Analisis
Cristina usa la cadena nacional como herramienta contrahegemónica
UN DISCURSO PARA TODOS Y TODAS
El
kirchnerismo ha inaugurado una nueva manera de comunicarse con la
ciudadanía”, indicó no hace mucho tiempo la diputada Andrea García (FpV)
a Semanario Parlamentario. La frase venía a cuento de las críticas del
periodista Jorge Lanata a Cristina Kirchner, consignadas bajo la
frase/consigna “queremos preguntar”. Es que ya casi nadie se acuerda de
la última conferencia de prensa que brindó la jefa de Estado.
“No
es a través de las conferencias de prensa, no tiene intermediarios.
Cristina le dice a la ciudadanía hacia dónde va y cómo va. Veía hace
poco un grupo de periodistas que dicen que quieren preguntar. Es mentira. Quieren interpelarnos y condenarnos”, completaba García respecto de la polémica.
Efectivamente,
en el kirchnerismo —o más bien en Cristina Fernández— se pueden
detectar características de un estilo comunicacional singular. Hay
bastante consenso para afirmar que la mandataria es una gran oradora. La
retórica la distingue de su marido y de sus antecesores. Quizás sea por
el hecho de que como mujer haya traído un cambio en la manera de hacer
política, de vincularse con los ciudadanos y en la forma de ejercer el
poder.
Las palabras de la presidenta
El
lenguaje político de la presidenta marca un antes y un después. Su
discurso se caracteriza por un sesgo personal y mesuradamente emotivo,
sobre todo desde la muerte de Néstor Kirchner. Es de un estilo
conversacional e intimista que no se halla en otros expresidentes y
sobre el cual se erige un fuerte liderazgo, en gran parte asentado en
sus cualidades carismáticas. Un análisis de sus declaraciones revela,
por ejemplo, el uso recurrente de las frases “quiero contarles”, “me
acuerdo que”, “me parece que”.
Cristina
Fernández sobreutiliza términos que remiten a la sociedad como un
conjunto de individuales: “cada uno de nosotros”, “todos y cada uno”;
así como el uso genérico del “todos y todas”, que ya forma parte de la
cultura lingüística argentina. Tanto, que la Real Academia Española (RAE) le llamó la atención a estos usos y salió a defender el género masculino.
Otra
cuestión señalada por el sociólogo Víctor Armony de la Universidad de
Quebec de Montreal en el marco de un análisis discursivo de los
presidentes argentinos desde 1983, es la subutilización por parte de
Cristina de los términos “Gobierno”, “nacional” y “pueblo”. Se evitan
así los conceptos que subrayan la distancia entre la clase dirigente (el
“Gobierno” y el “Estado”) y los “ciudadanos”; y se habla más de
“sociedad”, antes que de “Nación” o de “pueblo”. Por otro lado, al igual
que Néstor Kirchner, la presidenta se presenta como una líder sensible y
guiada por “convicciones”. Qué duda cabe, la presidenta tiene muy
presente el “que se vayan todos” de 2001.
La puesta en escena
CFK
siempre fue una figura de alto perfil: esposa del gobernador de Santa
Cruz, legisladora respetada por su inteligencia y su competencia en la
tarea parlamentaria. Supo ser hipermediática, pero a partir de 2003 optó
por serlo apostando más bien por el contacto directo con los
ciudadanos, sin la prensa como intermediaria. Así transitó sus tiempos
como primera dama y sus campañas presidenciales.
El
hecho de no brindar conferencias de prensa le permite a la presidenta
lucir aún más la formidable capacidad oratoria que forjó tras 18 años
como legisladora. Y devota de un catecismo político, prefiere que sean
sus ministros los encargados de precisar ante los periodistas las
políticas que se ponen en marcha. Así lo vienen haciendo, por ejemplo,
Florencio Randazzo o Julio De Vido, en los últimos tiempos.
Eso
sí, sólo en contadas ocasiones participa de ruedas de prensa donde se
la ve muy distendida y cercana a los comunicadores. De la forma que sea,
trata de exprimir al máximo las herramientas que le da el Estado para
comunicarse con los otros —ciudadanos, organizaciones, corporaciones,
militantes oficialistas, opositores, extranjeros, etcétera—.
Pero
ser presidente conlleva ya de por sí un importante desgaste, y los
traslados al interior que implicarían su decisión de estar en contacto
con cada rincón del país donde haya algo para inaugurar o anunciar,
significaban una carga extra que se subsanó con las teleconferencias. La
presidenta está maravillada con esa posibilidad que le brinda la
tecnología de estar presente de alguna manera en todo el país —incluso
en varias partes a la vez— sin necesidad de desplazarse de la Casa
Rosada. Sí va seguido al Conurbano, donde puede estrechar manos y
recibir besos de quienes constituyen su principal base electoral.
