¿Qué hubiera pasado si...?
Qué habría pasado si Napoleón hubiera triunfado en la batalla de Waterloo, o si el desembarco aliado en Normandía en 1944 hubiera sido rechazado por las defensas alemanas o si Khruschev en 1962 no hubiera reculado sus misiles nucleares puestos en Cuba frente a Miami? Aunque no siempre bien fundamentados, abundan los trabajos que incursionan en la llamada historia contrafáctica, particularmente en asuntos militares y políticos. Un ejemplo clásico es el de Edward Gibbon planteando, en su "Decadencia y caída del Imperio Romano", que si los sarracenos no hubieran sido detenidos en la frontera europea en el año 972 (por Carlos Martel en Poitiers) habrían colonizado Europa. Pero no son escasos, fuera de los militares, los ejemplos en ámbitos de todo tipo. ¿Qué habría sucedido en Rusia si Lenin no hubiese fallecido en 1924 dejando libre el poder para el sanguinario Stalin o si a Hitler lo hubieran muerto en el atentado que lo dejó con vida en 1944?
Se da el nombre de "historia contrafáctica" al ejercicio intelectual de imaginar escenarios alternativos al curso de los hechos partiendo de datos concretos y documentados para adaptarlos a escenarios diferentes, en cada caso plausibles respecto de aquellos que se tienen por reales. El pensamiento contrafáctico ha tenido impugnadores desde la historiografía por considerárselo empíricamente indemostrable. Idealistas y marxistas lo calificaron de algo fuera de lugar en la disciplina histórica y fue estigmatizado entre otros por Hegel y por Marx. Recibió calificativos como "extravagancia de la imaginación" y "mero juego de salón". Benedetto Croce lo juzgó ejercicio inútil y pueril, "un jueguito que usamos dentro de nosotros mismos en momentos de ocio y haraganería". Pero ha tenido, y tiene, estudiosos que ponen de relieve ciertos méritos y niegan que sea una pérdida de tiempo. Uno de ellos fue Hugh Trevor-Roper, historiador británico, que basaba su juicio positivo en que, decía, la historia no es meramente lo que sucedió; es lo que sucedió en el contexto de lo que pudo haber sucedido. No faltaron los que ameritaron su virtud como "herramienta didáctica". Más generalmente, según lo aprecia actualmente Niall Ferguson, autor de una antología sobre el asunto, el uso de este tipo de aproximación es defendible para rechazar las teorías deterministas y valorar la importancia de la acción del individuo y del azar en los negocios humanos.
No faltan en nuestro país los que se divierten con historia contrafáctica, a menudo según sesgos de más bien imaginaria, virtual o alternativa. Ofrecen ejemplos interesantes porque nos son próximos, corresponden a nuestras circunstancias históricas y políticas. ¿Qué hubiera pasado, se preguntan algunos por ejemplo, si los ingleses hubieran tenido éxito en su intento de apoderarse de Buenos Aires (y del país) en 1806? No faltan analistas de nuestras guerras civiles que especulan sobre qué hubiera ocurrido si al general Paz, cuando se venía a paso de vencedor contra Rosas, no le hubieran boleado el caballo en Córdoba. O los que imaginan un país distinto del que tenemos si no se hubiera producido en 1962 el golpe militar contra el gobierno de Frondizi. Un caso muy citado es el de la suerte política de Perón. Juan Carlos Torre desarrolló en un capítulo de un libro titulado "El 17 de octubre" un relato contrafactual (más que como historia impresiona como "wishful thinking") basado en la hipótesis de un fracaso de la movilización popular en razón de circunstancias como disidencias militares y la situación psicológica de los actores. Imagina una represión decidida por el general Ávalos en cuya consecuencia el coronel Perón pide la baja del ejército y se retira con su mujer al sur. Se entrega el gobierno a la Suprema Corte, convocan a elecciones, triunfa la fórmula Tamborini-Mosca y se inicia una era de moderación y reformas económicas y sociales. En 1950 el coronel vuelve de Chubut, se presenta a elecciones en 1952 y triunfa. Pero en su gobierno las cosas no andan bien y es derrocado por las Fuerzas Armadas en 1954.
Hay rasgos de la actualidad que reportan ideas afines a una historia imaginaria. Leemos, por ejemplo en el último suplemento "ADN" de "La Nación" una nota de Beatriz Sarlo que se titula "Si no hubiera existido Borges", en la que dibuja un universo literario en el que la no existencia (supuesta) de la obra borgeana hubiera dado lugar, por virtud de esa no-influencia, a trayectorias diferentes en la literatura argentina de nuestros días. Y hasta podríamos traer a la memoria, en ocasión de que se evoca el 25º aniversario de la muerte del escritor, una poesía suya publicada en 1977 precisamente sobre hechos posibles que no se concretaron. La poesía es Ésta: "Pienso en las cosas que pudieron ser y no fueron./ El tratado de mitología sajona que Beda no escribió./ La obra inconcebible que a Dante le fue dado acaso entrever,/ ya corregido el último verso de la Comedia./ La historia sin la tarde de la Cruz y la tarde de la cicuta./ La historia sin el rostro de Helena./ El hombre sin los ojos, que nos ha deparado la luna./ En las tres jornadas de Gettysburg la victoria del Sur./ El amor que no compartimos./ El dilatado imperio que los Vikings no quisieron fundar./ El orbe sin la rueda o sin la rosa./ El juicio de John Donne sobre Shakespeare./ El otro cuerno del Unicornio./ El ave fabulosa de Irlanda, que está en dos lugares a un tiempo./ El hijo que no tuve".
(*) Doctor en Filosofía
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