

sumas y restas de cfk en capital
Contradicción disparada
En los comicios de hoy se ponen en juego mucho más que dos simples estrategias electorales. Si hay segunda vuelta, ¿cambiarán en algo?
Por Alfredo Leuco
10/07/11 - 02:38
“Hermes Binner es una colectora de Magnetto y Macri es hueco, es como el mate cocido: llena pero no engorda.” Estas declaraciones de Aníbal Fernández, de presunta picardía criolla, ¿ayudan o perjudican a Agustín Rossi y Daniel Filmus? Ese discurso agresivo contra los dirigentes que a izquierda y derecha del kirchnerismo gobiernan dos de los cuatro principales distritos argentinos, ¿es un exabrupto o parte de un discurso estratégico?
“La campaña de Filmus es de terror, atrasa diez años. Como diría Juez, tiene menos huevo que una compota de manzana. Si no hacen algo más agresivo e intenso, chau.” Estas definiciones de Artemio López, ¿son un tiro al aire o forman parte del reclamo de la militancia? ¿Y qué piensa de todo esto la Presidenta?
Puertas adentro del kirchnerismo se instaló un formidable debate que trata de encontrar la mejor respuesta a la pregunta: ¿cómo hacer para ganarle a Macri? Los aciertos o fracasos parciales tendrán impacto en la elección de hoy, en la segunda vuelta del 31 de julio y en la presidencial del 23 de octubre. ¿A quién debe hablarle el kirchnerismo en campaña electoral? ¿A las “minorías intensas”, como llaman los sociólogos a los activistas partidarios, o a la inmensa mayoría de la población que está integrada por ciudadanos comunes que no consumen ideología en estado puro? No es un tema menor ni de mera táctica electoral. La incorrecta lectura de la etapa histórica y del nivel de conciencia del pueblo puede llevar a errores que terminen en horrores y tragedias, como en los 70.
Los que viven en un tupper revolucionario, rodeado de convencidos que se agitan entre sí, muchas veces se convierten en fanáticos convencidos de que la sociedad piensa como ellos y que los acompaña. Y si no los acompaña, acusan a la gente de ser de derecha. Algo de eso pasó estas últimas semanas en la Capital. Las agrupaciones con mayor kirchnerismo en sangre acusan a Filmus de haber sido demasiado tibio y le reclaman que radicalice su discurso.
Por el contrario, con un pragmatismo feroz y con conducción unificada y profesional, Macri hizo control de pelota y le bajó intensidad al debate público. Les sacó el cuerpo a los cuestionamientos conceptuales y se metió de lleno en las cosas concretas: jardines maternales, Metrobús, pantallas de tevé para la Metropolitana, canal aliviador contra las inundaciones, y casi ni criticó a CFK. Hay un porcentaje alto de voto compartido con la Presidenta que dinamita todos los dogmas.
¿Quién vota a Macri y a Cristina? ¿Qué les pasa?, se preguntan los comisarios políticos. No es la ideología, estúpido, se podría contestarles. Hay un crecimiento vigoroso de la economía y el consumo, que hace que mucha gente quiera mantener las cosas tal como están. Por eso los oficialismos tienen muchísimas más posibilidades de ganar en momentos de bonanza. Cristina es oficialista. Macri, en su territorio, también. Igual que Binner, Scioli, Fabiana Ríos o el peronismo de Schiaretti y De la Sota. ¿Quieren profundizar el modelo o ponerle límites? ¿Eso derechiza al electorado o lo hace más responsable frente a los aventureros?
Otra vez: ¿cómo hacer para ganarle a Macri? Hay panfletos vetustos que se cayeron por su propio peso. Son los que quieren convertir a toda la sociedad al kirchnerismo, y eso es imposible. A esta altura, acusar a Macri de menemista es un simplismo que se convierte en búmeran porque Carlos Menem, socio en las boletas K de La Rioja, acaba de decir que el triunfo de Cristina es lo mejor que le puede pasar a la Argentina. Insistir con que la matriz de Macri es la de los empresarios que hacen negociados con el Estado es recordar que hoy los nombres de ese jueguito han cambiado por Lázaro Báez, Electroingeniería o Diego Gvirtz, el fundador de la máquina de difamar por TV que hoy les juega en contra a Cristina y a sus candidatos. Tampoco se puede estigmatizar como liberal a Macri porque alguien que en el año 2000 hizo un posgrado en el CEMA, fue militante universitario de los Alsogaray y luego “cambió cuando el mundo cambió” es compañero de fórmula de CFK. Mucho menos se lo puede atacar como si fuera un ícono de la mano dura para atacar la inseguridad. Cristina en el Churruca rodeada de comisarios y Nilda inundando de gendarmes y prefectos el sur, acompañadas por Filmus-Tomada, es el reconocimiento tardío y sobreactuado de una problemática que, prejuiciosamente, el kirchnerismo ignoró.
