“EL GESTO”
>Dedicado a mi padre y en él a los padres de mis amigos (en "Intensidades" Nro. 6. Buenos Aires, Dunken, 2010)
Ascendió muy temprano al colectivo.
A esa hora solamente conversaban en voz alta los zorzales y los gorriones.
La gente iba ascendiendo desde el sopor mudo de alguna ensoñación desinteresada
hasta el propósito de la vigilia diurna.
Con los dedos índice... y pulgar extrajo, por sobre la nariz,
el sedimento de sueño retenido en los ojos y enfocó, con estoicismo, el paisaje rutinario:
rostros que se repetían en el mismo horario y que solían elegir las mismas ubicaciones.
Casi siempre, el mismo chofer...mundos en tránsito, destinos transportados,
afanes callados que hacían audibles el ruido del motor y
el tintineo de las monedas en la máquina expendedora de boletos.
En aquel gesto para liberarse de las lagañas se reconoció en su padre.
En el mismo colectivo lo había encontrado, alguna vez, con su traje impecable y cargando un portafolios.
Fueron años amables porque pensaba que esa imagen de su padre sería cotidianamente inconmovible y que su realidad no admitiría ningún desvanecimiento.
Sin embargo, en las mismas cavilaciones, vio otros retratos: el ultraje de la vejez cansando una mirada y la degradación de la enfermedad mortificando un cuerpo.
En aquellas tardes agoreras del final, su padre se aliviaba sentándose en el jardín.
Sonreía piadosamente mirando la afición del hijo a la exuberancia de las plantas y al césped prolijamente cortado.
Y la compasión le regresaba desde los ojos filiales y ambos se acariciaban intangiblemente la frente, el corazón, el alma...
Y aún antes de descender del ya poblado colectivo, repitió con inconsciencia el gesto y replegó en un solo pálpito de amor las fotografías de un entrañable recuerdo.
: Daniel R. Calistro
Ascendió muy temprano al colectivo.
Con los dedos índice... y pulgar extrajo, por sobre la nariz,
En aquel gesto para liberarse de las lagañas se reconoció en su padre.
Fueron años amables porque pensaba que esa imagen de su padre sería cotidianamente inconmovible y que su realidad no admitiría ningún desvanecimiento.
En aquellas tardes agoreras del final, su padre se aliviaba sentándose en el jardín.
Y la compasión le regresaba desde los ojos filiales y ambos se acariciaban intangiblemente la frente, el corazón, el alma...
Y aún antes de descender del ya poblado colectivo, repitió con inconsciencia el gesto y replegó en un solo pálpito de amor las fotografías de un entrañable recuerdo.
