral, la figura de Evita se agigantó al compás de su creciente protagonismo político. Cuando en octubre de 1946 visitó Córdoba, rehusó asistir al banquete organizado en su honor por el gobernador Argentino Auchter y el peronismo local en la sede del distinguido Jockey Club, considerado por muchos –en aquellos años– como un reducto de la oligarquía.
Su actitud estaba en sintonía con las críticas formuladas por el Partido Laborista (formado en su mayor parte por sectores sindicales que habían adherido al peronismo), que denunciaba el papel preponderante de “oligarcas” y “estancieros coloniales” en el gobierno provincial.
Cabe recordar que en esta época, Martín Ferreyra, hijo del dueño del palacio más importante de la ciudad, ilustre terrateniente y copropietario de Caleras Malagueño –amén de tesorero de la campaña electoral que llevó a Auchter a la gobernación–, era postulado por éste como candidato a la intendencia de la ciudad, generando las iras del sector laborista.
El voto femenino. En 1947, la promoción del voto femenino generó nuevos roces entre Evita y el peronismo local. En el debate que tuvo lugar en la Legislatura, los principales referentes del oficialismo eran partidarios de negarles a las mujeres el derecho de ser elegidas para cargos gubernamentales y concederles el derecho al voto más tarde que a los varones: a los 22 años.
El diputado peronista Manuel Martín Federico sostuvo que darles a las mujeres “la carga de los cargos electivos es equivalente a darles la responsabilidad de hacer el servicio militar… a nuestras madres y a nuestras esposas no les interesa”.
Desde esta mirada, la concesión de ese derecho alejaba a las mujeres de “sus deberes naturales”. El presidente del bloque, Raúl Luccini –futuro gobernador de la provincia entre 1952-55–, compartió esta postura y se retiró de las sesiones.
Finalmente, Córdoba siguió el ejemplo nacional (con la aquiescencia de otros sectores políticos), pero debido a la falta de unanimidad en el interior del bloque peronista, se dejó en libertad de acción a sus integrantes para que cada uno votase de acuerdo a sus convicciones.
En 1949, el gobernador de Córdoba, brigadier Juan San Martín, donó a la Fundación Eva Perón alrededor de 100 hectáreas para la construcción de casas destinadas a estudiantes argentinos y extranjeros.
De acuerdo con Efraín Bischoff, tras la caída de Perón en 1955 muchas ya estaban en condiciones de ser ocupadas, pero no fue así dado que la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) resolvió –en función de la falta de espacios para su funcionamiento– adecuar y ampliar las instalaciones para trasladar allí parte de sus facultades e institutos.
Las acciones de la Fundación Eva Perón, cuya personería jurídica fue obtenida en 1948, molestaban a la Iglesia –por romper el cuasi monopolio de la beneficencia social– y competían con las atribuciones del Estado y sus ministerios.
Partido Peronista Femenino. En 1949, el poder de Evita se acrecentó con la creación del Partido Peronista Femenino, cuya representante en Córdoba era Elsa Chamorro.
Las primeras unidades básicas femeninas se constituyeron en 1950, pero en Córdoba tuvieron menos éxito que en otras provincias. En las elecciones de 1951, las primeras en que votan las mujeres, la provincia donde hubo mayor porcentaje de voto femenino a Perón fue Chaco (82 por ciento) y la que en menos porcentaje lo favoreció fue Córdoba (52 por ciento).
Ese mismo año, Córdoba fue el primer lugar del país donde la materia Justicialismo Argentino pasó a ser obligatoria en todas las escuelas primarias provinciales.
Un retrato de Evita durante sus últimos años de vida permite identificar dos rasgos relevantes.
En primer lugar, una suerte de izquierdización discursiva que agudizó el odio que despertaba en los factores de poder económico y eclesiástico. Tras el intento golpista de Benjamín Menéndez en 1951, convocó a la cúpula de la CGT para organizar milicias obreras de autodefensa, iniciativa que fue desautorizada por el general Perón.
En la última Navidad de su vida, sostuvo en un mensaje editado por la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación: “No puede haber amor donde hay explotadores y explotados. No puede haber amor donde hay oligarquías dominantes llenas de privilegios y pueblos desposeídos y miserables. Porque nunca los explotadores pudieron sentirse hermanos de sus explotados”.
Y añadía: “Que haya una sola clase de hombres, los que trabajan”. En segundo lugar, se acentuó el culto a su persona. Una ley del 15 de julio de 1952 convirtió a su libro La razón de mi vida (cuya redacción fue obra de un periodista valenciano, Manuel Penella de Silva) en texto escolar. Asimismo, el libro Evita –compuesto por dibujos con frases como “Mi hermanita y yo amamos a mamá, papá, Perón y Evita”– fue aprobado por el Ministerio de Educación como “libro de lectura de primer grado inferior”. De este modo, a diferencia de los estados de bienestar que se construían en Europa, los componentes emancipatorios de su prédica a favor de la ciudadanía social se vinculaban a una relación de tutela carismática sobre los sectores populares que, en los hechos, tendía a liquidar el pluralismo político.
Cambio de nombre. Tras su muerte, el departamento Pocho cambió su nombre por el de Eva Perón y su retrato (realizado por el pintor Francisco Vidal) pasó a presidir, junto con los de San Martín y Perón, el recinto de sesiones de la Legislatura.
El culto a la “jefa espiritual de la Nación” tendió a invadir todos los rincones de la sociedad. En los ’70, los Montoneros sostuvieron a modo de consigna: “Si Evita viviera, sería montonera”. Como hipótesis contra-factual se podría poner en duda, al menos de haberse conservado su matrimonio con Perón: el potencial revolucionario que latía en su interior estaba mediado y contenido por su lealtad a un general que distaba de serlo.
El ramo de flores del Banco de Córdoba
En julio de 1953 –según consta en un documento que hallé en el Archivo General de la Nación– se realizó una colecta en el Banco de Córdoba para enviar un ramo de flores a la Capital Federal con motivo del primer aniversario de la muerte de Eva Perón.
El empleado Alberto Garzón se negó a colaborar, razón por la cual se le abrió un sumario y fue despedido. Garzón dijo en su defensa: “Yo me guío exclusivamente por los dictados de mis sentimientos y de mi conciencia”.
Pero el abogado subdirector de Asuntos Legales del banco, Samuel Linares Bretón, opinó que la negativa de Garzón “constituye una falta grave porque implica un agravio a la personalidad de la señora Eva Perón, que por ley de la Nación es su jefa espiritual”.
Y añadía: “No es ningún atenuante la circunstancia invocada por el empleado, por cuanto, como argentino y ciudadano, está obligado al acatamiento a las leyes de la Nación (…) Todas las fuerzas de la Nación –armadas, trabajadores, intelectuales, etcétera– se unieron en un solo y cálido tributo, por lo que no es aceptable que un individuo, permaneciendo ajeno a ese sentimiento, haya agraviado su memoria”. Concluía: “Todo ello hace que su falta sea grave”.
En consecuencia, el directorio del Banco de Córdoba, presidido por Armando Vicini, lo dejó cesante por “haber agraviado la augusta memoria de la jefa espiritual de la Nación”.
*Historiador del Conicet-Universidad Nacional de Córdoba

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