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domingo, 11 de marzo de 2018

Un plan B por el amor de Dios, Por Alejandro Borensztein para Clarin

Un plan B por el amor de Dios

Por Alejandro Borensztein para Clarin
Un plan B por el amor de Dios

El kirchnerismo, aunque intente disimularlo, en el fondo detesta al peronismo.

Antes que nada: frente a la histórica movilización en favor de la igualdad entre hombres y mujeres, y en contra de toda forma de maltrato y violencia de género, vaya desde esta humilde página mi solidaridad con Oscar Parrilli.

Ahora sí, arranquemos con lo importante.

La historia enseña. Según el reconocido científico y futurólogo estadounidense Michio Kaku, en algún momento la humanidad estará obligada a dejar el planeta si es que pretende seguir existiendo.

Tarde o temprano, por la propia dinámica del cosmos, la Tierra será inhabitable. El sol tiende inexorablemente a apagarse y la posibilidad de que nuestro planeta sea impactado por meteoritos es altísima. Textualmente, Kaku escribió en su último libro: “Los dinosaurios ya no existen más porque no tuvieron un plan B”. Lo mismo le pasa a la Argentina.

Todos queremos que este gobierno, que por ahora anda divino, logre que el avión que el kirchnerismo dejó sin nafta a 10.000 metros de altura, aterrice en esa pista de desarrollo y bienestar que tanto anhelamos.

Pero por las dudas, tal como nos enseña la historia de los dinosaurios, hay que tener un plan B.

¿Que sería un plan B? Ni más ni menos que una oposición seria que garantice una alternancia democrática respetuosa de la Constitución, la República y el Estado de Derecho.

Nadie está diciendo que el gobierno anterior no haya sido respetuoso de estos valores, pero les costaba. Eran medio remolones.

Lo ideal sería que a futuro, el apego a un capitalismo democrático con un Estado presente, fuerte y responsable, salga con fritas.

Para ponerle nombre y apellido, digamos que necesitamos más Alfonsín y menos Moreno. O más Fernández Meijide y menos Aníbal Fernández. O más Robert Cox y menos Spolzky.

Por ahora, el mejor Plan B que tenemos a mano es ayudar al peronismo a construir un frente electoral amplio, democrático y competitivo. Difícil que el chancho chifle, pero no imposible.

En su blooper de la semana, el diputado Nicolás Massot dijo en un programa de América 24, sin saber que estaba al aire, “dentro de 6 o 10 años van a volver a gobernar los peronistas”.

De ser así, mejor que sean peronistas de los buenos y no la batucada falsoprogresista de Milani, Jaime o Boudou que tanto nos divirtieron durante los últimos años pero que no sirvieron para nada.

A propósito, mensaje para Massot: Ley número 1 de la televisión: nunca pierdas de vista la lucesita roja que está arriba de la cámara. Se llama “Tally”. Cuando está prendida, estás en el aire y esa es la que te está enfocando. Acordate macho.

Volviendo al punto. ¿Con que contamos para esa renovación peronista?

En principio iría descartando lo que queda del kirchnerismo porque, aunque traten de disimularlo, en el fondo detestan al peronismo. Hay un intento de limar asperezas pero las escuchas telefónicas entre Cristina y Parrilli no estarían ayudando demasiado (“que se suturen el… esos pelotu… etc.etc.”).

Además, la idea de mantener vigente a los espantapájaros de Hotesur puede ser un buen negocio para el gobierno pero definitivamente es un mal negocio para el país. Anula toda posibilidad de Plan B y nos acerca peligrosamente al destino de los dinosaurios.

En todo caso, rescataría de ahí lo poco presentable que les queda como Taiana o Filmus y al resto le iría organizando el partido despedida. No hace falta aclarar quienes van a jugarlo, ya los conocemos a todos.

Por el otro lado hay una generación de patriarcas setentones que podrían funcionar como sabios componedores salomónicos acercando posiciones entre los aspirantes a liderar esta renovación.

