¿Por qué un joven de 20 años, con todas las ganas de militar en el peronismo, tiene que hacerse cargo, por ejemplo, de Amado Boudou? ¿Qué culpa tiene el pibe del mamarracho que hizo el kirchnerismo?
O peor aún, ¿por qué a esta altura del siglo XXI, un peronista flamante tiene que hacerse cargo de los libros de primaria con la cara de Evita en los ´50, de López Rega y los Montoneros en los ´70, de Menem en los ´90 y así sucesivamente con todos los pecados del peronismo hasta llegar a los monstruos más recientes, como por ejemplo… (completar a voluntad, tanto con kirchneristas que todavía andan sueltos, como con aquellos que ya han sido detenidos por la dictadura de Macri gato).
Pensemos: ¿qué clase de peronismo pueden construir hoy aquellas generaciones que, física o mentalmente, siguen entrampadas con Isabel y su Triple A, con Menem y sus indultos o con Kirchner y sus De Vidos, sólo por nombrar algunos hitos imborrables.
Sin duda, hay que liberar al peronismo de su pasado esclavizante. Nuestra democracia no va a funcionar como Dios manda hasta que al menos no haya dos partidos que contengan una buena sarta de dirigentes con ideas distintas, pero con el mismo espíritu republicano.
Por supuesto, abundan los que dicen que uno de esos partidos es el frente Cambiemos y que el otro todavía no existe. O sea, ya salieron los gorilas de siempre a decir, una vez más, que el peronismo se terminó.
Puede ser que se haya terminado el partido peronista, pero lo que seguramente no se terminaron son los dirigentes peronistas. Y en algún lugar hay que ponerlos. Y ya que tenemos al peronismo, ¿para qué vamos a andar inventando un partido nuevo? Acomodémoslos ahí adentro.
El problema es que hoy el partido peronista está muy cascoteado. Los últimos inquilinos que se fueron en 2015 lo dejaron a la miseria.
Eso obliga al peronismo a dos tareas titánicas. Por un lado, un plan integral de refacciones y por el otro, lo más difícil: hay que encontrarles un Moisés.
Si no, la competencia con Cambiemos va a ser muy despareja. Los peronistas traen la mochila muy cargada, mientras que los de Cambiemos vienen livianitos. Es mucha ventaja deportiva.
Ojo, digamos las cosas como son; no es que en Cambiemos no haya impresentables de larga trayectoria. Los hay, y a medida que pase el tiempo y ganen confianza, van a ir apareciendo muchos más. Pero borraron sus pasados. La mayoría tiene los números de chasis y motor adulterados.
Algunos de ellos vienen de la UCR, de la Alianza, de De la Rúa y del Grupo Sushi. Otros vienen de diversas vertientes peronistas, mayormente chamuscados. Nunca falta alguno de la UCeDe. En fin, hay de todo.
Pero Cambiemos es también una formidable máquina de blanqueo político donde nadie tiene que hacerse cargo de casi nada que haya ocurrido algunos años atrás.
Es un partido nuevo, con mucha gente joven pero también con algunos galanes maduros y divas baqueteadas cuyas macanas quedaron en sus partidos de origen y, luego de recorrer el desierto por un rato, entraron a Cambiemos y pusieron el cuenta kilómetros en cero.
En cambio los pobres peronistas, todavía están poniendo la cara por Herminio Iglesias. No terminaron de explicar Gostanián, que ya tienen que estar explicando Moreno. No habían terminado de justificar por qué los Kirchner promovieron la privatización de YPF, cuando ya tuvieron que salir a justificar por qué los mismos Kirchner la estaban estatizando. Es injusto.
Llegó el momento de ponerle más garra que nunca o darle la razón al gorilaje que vuelve a preanunciar el final del peronismo, esta vez de una manera diferente. Ya no por culpa de un nuevo líder republicano ni de un carismático populista que arrastra masivas voluntades.
