G.O.U. : Grupo de Oficiales Unidos
Escudo del GOU (aguila imperial y al centro imagen del Gral San Martin).
El GOU, Grupo de Oficiales Unidos o Grupo Obra de Unificación, fue una logia argentina de tendencia nacionalista y pro-fascista creada en el seno del Ejército Argentino, el 10 de marzo de 1943. Ese mismo año realizó un golpe de Estado al presidente constitucional Ramón Castillo, luego de la "Década Infame", y gobernando el país hasta febrero de 1946, con el principal objetivo de mantener la neutralidad de la Nación Argentina durante la Segunda Guerra Mundial y evitar que el movimiento obrero se inclinara hacia la izquierda política.
Compuesto por oficiales relativamente jóvenes en la mitad de la jerarquía castrense. Este organismo desarrollaba sus reuniones en secreto y sus ideas predominantes eran: el anticomunismo y la soberanía económica. |
Orígenes
El
GOU era un grupo de oficiales que empezó su vida política en Mendoza,
cuando Perón fue trasladado a su regreso de Europa. Eran unos militares
que querían terminar con el fraude de la "Década Infame"
que llevaba al conflicto social y contener de esta manera al movimiento
obrero para que no terminara desviándose hacia la izquierda".
También buscaba evitar la entrada en la guerra de Argentina en contra
de la Alemania nazi y la Italia fascista. Los orígenes del GOU se
remontan a la acción de dos tenientes coroneles, Miguel Á. Montes y Urbano de la Vega, aunque es preciso aclarar que quienes inspiraron y definieron el sentido de la logia fueron el entonces teniente coronel Juan Domingo Perón (quien actuó en un principio representado por Montes), el hermano de este último, Juan Carlos Montes, Urbano y Agustín de la Vega, Emilio Ramírez, Aristóbulo Mittelbach y Arturo Saavedra, entre otros. Los objetivos del grupo, según sus postulados ideológicos, eran:
- Afianzar la organización y la unidad interna, objetivo surgido de las preocupaciones profesionales de la sociedad militar.
- Prevenir la insurgencia comunista.
- Oponerse al ingreso argentino a la Segunda Guerra Mundial por la influencia de la presión estadounidense.
- Oponerse a la intromisión del sector político en la organización y unidad profesional del Ejército.
- Trabajar para el bienestar general de la Patria y el Ejército.
- Evitar en consecuencia el acceso a la presidencia de Robustiano Patrón Costas, político conservador salteño.
La
decisión de establecer la logia en marzo de 1943 se debió a dos
factores: uno interno, originado por el conocimiento de que la gestión
política del entonces presidente Ramón Castillo utilizaría todos sus
recursos en favor de la candidatura de Patrón Costas, y otro externo,
surgido del profundo descontento que suscitó la política exterior del
Ejército en los integrantes de la logia tras darse a conocer en febrero
de 1943 un memorándum transmitido por el jefe del Estado Mayor, General
Pierrestegui (considerado aliadófilo), quien en agosto de 1942 había expuesto su alarma por la ruptura del equilibrio de fuerzas de la Cuenca del Plata, reclamando un arreglo con los Estados Unidos para la dotación de armamentos para el Ejército.
Hay un tercer factor: la muerte del general Agustín Justo,
antiguo defensor del profesionalismo en las fuerzas armadas, y de
varios de los fundamentos que inspiraban al Grupo de Oficiales Unidos.
Acción
La principal preocupación del GOU eran las
elecciones pues se oponían a la candidatura de Patrón Costas, a causa de
sus conocidas relaciones con grupos conservadores y su apoyo
indiscutido a los Aliados en la Segunda Guerra Mundial y porque además
temían que pudiera triunfar un Frente Popular dirigido por los
comunistas. Un documento del GOU que según Potash habría sido
distribuido en la semana iniciada el 15 de mayo de 1943 menciona como
las dos fuerzas políticas mayoritarias a la Concordancia que había
proclamado la fórmula “Patrón Costas – Iriondo” y a la Unión Democrática
Argentina que todavía no había llegado a acordar sus candidatos. La
primera, integrada por los demócratas nacionales y los
antipersonalistas, era apoyada según el GOU por “la banca internacional,
los diarios y las fuerzas extranjeras que actúan en defensa de
intereses extraños a los del país”, en tanto la segunda “pese a su
nominación disimulada, es el Frente Popular con otro nombre … y agrupa
“con tendencia netamente izquierdista, a las fuerzas comunistas,
socialistas, gremiales, demócratas progresistas, radicales, etc. Su
unión obedece a presiones extrañas, originadas y mantenidas desde el
exterior, financiadas con abundante dinero extranjero y vigiladas y
propulsadas por los agentes propios que actúan en nuestros medios al
servicio de países extranjeros, Se trata de una agrupación netamente
revolucionaria que pretende reeditar el panorama rojo de España”.