Yo sé que no estamos hablando de aquellos sabios del ágora griega, pero a falta de un Sócrates o un Platón, habrá que conformarse con un Alberto Rodríguez Saá o un Gioja. Venga, no se vaya, amigo lector. Es lo que hay. Ambos nacieron en 1949 y hoy tienen 68 años.

Si queremos levantar el nivel de los patriarcas tenemos a los cordobeses Schiaretti y De la Sota. Curiosamente, los dos también nacieron en 1949 y hoy tienen 68 años.

De la Sota es el más aggiornado. A su manera, el tipo es un moderno. Da canchero, pero igual es miembro del club de los patriarcas.

Creáse o no, este año soplan 68 velitas Pichetto y Felipe Solá.

Felipe parece más joven porque la juega de langa. Y Pichetto te desorienta porque es un clásico jugador de póker. Pispea las cartas y no se le mueve un solo músculo de la cara. Hace años que nos hace creer que tiene full de ases con reyes cuando seguramente no tiene ni un par simple de cuatros. Pero te bluffea como los dioses.

Detallecito final: aunque parezca joda, hace dos semanas el Compañero NCK hubiera cumplido… 68 años.

La única explicación posible para esta insólita coincidencia de los 68 años es que todas estas familias se excitaban leyendo la Constitución de Perón de 1949.

Con unos cuantos años más (tiene 76) todavía asoma il consigliere mayor: Duhalde, aunque últimamente está en observación. Acaba de declarar textualmente “la situación del país es similar a la del 2001, muy parecida”. Típica reacción de quien confunde lo que pasa con lo que quiere que pase. Raro en él. Es el único ex presidente más o menos presentable que nos quedaba. Cuídenlo, viejo.

Por supuesto, ninguno de estos setentones está para encabezar boleta. Mucho menos aún para planificar estrategias electorales. Imagínese a todos estos tipos juntos contra los 200 pibes que Marcos Peña tiene haciendo Big Data las 24 horas del día. Imposible competir.

Sin duda, el rol que les cabe a estos patriarcas es el de ordenar e impulsar a una nueva generación capaz de construir el famoso Plan B.

Más abajo, una nueva generación de peronistas espera con hambre de gol: gobernadores como Uñac o Manzur, intendentes como Magario o Menéndez, legisladores como Bossio o Arroyo. Toda gente más joven que podrán ser muy efectivos pero todavía no los conoce ni el loro.

Asoma un poquito Insaurralde (en realidad la que asoma es Jésica, él roba cámara). Y definitivamente sobresalen Massa y Urtubey que son las cartas más fuertes que tiene el peronismo hoy en día.

Yo diría que la dupla Massa/Urtubey es un poco como aquella dupla Piojo López/Crespo de la era Bielsa. Uno rapidito por afuera y uno más alto por adentro. Es una comparación poco alentadora porque, si bien es verdad que hicieron muchos goles, al final en el Mundial no le ganaron a nadie.

Quizá este sea el destino cercano del peronismo. Perder dignamente en 2019 y seguir hasta que el tiempo los acomode.

¿Nos interesa todo esto? Sí. Es tan importante que le vaya bien a este gobierno como que tengamos una buena oposición con capacidad para reemplazarlo y gobernar sin que tengamos que salir todos corriendo a Ezeiza.

¿Es urgente tener un plan B? No, pero es muy necesario. Para los que votan a Macri deberían saber que sólo hay una cosa peor que una derrota de Cambiemos en 2019: que Macri gane por mucho.

El final del kirchnerismo tuvo su piedra fundacional en el 54% obtenido por la falta de una oposición. Eso les hizo creer que podían ir por todo. Ahí los tenés: fueron por todo y volvieron sin nada.

¿Se lo vuelvo a explicar amigo lector?

La historia te enseña todo. Tanto la de los dinosaurios de hace 65 millones de años como la de los dinosaurios de la última década.

Vamos compañeros, organicémosnon.

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