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domingo, 5 de agosto de 2012

Las amantes de San Martín Por Rolando Hanglin

Pensamientos Incorrectos

Las amantes de San Martín

Por Rolando Hanglin | Para LA NACION
A los 30 años, José de San Martín era un militar español soltero, de guarnición en Cádiz. No es raro, pues, que viviera una amistad colorida con Pepa, la Gaditana, "una manola de vida alegre", según Benjamín Vicuña Mackenna ( Vida de San Martín) . La relación entre ambos debe haber sido de genuino afecto, pues Pepa le hizo llegar una carta en manos de un militar español, antiguo colega de San Martín, para ser entregada en caso de que don José cayese prisionero. Cosa que ya le había ocurrido un par de veces en su carrera militar.
Cuando San Martín llega a Buenos Aires, en 1812, ya convencido de los ideales de la Revolución Francesa y la Española de 1808, en cuyas filas había combatido, lo hace a bordo de la fragata "George Canning". El Libertador había nacido en Yapeyú (o tal vez en Calera de las Vacas, cerca de Carmelo, Uruguay, donde nacieron varios de sus hermanos) pero no conocía a nadie en Buenos Aires. El cumpleaños número 34 del General se celebró a bordo. El líder de aquel numeroso grupo de militares que venían a ponerse a las órdenes del gobierno de Buenos Aires era, aparentemente, Carlos María de Alvear, que acababa de casarse en Londres, en 1809, con una andaluza muy mona llamada Carmen Quintanilla.
Alvear estaba bien relacionado, por parte de padre y madre (los Balbastro) con la pequeña sociedad de Buenos Aires, y se propuso, ante todo, "colocar" socialmente a San Martín. La elegida resultó Remedios Escalada, de sólo 15 años. La niña ya estaba pedida por el teniente coronel Gervasio Dorna, del Regimiento de Patricios. Pero este joven fue rápidamente desairado: moriría durante la guerra de Independencia, en el Alto Perú, en 1815.
San Martín venía a llenar necesidades imperiosas del nuevo país que estaba naciendo en Buenos Aires. Aquí no había, prácticamente, militares de carrera, sobre todo en el bando patriota. Los asuntos de guerra se confiaban a abogados como Belgrano y Castelli, o comerciantes como el potosino Cornelio Saavedra, que además se había iniciado en las armas a los 47 años.
San Martín se casó rápidamente con Remedios: apenas habían pasado cinco meses desde que bajara de la "Canning" en el puerto de Buenos Aires. Era el 12 de septiembre de 1812. Padrinos de boda: Carlos de Alvear y Carmen Quintanilla. Todo indica que el matrimonio no fue feliz. Apenas sirvió para que San Martín se insertara en el ambiente muy cerrado de Buenos Aires, donde de todos modos siempre desconfiaron de aquel personaje un poco inesperado. Tuvieron una sola hija (Merceditas, nacida en 1816) y, durante los once años de su vínculo, estuvieron separados seis años y dos meses.
San Martín era un militar nato, con un sentido del deber casi obsesivo, y fuerte rechazo hacia toda frivolidad. Sin embargo, tocaba bien la guitarra, cantaba y bailaba con mucha gracia. Era alto y de buena facha.
Durante sus doce años de victorias y derrotas en las guerras americanas, se acepta generalmente que San Martín vivió varios amores.
El episodio de la aristócrata chilena . Fue relatado por Manuel de Olazábal y Domingo Faustino Sarmiento (muchos años después) sin dar nombres. Aparentemente, después de la derrota de Cancha Rayada, don José mantuvo una amistad privada con dicha señora, hacia marzo de 1818.
María Josefa Morales. Mexicana, condesa de los Ríos y viuda de Pascual Ruiz Huidobro. Fue la compañera del general mientras este planeaba, desde Mendoza, la expedición al Perú. En los círculos sociales mendocinos, la pareja de Pepe y Pepa era reconocida. Tanto fue así que ciertos trofeos personales del general (su sable corvo y el estandarte de Pizarro, valioso regalo del Perú) fueron retenidos por la condesa. Los devolvió muchos años después, cuando San Martín residía en Francia.