Según esta teoría, el peronismo habría terminado a manos de un ecuatoriano bajito de pelo negro Albalatex y dos dedos de distancia entre la hebilla del cinturón y el eje horizontal entre pezones, con una fórmula muy sencilla, magistralmente definida por el politólogo Eduardo Fidanza: “Metrobus mata lucha de clases”.
Durán Barba habría convencido a Macri de una estrategia simple: “Mauricio, no te juntes con nadie. Vos sos lo nuevo y los demás son el pasado. Hacé cloacas y dejate de joder”.
¿Así de fácil era el tema? Puede ser, pero por las dudas rearmemos un partido alternativo, no sea cosa que nos volvamos a poner el país de sombrero. En principio, un partido peronista. Después vemos si se nos ocurre algo mejor.
Antes que nada le aggiornaría el nombre. Seguir diciéndole PJ a secas, da viejo. Podría ser “iPj” o “iPerón”. Te da un peronismo más Apple, más innovation. Me parece que eso le sumaría mucha más juventud que seguir cantando la pelotudez de “los pibes para la liberación” con la que ya no engañan a nadie.
Con respecto al contenido, a la hora de reconstruir el peronismo evitaría las definiciones ideológicas. Ya que las vienen evitando hace 70 años, por un par de añitos más que posterguen el debate no va a pasar nada.
¿Con quiénes adentro? Con todos, salvo con la gavilla kirchnerista que todavía cree que el sol gira alrededor de ellos. Hasta que no reconozcan que Galileo Galilei tenía razón, los dejaría en la campana sandwichera.
Sobre todo dejaría afuera a los dirigentes más jóvenes que curiosamente son los que tienen pensamientos más antiguos.
Son mucho más rescatables Filmus, Taiana o hasta Diana Conti que Larroque, Máximo, Vallejos o Wado. Y eso que hay que ponerle mucha onda para pensar en rescatar a Diana Conti. Pero hagamos el esfuerzo.
Además, la diputada saliente declaró que tiene pensado hacer un programa de televisión. Si usted supiera, amigo lector, la cantidad de veces que en mi vida escuché gente decir “me cansé de todo, ahora voy a hacer un programa de televisión”. Es la escala previa al parripollo.
Hay que rescatarla, por el bien de ella y de la televisión. Y si insiste mucho, le daremos una mano con el programa. Ya tengo el título: “Fascistas en el aire” con la conducción de Diana Conti y un panel compuesto por Sabbatella, D’Elía, Recalde (padre) y el tipo de barba candado que lloriquea porque los empresarios kirchneristas lo rajaron de C5N.
Si lo producimos bien, puede andar. Mañana lo llamo al “Chueco”. Sólo por ver a Sabbatella diciendo “Prendete al Trece”, ya vale la pena.
Volviendo al punto, para mí en esta nueva versión del peronismo entran todos. Massa, Camaño, Urtubey, Uñac, Schiaretti, Solá, Bossio, Domínguez, Abal Medina, el Chino Navarro. Bue, ponele a Manzur también. Y agrégale a Randazzo, que tanto aportó a los triunfos de 2015 y 2017. Yo sería amplio.
Finalmente, hay que buscar un Moisés que los guíe. Me gusta más Julio Bárbaro que Pichetto.
Si Cambiemos hace las cosas bien, tendríamos 6 años más de Macri + 8 de Larreta + 8 de Peña + 8 de Vidal (orden alfabético para que no se me ofenda ninguno). Eso te daría 30 años en el desierto.
En esos 30 años, Pichetto se te puede volver a hacer kirchnerista o menemista. Hoy es más importante, pero es más inestable.
En cambio Julio Bárbaro es un sabio patriarca indiscutible. Tal vez el único que le queda al peronismo capaz de llevarlos a la Tierra Prometida. Tiene 75 años, más 30 en el desierto serían 105. Complicado. Pero según el Viejo Testamento, Moisés vivió 120 años, 80 en Egipto y 40 en el desierto.
Le tengo fe. Vamos Julio, un esfuercito más por la Patria, el movimiento y los hombres. Abrazo grande.
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