Golpe de Estado
Luego
de que Castillo demostrara abiertamente su apoyo a la candidatura de
Patrón Costas, la logia decidió buscar contactos entre sus opositores a
través del teniente coronel González, y decidió dar el golpe en septiembre
de 1943. El Ministro de Guerra, general Pablo Pedro Ramírez (padre de
Emilio Ramírez, integrante del GOU), quien se decía sería el posible
candidato presidencial de la Unión Cívica Radical,
se encontraba al tanto de los movimientos del GOU, pero no actuó contra
ellos ni los pretendió frustrar, mientras que corrían rumores de una
posible insurrección radical que tendría como jefe al general Arturo Rawson.
Castillo exigió una explicación al ministro Ramírez,
quien negó toda filiación radical sin ahondar en mayores detalles,
aunque el primero no quedó conforme con la respuesta del general, y optó
por aguardar la renuncia del mismo, dadas la profundas diferencias y el
distanciamiento mutuo. Los días transcurrieron sin noticias, hasta que
Castillo ordenó al Ministro de Marina, Almirante Fincati la redacción del decreto por el cual se daban por finalizadas las funciones de Ramírez.
Este
decreto jamás llegó a las manos del presidente, pero sí sirvió para
profundizar el distanciamiento con las fuerzas armadas, quienes para las
10 de la noche del 3 de junio, se hallaban movilizándose para efectuar
un golpe de Estado que terminara con el gobierno de Castillo. Ramírez
por su parte se limitó a recomendar que se buscara algún general para
guiar el levantamiento.
A fin de ultimar los detalles del golpe,
se organizó una reunión en la Escuela de Caballería de Campo de Mayo,
encabezada por el coronel Elbio Anaya, y a la que asistieron Rawson,
González y Carlos Vélez, además de varios oficiales superiores, pero no
Perón. En esta reunión se decidió adoptar un manifiesto redactado por
Perón y Miguel A. Montes, en el que se anunciaba al pueblo que el golpe
de Estado denunciaba la banalidad, fraude, peculado y corrupción del
gobierno derrocado; que el movimiento era esencialmente constitucional y que lucharía para mantener una real y total soberanía de la Nación. En la madrugada del 4 de junio de 1943, se realizaría la marcha sobre la Casa Rosada
con un contingente de casi 10.000 soldados; sería la segunda de una
larga serie de trágicas interrupciones en la vida política
constitucional de Argentina.
Presidencia del general Arturo Rawson (*)
Así comenzaron las brevísimas 72 horas de gestión del general Arturo Rawson, quien había servido con González y cuya mayor contribución con el nuevo régimen fue obtener la actitud neutral de la Marina.
Mientras los hombres del GOU tenían ideas bastante claras sobre los
objetivos de la logia, y del rumbo que tomaría el Estado, Rawson se
hallaba cenando en el Jockey Club,
donde realizó su primera muestra de inhabilidad política, que a la
larga le costaría la presidencia: ofrecer a sus amigos José María Rosa y
Horacio Calderón (el primero accionista de El pampero y germanófilo, y el segundo, aliadófilo); ambos conocidos conservadores, las carteras del "Ministerio de Hacienda" y del "Ministerio de Justicia" respectivamente, en el marco de un golpe formalmente conservador y anti-Aliado.
Entre los nombramientos se encontraban los de los hermanos Sabá y Benito Sueyro, que ocuparían los cargos en la "Vicepresidencia" y en el "Ministerio de Marina" respectivamente; el de Ramírez, que quedaba a cargo del "Ministerio de Guerra", el almirante Storni a cargo del "Ministerio del Interior" y el general Diego I. Mason como encargado del "Ministerio de Agricultura".
