Hay Macri para rato; Cristina, un rato más
Por Carlos M. Reymundo Roberts
Después de las PASO me he sumido en profundas meditaciones para tratar de entender lo que está pasando en la política argentina. Fueron largas horas de reflexión y análisis, concluidas las cuales me parece que estoy en condiciones de esbozar mis teorías, en algún punto revolucionarias, disruptivas. La primera conclusión que saqué es que si mi candidato, Pino Solanas, tuvo un estrepitoso fracaso (¡0,53%!), el fracasado soy yo. Mis amigos dicen que mi voto es calificado: lo califican de idiota y perdido.
Van ahora las demás conclusiones, que, creo, tienen el atributo de ser originales:
1) Ningún pronóstico del "círculo rojo" (empresarios, intelectuales, opinólogos, influyentes, periodistas?) anticipó el gran triunfo del Gobierno. Para todos, el haber resucitado a Cristina había sido un error imperdonable de Cambiemos. Tan imperdonable como lo fue en su momento no haberse aliado con Massa para enfrentar a Scioli o haber tirado a la desconocida Heidi Vidal a pelear con los leones en Buenos Aires. Hoy hay consenso en que la resurrección acotada de la señora es el mejor combustible para mantener disgregado y sin líder al peronismo. Ahí enquistada, Cristina no come ni deja comer. No come: está rapiñando tres votos para no pasar vergüenza, probablemente pierda en octubre y en cualquier caso no tiene más destino que ocupar una banca en el Senado, donde el "traidor" Pichetto, su "empleado" (diría ella) durante tantos años, podrá humillarla: "Señora senadora, se acabó su tiempo. Cállese". No come, les decía: perdió por escándalo en los tres distritos que la tienen como vecina: Santa Cruz, Recoleta y Puerto Madero. Le tengo dicho que se mude a La Matanza, y me contesta con palabras indignas de alguien que ha hablado en Harvard. Y tampoco deja comer: su universo electoral es limitado, pero la mantiene en partido e impide la aparición de nuevos jugadores. Donde ella pisa no crecen las plantas. Hoy, gracias a esa presencia tóxica de Cristina incentivada por el Gobierno, no es aventurado arriesgar que Macri tiene media reelección asegurada. Me dan ganas de decir: compañeros del círculo rojo, entreguémonos, nos equivocamos otra vez. No voy a hacerlo. A ver si perdemos glamour.
2) La segunda conclusión se deriva de la primera. Quizá vaya siendo tiempo de que revisemos nuestras prevenciones sobre el Presidente. Me lo dijo esta semana un peronista de la provincia de Buenos Aires, de esos que tienen más calle que un taxi: "Che, este Mauricio, ningún boludo?". Le pedí que lo expresara en términos menos lesivos hacia la investidura presidencial. "Es muy sencillo: repasemos su vida política. Llegó a Boca, estuvo 13 años, ganó todo y se dio el lujo de dejar un delfín, hasta hoy. Lo mismo en la ciudad: dos mandatos y cuando se fue dejó un delfín. Y en el país todo indica que va camino de ser reelegido y que para después ya tiene de delfín a María Eugenia. Insisto: ningún boludo". No hay caso con estos tipos: son mal hablados.
3) La batalla más sorprendente que ganó el Gobierno el domingo no tuvo que ver con la performance electoral. Esa noche armó un espectáculo bien kirchnerista, festejando tempranito, antes de tiempo, y después yéndose a dormir, no sin dejar precisas instrucciones sobre cómo debían ir difundiéndose por goteo las cifras de Buenos Aires. Lo que estaba en juego era de una importancia sideral: la tapa de los diarios del lunes, la reacción de los mercados, el impacto mundial. Nada debía empañar el triunfo. "Cristina -habrán dicho-, vas a ganar, pero dentro de dos semanas. Sorry, seguí participando." Hay que tener vocación de poder y pulso peronista para hacer esas cosas. Lo mismo hicieron el jueves al echarlo al camarista Freiler gracias a una avivada en el Consejo de la Magistratura. Yo hubiese sudado sangre y todavía estaría golpeándome el pecho. Pero estos CEO resultaron ser unos pícaros tremendos. La batalla que ganó el macrismo la noche del domingo fue ahuyentar para siempre el fantasma de un gobierno tibio, delarruista. Esa noche, la razón fría de Estado primó sobre el manual de las buenas costumbres. Esa noche empezó a desintegrarse el club del helicóptero. Republicano al fin, Macri pidió que la manipulación empezara cuando él ya estuviese dormido. Mauricio, yo estaba despierto: ¡de lo que te salvaste!
4) El Gobierno dispone de la maquinaria electoral más profesional del país (desde ahora, el que critica a Durán Barba es porque no entiende nada de nada). También es cierto que no tiene competidores de fuste: el jefe de campaña de Cristina es Máximo.
5) El resultado de las PASO ha derivado en una caza de brujas en el kirchnerismo. Todos sospechan de todos. A Brancatelli lo acusan de haberse vendido al oro macrista por su contribución al lucimiento de María Eugenia en Intratables. El cristicinismo dice que Randazzo hizo su campaña con plata que le pasó el Gobierno. Otros sospechan que también de ahí salió guita para las listas que competían con Lousteau por el segundo puesto. Muchos piden que Moreno y D'Elía -14 o 15 votos cada uno- sean desterrados al séptimo infierno del Dante. Mi consejo: no deberían aflorar estas peleas cuando Unidad Ciudadana va camino de convertirse en un muy respetable partido vecinal.
Resumiendo: hay Macri para rato y hay Cristina para un rato más. ¿El PJ? Como que va desapareciendo. Hace rato.
LA NACION Opinión Actualidad política
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