Según Daniel Balmaceda ( Romances Turbulentos de la historia argentina, Sudamericana, 2012 ) esta situación irregular se interrumpió en 1818, cuando Remedios Escalada llegó a Mendoza con la hija de ambos, Mercedes. Ya llevaban seis años de casados. No se conserva ni una sola carta que hayan intercambiado los cónyuges, y hay muestras sobradas de la antipatía mutua que se tributaban el Libertador y su suegra, doña Tomasa de la Quintana, quien lo llamaba no sólo "soldadote" sino también "plebeyo", y tal vez "cholo".
La mulata Jesusa. Junto con Remedios, llegó a Mendoza la criada de confianza de la joven señora. Su madre era negra, procedente de Luanda (Angola) y su padre, blanco, un tío abuelo de las Escalada. Jesusa era alta, de ojos oscuros, dientes perfectos, boca provocativa y andar sensual. Ya es sabido que, planeando el ataque a Lima, San Martín decidió que Remedios volviera a Buenos Aires, cosa que la señora hizo bajo protesta y llevando un ataúd por si se moría en el camino. Jesusa permaneció junto a don José, y viajó con él al Perú. Allí tuvo un hijo natural. Se rumoreaba que era fruto de sus amores con San Martín. En aquella época, por otra parte, se consideraba lógico que los soldados y militares tuvieran amoríos durante sus viajes, siempre que se manejaran con discreción.
Rosa Campusano. Vivía en Lima, pero era originaria de Guayaquil. Tenía 25 años (uno más que Remedios) y era muy amiga de Manuela Sáenz, la famosa amante de Simón Bolívar. Su padre, don Francisco de Herrera y Campusano, solterón invicto, había tenido hijos con cinco mujeres distintas. La madre de Rosita era la mulata Felipa Cornejo. Es decir que también ella tenía sangre africana. Rosita y Pepe vivieron juntos en la residencia "La Magdalena", antigua casa de descanso de los virreyes del Perú.
Carmen Mirón y Alayón. Cuando San Martín viaja para entrevistarse con Bolívar en Guayaquil, lo hace solo, sin Rosita. Su anfitriona en Guayaquil fue Carmen. Nueve meses después de aquel corto encuentro, nació Joaquín Miguel de San Martín y Mirón. Este hombre, ya anciano, contaba a sus nietos, con legítimo orgullo, que era descendiente del prócer argentino, sin que nadie lo desmintiera.
Ya retirado de la vida política, en 1823, San Martín se radica en Mendoza, donde emprende tareas rurales. Pero no viaja a Buenos Aires, donde yacía postrada su esposa Remedios. Don José estaba convencido de que, en Buenos Aires, sería asesinado por sus enemigos. Tenía rabiosas diferencias con Rivadavia.
En 1824, San Martín viajaría a Londres con una misión diplomática muy reservada (Diario Intimo 1824, Rodolfo Terragno). Se llevó a su hija Mercedes, de siete años, después de un grave entredicho con la abuela de la niña, doña Tomasa. Una vez en Europa, procedió a educarla con todo rigor, despojándola de las "malcriadeces" de la abuela.
¿Qué fue, a todo esto, de Rosa Campusano? Se casó, en Lima, con un ciudadano suizo, don Adolfo Gravert, el 20 de noviembre de 1823.
Según afirma Balmaceda, que es un autor de cuidado en estos matices, "los Escalada nunca perdonaron a San Martín el hecho de que no hubiera viajado a Buenos Aires para visitar a Remedios". Ella murió el 3 de agosto de 1823.
Aquel hombre, que parecía físicamente maltrecho después de las campañas de Chile y Perú, viviría 25 años más en Francia, Bélgica e Inglaterra. Allí se reencontraría con su viejo colega Alejandro María Aguado, ex militar andaluz, convertido en próspero banquero francés. Sin duda, Aguado lo ayudó a vivir mejor.
De los amores de don José en esta larga etapa, sabemos poco. Pero, como no fue precisamente célibe en su existencia, es de suponer que los tuvo. Estas pequeñas historias ayudan a captar con más nitidez el perfil del verdadero San Martín. Extraordinario militar, caballero intachable de silencios perfectos, y posiblemente...mal marido.

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