Los integrantes del GOU se vieron profundamente consternados y se
opusieron decisivamente a las designaciones de Rawson, especialmente
Perón y González, que entendían era imperativo desalojarlo de la Casa de
Gobierno.
Este impulso contrario al presidente también era
avalado por un grupo de oficiales que en Campo de Mayo se reunió a fin
de resolver la situación de Rawson en el gobierno; cansado de tratativas
y negociaciones, el coronel Anaya decidió resolver la situación negando
el acceso de los civiles Rosa y Calderón a la Casa Rosada, evitando así
la asunción de sus cargos. Luego, Anaya y un teniente coronel de
apellido Imbert, se dirigieron a la casa del general Martínez instándolo
a que abandonara la cartera de Relaciones Exteriores, y ya para la
noche del 6 de junio Anaya ingresaba en el despacho de Rawson y le
explicaba que carecía de apoyo en Campo de Mayo. Frente a esto, el ahora
ex presidente se sintió profundamente traicionado, firmó su renuncia y
abandonó la Casa Rosada negándose al amparo de escolta alguna.
(*) En las 72 hs de su mandato, en ningun momento presto juramento. Así que muchos no consideran como "legítimo" su cargo de presidente.
(*) En las 72 hs de su mandato, en ningun momento presto juramento. Así que muchos no consideran como "legítimo" su cargo de presidente.
Presidencia del general Pedro Ramírez
Tras la caída del general Rawson, este fue reemplazado por el general Pedro Ramírez. Las dos líneas de fuerza que signarían su gobierno y que determinarían profundamente a las gestiones venideras, serían: los conflictos internos, gestados en la pugna por la dominación del plano político nacional, y la política exterior, subyacente en las presiones extranjeras por el ingreso de Argentina en la guerra a favor de los aliados, y la división interna entre aliadófilos, neutralistas y germanófilos.
Su gestión fue ampliamente
fructífera para los intereses de la logia. En poco tiempo ingresaron
varios militares del GOU en la presidencia, en los ministerios y en las
Secretarías. Contando entre éstos al capitán Miguel Federico B.
Villegas como Secretario de "Radio y Difusión", a González, a Miguel A. Montes, a Domingo Mercante, y al Cnel. Juan Domingo Perón como Secretario de "Trabajo y Previsión",
que ya desempeñaba una función poco destacada como secretario personal
del Ministro de Guerra, entre otros militares, como ser el Cptn. José
Ítalo Lamberti Niello y Piazza. Dentro de esta estructura de poder
favorable al GOU, se destacaría la figura del entonces
coronel Juan D. Perón, quien hábilmente aprovecharía el clima de tensión
política que dividía a los grupos rivales, escalando posiciones
lentamente hasta alcanzar una notable posición de poder y reconocimiento
popular, que no se materializaría en esta gestión, pero si en las
subsiguientes, hasta finalmente alcanzar la investidura presidencial.
La neutralidad argentina
Serían
los conflictos suscitados en la política exterior del gobierno de
Ramírez los que acabarían minando su puesto en la banca
presidencial. Se intentó retomar la posición neutral frente a la
Guerra, la misma que habían llevado adelante históricamente las
gestiones conservadoras y radicales, pero la coyuntura internacional en
la que esta postura era bien recibida ya no era la misma.
A nivel
nacional la postura de neutralidad funcionaba a los fines de apaciguar
las opiniones tanto de germanófilos, para quienes la neutralidad suponía
un apoyo indirecto al Eje, como de ciertos sectores vinculados con los
mercados europeos, a quienes la neutralidad permitía mejorar sus
negocios con los Aliados, con el Eje, o con ambos. Esta postura era también para la Argentina una forma de autodefinición
frente a conflictos demasiado sinuosos que afectaban a pueblos muy
vinculados a su tradición, de manera que no deseaba actuar en desmedro
de unos o de otros, aunque podría interpretarse por otra parte como una manifestación del pacifismo por la línea del menor esfuerzo.
