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domingo, 27 de septiembre de 2015

Esta democracia no es para maricones por Alejandro Borensztein

Esta democracia no es para maricones

Humor político
Hay gente que todavía insiste en que nuestro país ya debería tener una democracia madura que incluya el normal funcionamiento de las instituciones, la independencia de los poderes y un sistema electoral eficiente, transparente y moderno.
Son los mismos maricones de siempre que andan por ahí quejándose de que, por ejemplo, entre el cuerpo de la boleta del candidato a presidente y el del candidato a gobernador, viene intercalada una lista interminable con los nombres de los vagos que van al Parlasur y que estamos eligiendo hoy para que asuman en el año 2020.
En ésta les doy la derecha. ¿Para qué tenemos que comprometernos desde ahora con estos ñoquis que quieren ir al Parlasur dentro de cinco años, con la cantidad de nuevos y mejores inútiles que seguramente van a aparecer en el próximo lustro? No entiendo el apuro.
Pero los fifís del orgullo republicano dicen que este sistema de boletas lo armaron para que sea más difícil cortarla y reemplazar al gobernador malo por el gobernador bueno. Si bien hay mucha gente a la que le encanta Aníbal Fernández, parece ser que hay otros que no. Vaya uno a saber por qué.
Sin embargo, lo peor de todo es que estos afrancesados de la democracia ahora andan llorando por los rincones porque Scioli se bajó del debate presidencial que organiza la ONG “Argentina Debate”. Y por supuesto, ponen de ejemplo lo bien que se debate en otros países como Noruega, Estados Unidos, Chile, Perú y otras democracias centenarias sin entender que no se puede pasar del alperovichismo al estado de derecho de un día para el otro.
Por suerte, el Compañero Lancha ya avisó que no piensa debatir. Y lo bien que hace. Yo hubiera hecho lo mismo. No estamos para estos refinamientos. Y menos con la cantidad de pobres que tenemos, los 2.500 dólares de mierda que nos van a dejar en el Central y el 30% de inflación con el que lideramos el planeta.
Nadie puede pretender que el tipo se pare frente a los otros 5 presidenciables, a debatir qué se hace con la inflación, sin preocuparse por el rayo de la muerte con el que Ella lo fulminaría al instante. Por más que en estos doce años el Compañero Lancha haya demostrado tener un pararrayos de titanio, por las dudas, yo no me arriesgaría.
Si Scioli fuera al debate no tendría más remedio que sanatear y decir que va a hacer una cosa distinta a la que realmente va a hacer. Y como el debate se va a transmitir prácticamente por cadena nacional, eso sería mentirle a 40 millones de argentinos. Imposible. Ya se sabe que el camelo por cadena nacional es un formato que por ahora tiene una artista exclusiva.
Por eso, adhiero a la idea de que no vaya a debatir. No estamos preparados para estas cosas. Imagínense amigo lector, lo que significaría estar parado ahí, solito mi alma, y teniendo al lado a Margarita Stolbizer mirándolo y diciéndole: “Hola papi, hablame de Hotesur, de los millones que lavaron los Kirchner y de los contratos de obra pública de Lázaro Báez, ¿dale?...” ¿Qué necesidad tiene Scioli de arriesgar la punta pasando un papelón por chanchullos ajenos?
O por ahí lo interrumpe Nicolás Del Caño, el candidato del Frente de Izquierda y le dice: “Che Lancha, explicame por qué los obreros tienen que seguir votando al kirchnerismo si la mitad gana menos de 6.000 mangos...”.
Y obviamente el gobernador va a poner cara de “Nooo, Nico querido, yo no soy el kirchnerismo, yo soy otra cosa” pero no lo va a poder decir porque si no, el famoso período de transición hasta que vuelva Ella y del que hablaron Conti y Carlotto, va a durar una semana.
O Rodríguez Saá, que cuando Scioli se bajó de la lancha, hacía 15 años que era Gobernador de San Luis y doscientos que era peronista. El tipo te tira con toda su trayectoria y te dice… “¿Así que vos sos peronista?... y desde cuando, macho?”
Mejor que no vaya. Además hay una vieja tradición que dice que quien va primero en las encuestas no debate. La instaló en 1989 el actual senador kirchnerista Carlos Saúl Menem, cuando se negó a debatir con Angeloz. Dejó la silla vacía (ahí se acuñó el término) en el programa de Bernardo Neustadt, una especie de Orlando Barone de aquellos años, pero clase A.
Ante esta situación, el Compañero Mauri salió con los botines de punta. Tiene razón, pero más o menos. Hace sólo un par de meses, el Compañero Larreta se negó a debatir con Lousteau, antes del ballotage, por las mismas dos razones que no quiere debatir Scioli: porque iba primero y porque Lousteau le hubiera dado un baile de novela.
El Jefe de Gabinete dijo que no hay que ir al debate porque no había reglas de juego claras. Bien ahí Aníbal, escondiendo que Argentina Debate tenía todo perfectamente organizado, incluyendo tiempos para cada intervención, sorteos de orden, bloques, temas, moderadores y encima todo consensuado con los seis equipos de campaña, incluido el de Scioli.
Basta. Terminemos con la discusión de los debates. Enterremos este insensato intento de pretender una democracia moderna y amanerada. No es lo nuestro.
Dejemos el patético rol de demócratas maricones para los chilenos, los peruanos o los brasileños culorrotos que se mandaron tres debates televisados antes de las elecciones y cuatro más antes del ballotage. Siete en total (uno por cada gol que les hicieron los alemanes).
Mientras tanto, la Presidenta viajó directamente desde lo de Orión hacia Nueva York (cuando decimos Orión no hablamos del arquero de Boca sino de la Constelación). Su gobierno presentó el nuevo billete de 5 pesos. Un billete que vale 30 centavos de dólar. Para el Guinness.
Rara semana en la que Ella sólo televisó su chinche el miércoles a la nochecita e intentó volver a hacerlo el viernes.
Cuenta la leyenda que cuando la Presidenta asumió, prometiendo calidad institucional allá por diciembre de 2007, más exactamente 7 años y un mes antes de que mataran a Nisman, habría visitado a una pitonisa del conurbano.
La mujer le tomó la mano y mirando su palma le dijo: “…Hija mía, veo un momento glorioso en setiembre de 2015… veo una personalidad argentina… peronista… idolatrada… toda vestida de blanco… ovacionada en el Capitolio y en la Casa Blanca… convocando multitudes en el Central Park y en la Quinta Avenida de Nueva York…” Y allí partió feliz la Presidenta, en busca de su década ganada.
Hoy, sola, enojada y mirando por la ventana del Mandarín Oriental Hotel de Nueva York, confirmó finalmente que aquella vidente la chingó. Hay que entenderla.

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