Por todo esto el debate está tan instalado como soterrado en las filas K. ¿Hizo bien Cristina en jugar a medias con Filmus y preservar su figura? ¿Eso debe cambiar en la segunda vuelta que todos anuncian? Hasta el 31 de julio se va a poder sacar conclusiones más precisas respecto de cuál es el monto de intención de voto que Cristina le puede transmitir a un candidato y si el efecto luto sigue tan firme como antes o está empezando a desinflarse.
La potencia electoral de Cristina es el gran activo del FpV, pero para candidatos como Filmus es una fuente de contradicciones. El votante porteño valora la independencia de criterios y la apuesta a los consensos que el senador siempre tuvo.
El ejemplo más contundente es que la Ley de Glaciares que tanto irritó al matrimonio Kirchner fue parida por unanimidad. Pero Filmus queda en posiciones incómodas a la hora de reclamar debate televisivo a Macri cuando Cristina ni siquiera permite que un periodista se le acerque. Se le hace cuesta arriba proponer un gobierno de coalición con los mejores de cada partido cuando la Presidenta no cruza palabra con la oposición y en su gabinete y designaciones toma distancia hasta del PJ. El mensaje hace ruido porque Filmus se presenta como el embajador de Cristina en la Ciudad. Y eso suma por un lado pero resta por el otro. Ni al candidato le gustó que no le hayan permitido hablar en su acto de lanzamiento o que la lista de diputados haya sido cocinada en la Casa Rosada.
Los voceros de la ortodoxia kirchnerista tienen que hacer malabares con las palabras para explicar cómo un hombre de centro moderado, que fue privatista, que pone el eje en el combate contra los delincuentes y no ataca ni a Clarín ni a las corporaciones y ofrece dialogar con todos es muy malo en la Ciudad de Buenos Aires y muy bueno cruzando la General Paz. Porque las trayectorias, perfiles, estilos y hasta la ideología de Macri y Daniel Scioli son bastante similares. Algo no cierra. Y es mucho más que una fisura en el discurso. Es el disparador de lo que hoy se discute en las filas K.
Contradicción disparada
En los comicios de hoy se ponen en juego mucho más que dos simples estrategias electorales. Si hay segunda vuelta, ¿cambiarán en algo?
Por Alfredo Leuco
10/07/11 - 02:38
“Hermes Binner es una colectora de Magnetto y Macri es hueco, es como el mate cocido: llena pero no engorda.” Estas declaraciones de Aníbal Fernández, de presunta picardía criolla, ¿ayudan o perjudican a Agustín Rossi y Daniel Filmus? Ese discurso agresivo contra los dirigentes que a izquierda y derecha del kirchnerismo gobiernan dos de los cuatro principales distritos argentinos, ¿es un exabrupto o parte de un discurso estratégico?
“La campaña de Filmus es de terror, atrasa diez años. Como diría Juez, tiene menos huevo que una compota de manzana. Si no hacen algo más agresivo e intenso, chau.” Estas definiciones de Artemio López, ¿son un tiro al aire o forman parte del reclamo de la militancia? ¿Y qué piensa de todo esto la Presidenta?
Puertas adentro del kirchnerismo se instaló un formidable debate que trata de encontrar la mejor respuesta a la pregunta: ¿cómo hacer para ganarle a Macri? Los aciertos o fracasos parciales tendrán impacto en la elección de hoy, en la segunda vuelta del 31 de julio y en la presidencial del 23 de octubre. ¿A quién debe hablarle el kirchnerismo en campaña electoral? ¿A las “minorías intensas”, como llaman los sociólogos a los activistas partidarios, o a la inmensa mayoría de la población que está integrada por ciudadanos comunes que no consumen ideología en estado puro? No es un tema menor ni de mera táctica electoral. La incorrecta lectura de la etapa histórica y del nivel de conciencia del pueblo puede llevar a errores que terminen en horrores y tragedias, como en los 70.
Los que viven en un tupper revolucionario, rodeado de convencidos que se agitan entre sí, muchas veces se convierten en fanáticos convencidos de que la sociedad piensa como ellos y que los acompaña. Y si no los acompaña, acusan a la gente de ser de derecha. Algo de eso pasó estas últimas semanas en la Capital. Las agrupaciones con mayor kirchnerismo en sangre acusan a Filmus de haber sido demasiado tibio y le reclaman que radicalice su discurso.