Esa
tendencia de estar presente casi todos los días detrás del atril se
potenció durante la campaña para la reelección y, tras su ausencia
obligada por la operación de tiroides en el verano, volvió con todo y
lejos está de moderarse. Su lugar preferido, el Salón de las Mujeres
Argentinas del Bicentenario, escoltada por la réplica del Ministerio de
Desarrollo Social con la imagen de Eva Perón.
Eso
no es todo. Otra de las características de la comunicación política de
Cristina Fernández es el excesivo uso de la Cadena Nacional, que no
reconoce temas ni lugares específicos.
“Políticas versus corporaciones”
La
utilización de la Cadena Nacional se inscribe en una especial relación
de fuerzas. Ya en el poder, Cristina Kirchner potenció su estilo
comunicacional a partir del enfrentamiento con una parte de la prensa, a
la que eligió como su rival. Es que para el kirchnerismo, según
sostiene Agustín Rossi, los partidos políticos opositores no son sus
enemigos. Como en otras tantas oportunidades, durante la sesión por la
recuperación del control estatal de YPF, el jefe de la bancada
oficialista en Diputados afirmó que “la contradicción de la política
argentina” es “política versus corporaciones y no oficialismo versus
oposición”; que el desafío es “construir una política capaz de
disciplinar al poder corporativo; que la política, desde cualquier
lugar, piensa por el interés general; que las corporaciones piensan en
su propio interés; que para nosotros, la Argentina es la patria y no una
factoría”.
Aunque
a decir verdad, las grandes corporaciones se identifican principalmente
con el Grupo Clarín, con quien rompió lazos en 2008 por su oposición en
medio del conflicto con las entidades agropecuarias y a quien luego se
denunció por su tendencia monopólica en el ámbito de las comunicaciones.
Se
trata de un enfrentamiento que desde que estalló públicamente se fue
agudizando poco a poco, y en medio del cual el Gobierno nacional recogió
iniciativas de la sociedad civil que luego se cristalizaron en la Ley
de Servicios de Comunicación Audiovisual y en la denominada Ley de Papel
Prensa.
Se
pueden mencionar distintas situaciones para comprender el rol que les
otorga el kirchnerismo a sus verdaderos contrincantes. El 4 de julio
durante su primer informe de gestión ante la Cámara baja, el jefe de
Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, se refirió al grupo Clarín como “ese
multimedio con una posición dominante como no se conoce en ninguna otra
parte del mundo, por la capacidad y control de los sectores, (que) viene
una y otra vez queriendo erosionar a la Argentina, pegándole al
Gobierno cada vez con mayor fuerza, las veinticuatro horas del día”.
Ante
los legisladores, Abal Medina indicó que “en los últimos 120 días
Clarín puso 240 títulos negativos en tapa referidos a la economía
argentina”; y que “en comparación con El País de España, un diario que
no es precisamente oficialista (...) durante todo el mes de marzo hubo
cinco títulos negativos, ocho en abril, seis en todo mayo y nueve en
junio”, en un país que, dijo, “está en una situación mucho más
dramática” que Argentina. “Observen entonces la saña particular para
querer convencer a los argentinos de que todo va a ir muy mal y están
equivocados”, disparó.
¿Uso o abuso de la Cadena Nacional?
Según
el diario El Cronista, Cristina Fernández empleó este recurso en doce
oportunidades desde que fue reelecta en octubre de 2011. Y con el
presidente venezolano, Hugo Chávez, y el ecuatoriano, Rafael Correa, son
los tres mandatarios de la región que más la utilizan. Lejos quedan
Dilma Rousseff en Brasil (siete veces), y Felipe Calderón de México
(sólo tres por año). En Perú, los medios nacionales no tienen la
obligación de transmitir mensajes presidenciales; mientras que en
Paraguay, después de los 35 años de dictadura de Alfredo Stroessner,
están prohibidas.
Ahora
bien, la presidenta suele usar la Cadena Nacional para hacer
importantes anuncios, inaugurar obras, o anticipar el inminente envío de
leyes al Parlamento. Así lo hizo por ejemplo cuando anunció que iría
por la reelección o cuando giró al Senado el proyecto para expropiar el
51 por ciento de las acciones de YPF.
Pero
ninguna de estas condiciones respetaría el marco normativo que regula
el uso de esta importante herramienta, según se encargan de denunciar
desde la oposición parlamentaria. Es que según el artículo 75 de la Ley
de Medios, “el Poder Ejecutivo Nacional y los poderes ejecutivos
provinciales podrán, en situaciones graves, excepcionales o de
trascendencia institucional, disponer la integración de la cadena de
radiodifusión nacional o provincial, según el caso, que será obligatoria
para todos los licenciatarios”.