Por el contrario, con un pragmatismo feroz y con conducción unificada y profesional, Macri hizo control de pelota y le bajó intensidad al debate público. Les sacó el cuerpo a los cuestionamientos conceptuales y se metió de lleno en las cosas concretas: jardines maternales, Metrobús, pantallas de tevé para la Metropolitana, canal aliviador contra las inundaciones, y casi ni criticó a CFK. Hay un porcentaje alto de voto compartido con la Presidenta que dinamita todos los dogmas.
¿Quién vota a Macri y a Cristina? ¿Qué les pasa?, se preguntan los comisarios políticos. No es la ideología, estúpido, se podría contestarles. Hay un crecimiento vigoroso de la economía y el consumo, que hace que mucha gente quiera mantener las cosas tal como están. Por eso los oficialismos tienen muchísimas más posibilidades de ganar en momentos de bonanza. Cristina es oficialista. Macri, en su territorio, también. Igual que Binner, Scioli, Fabiana Ríos o el peronismo de Schiaretti y De la Sota. ¿Quieren profundizar el modelo o ponerle límites? ¿Eso derechiza al electorado o lo hace más responsable frente a los aventureros?
Otra vez: ¿cómo hacer para ganarle a Macri? Hay panfletos vetustos que se cayeron por su propio peso. Son los que quieren convertir a toda la sociedad al kirchnerismo, y eso es imposible. A esta altura, acusar a Macri de menemista es un simplismo que se convierte en búmeran porque Carlos Menem, socio en las boletas K de La Rioja, acaba de decir que el triunfo de Cristina es lo mejor que le puede pasar a la Argentina. Insistir con que la matriz de Macri es la de los empresarios que hacen negociados con el Estado es recordar que hoy los nombres de ese jueguito han cambiado por Lázaro Báez, Electroingeniería o Diego Gvirtz, el fundador de la máquina de difamar por TV que hoy les juega en contra a Cristina y a sus candidatos. Tampoco se puede estigmatizar como liberal a Macri porque alguien que en el año 2000 hizo un posgrado en el CEMA, fue militante universitario de los Alsogaray y luego “cambió cuando el mundo cambió” es compañero de fórmula de CFK. Mucho menos se lo puede atacar como si fuera un ícono de la mano dura para atacar la inseguridad. Cristina en el Churruca rodeada de comisarios y Nilda inundando de gendarmes y prefectos el sur, acompañadas por Filmus-Tomada, es el reconocimiento tardío y sobreactuado de una problemática que, prejuiciosamente, el kirchnerismo ignoró.
Por todo esto el debate está tan instalado como soterrado en las filas K. ¿Hizo bien Cristina en jugar a medias con Filmus y preservar su figura? ¿Eso debe cambiar en la segunda vuelta que todos anuncian? Hasta el 31 de julio se va a poder sacar conclusiones más precisas respecto de cuál es el monto de intención de voto que Cristina le puede transmitir a un candidato y si el efecto luto sigue tan firme como antes o está empezando a desinflarse.
La potencia electoral de Cristina es el gran activo del FpV, pero para candidatos como Filmus es una fuente de contradicciones. El votante porteño valora la independencia de criterios y la apuesta a los consensos que el senador siempre tuvo.
El ejemplo más contundente es que la Ley de Glaciares que tanto irritó al matrimonio Kirchner fue parida por unanimidad. Pero Filmus queda en posiciones incómodas a la hora de reclamar debate televisivo a Macri cuando Cristina ni siquiera permite que un periodista se le acerque. Se le hace cuesta arriba proponer un gobierno de coalición con los mejores de cada partido cuando la Presidenta no cruza palabra con la oposición y en su gabinete y designaciones toma distancia hasta del PJ. El mensaje hace ruido porque Filmus se presenta como el embajador de Cristina en la Ciudad. Y eso suma por un lado pero resta por el otro. Ni al candidato le gustó que no le hayan permitido hablar en su acto de lanzamiento o que la lista de diputados haya sido cocinada en la Casa Rosada.
Los voceros de la ortodoxia kirchnerista tienen que hacer malabares con las palabras para explicar cómo un hombre de centro moderado, que fue privatista, que pone el eje en el combate contra los delincuentes y no ataca ni a Clarín ni a las corporaciones y ofrece dialogar con todos es muy malo en la Ciudad de Buenos Aires y muy bueno cruzando la General Paz. Porque las trayectorias, perfiles, estilos y hasta la ideología de Macri y Daniel Scioli son bastante similares. Algo no cierra. Y es mucho más que una fisura en el discurso. Es el disparador de lo que hoy se discute en las filas K.
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