Aunque
estos usos siempre fueron reprochados por los opositores, una nueva ola
de protestas se levantó en las últimas semanas. La gota rebalsó el vaso
el 11 julio, cuando en pleno uso de la Cadena oficial durante la
inauguración de una planta de maquinaria agrícola General Rodríguez,
Cristina Fernández disparó contra Daniel Scioli, un empresario
inmobiliario, y un ministro español (“el pelado este”, dijo). En un
clima de alta tensión política desatado por la crisis financiera
provincial y con el gobernador sentado cerca, la presidenta señaló que “la Nación le ha transferido a la provincia de Buenos Aires 400 mil millones de pesos” desde 2003. “Una cifra inédita”, advirtió, mientras comparaba lo que reciben otras provincias del norte.
Como
si fuera poco, parte del discurso presidencial estuvo dedicado a las
declaraciones efectuadas por Rodrigo Saldaña, uno de los socios de Jorge
Toselli Inmobiliaria, quien manifestó en una nota aparecida en el
diario Clarín que como resultado de las trabas existentes en materia
cambiaria se había producido una fuerte desaceleración de las
operaciones de venta de inmuebles.
Frente
a ello, la primera mandataria manifestó que se comunicó con el titular
de la AFIP para determinar la situación fiscal de la inmobiliaria. Según
lo señalado, la empresa no habría presentado declaraciones sobre
ganancias desde hace varios años por lo que impartió a la AFIP que
bloquee su Código Unico de Identificación Tributaria (CUIT).
Repercusiones parlamentarias
Legisladores
de todo el arco político se encargaron de remarcar que, como en otras
ocasiones, el uso que la presidenta le había dado el 11 de julio a la
Cadena Nacional no era en situación de gravedad, excepcionalidad ni de
trascendencia institucional, de acuerdo con lo que fija la Ley de
Medios.
Pero
mayor fue la polémica por lo que desde el Pro y el Frente Peronista
consideraron una “persecución” a Saldaña, por haber “vulnerado el
secreto fiscal” que ampara al contribuyente.
A
todo esto, mientras que estos diputados se refirieron a la Ley de
Medios para rechazar el “abuso” de la Cadena Nacional, el oficialismo lo
hizo para referirse a la desinversión que tendrá que hacer el Grupo
Clarín a partir de diciembre, a los efectos de “desmonopolizar el
mercado”.
La
protesta fue de tal magnitud que se materializó en un proyecto de ley
presentado por Laura Alonso (Pro) para suprimir directamente la Cadena
Nacional. Para la diputada porteña, “el uso abusivo y masivo de este
instrumento por parte de la presidenta revela que éste puede ser
utilizado discrecionalmente para satisfacer necesidades políticas
coyunturales”. Más aún, agrega, “en épocas electorales, desnivelando el
escenario de la competencia en favor de sus candidatos y en contra de
los partidos de la oposición”.
“En
una democracia donde la libertad de expresión para todos y todas está
garantizada, no es necesario que los presidentes cuenten con esta
herramienta superpoderosa”, que es “un resabio autoritario de la vieja
ley de radiodifusión”, dijo Alonso, instando a utilizar las herramientas
que brinda Internet.
“Cadena del desánimo”
A
las críticas por el uso excesivo de la Cadena Nacional, Cristina
Fernández las soslaya bien al estilo K: atacando, como mejor defensa.
Por eso ha comenzado a criticar permanentemente lo que define como “la
cadena del desánimo”.
“¿Vieron
que hay una Cadena Nacional del miedo y del desánimo que te larga todos
los días pálidas y cada media hora, cuando dan los títulos, te dicen
cosas y nunca una buena?”, dijo la presidenta, pronosticando que
“seguramente no va a transmitir la inauguración de estas empresas
nuevas”.
Pero
la mandataria se muestra optimista. Pues advierte que la “mala onda
propalada” durará hasta diciembre, “cuando deberá cumplirse de una vez
por todas con la Ley de Medios”.
En
definitiva, para el kirchnerismo la Cadena oficial funciona como una
especie de herramienta contrahegemónica a la que tiene que recurrir “por
la fuerza” (con amenaza de sanciones) porque de otra manera los
“grandes medios” no transmitirían, o en todo caso con “malas
intenciones”, las cuestiones que consideran de “relevancia
institucional”. Sea como sea, nunca hay que olvidar que la audiencia
tiene el poder del control remoto.
Pablo Riveros
Parlamentario.com
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