Si
bien la neutralidad se tornaba profundamente beneficiosa en el plano
local, en el campo de las relaciones internacionales multilaterales para
ciertos países aliados, sobre todo en el caso de Estados Unidos, no era
ya una posición equidistante, sino una manera encubierta de favorecer a
los intereses del Eje y quebrar así la solidaridad americana frente al conflicto internacional,
al impedir la total ejecución de una marcada política hegemónica
estadounidense que hasta el momento no tenía mayores complicaciones de
instauración entre los países americanos. El hecho de que Argentina no
sometiera su voluntad al consenso americano tutelado por los
Estados Unidos implicaba que este último perdiera su área de influencia
americana en tiempos de guerra y que esta, ya fragmentada, corriera
serios riesgos de caer en manos del Eje, teniendo en consideración la
importante influencia que tenían para esa época las ideas nacionalistas totalitarias pro Eje en los países latinoamericanos.
La
actitud estadounidense no era compartida por las naciones aliadas en su
totalidad, las cuales poseían un criterio ambiguo sobre la situación
argentina. Para el Reino Unido la neutralidad no gozaba de su absoluto
rechazo ni fue víctima de crítica alguna en este sentido, ya que los
británicos no perdían de vista las grandes inversiones realizadas en
este país, la creciente necesidad de abastecimiento de carne para
civiles y militares en combate, y anticipándose a la situación de
posguerra, la negativa a perder uno de sus principales bastiones de
influencia en el Río de la Plata y América Latina. Por otro lado, la URSS veía al proceso como imperialista
e ideológico en su esencia, criticando duramente a la Argentina por no
declarar sus auténticas intenciones frente al concierto de las naciones;
esta visión se vería materializada en la negativa de Iósif Stalin al acceso argentino a la Organización de las Naciones Unidas, una vez finalizada la guerra.
Crisis diplomática y política
Esta sumatoria de relaciones conflictivas y posturas encontradas, denominada como Crisis de junio del '43, seria nefasta para la gestión del general Ramírez, quien a la larga se vería obligado a delegar
el gobierno al general Edelmiro Farrell, nombrado vicepresidente en
octubre de 1943, frente a la carencia de apoyo popular y militar, y la
complejidad de la situación internacional. Esta situación alcanzó su
punto culminante luego del incidente acontecido entre el Secretario de
Estado estadounidense, Cordell Hull, y el canciller
argentino, almirante Segundo V. Storni, cuando el primero respondió
duramente una carta del canciller referida a la postura argentina de
neutralidad frente a la guerra, burlándose de los argumentos de Storni e
ironizando acerca de los motivos que el expuso para justificar que aún
la Argentina no hubiese roto sus relaciones con el Eje, negando también
toda posibilidad de abastecimiento militar mientras la ruptura no
ocurriese.
Se agravó todavía más luego de que ante la
negativa estadounidense de provisión de armamentos la Argentina
realizara una misión secreta a Alemania por intermedio de un cónsul llamado Oscar Alberto Hellmuth, ciudadano argentino y miembro de la RSHA (Reichssicherheitshauptamt), la policía secreta de Heinrich Himmler,
con el fin de negociar la provisión de material bélico. Advirtiendo
esto, Estados Unidos decidió dirigirse a los Aliados y a los demás
países latinoamericanos para coordinar un bloqueo político y económico a
la Argentina, que sumado a la presunta intervención de esta última en
sucesos revolucionarios latinoamericanos, como el golpe de Estado en Bolivia ocurrido el 20 de diciembre de 1943,
y la presencia de emisarios militares en países limítrofes, dieron
resultado a una grave crisis nacional e internacional, a la que Farrell
procuró frenar mediante la ruptura de relaciones diplomáticas con
Alemania y Japón, el 26 de enero de 1944.
Carrera política de Perón y conmoción interna
No
sólo el plano internacional se tornaba convulsionado. En el ámbito
interno cabe también destacar ciertas medidas adoptadas por el gobierno,
como el decreto de disolución de los partidos políticos, el
establecimiento de la educación religiosa en las escuelas públicas o la
imposición de un control rígido en la difusión de noticias. Esta clase
de disposiciones pueden ilustrar el grado de influencia de la logia
sobre el país y el profundo adoctrinamiento que esta pretendía imponer
sobre la población; en este sentido esta actitud "revelaba la tendencia hacia una suerte de homogeneidad ideológica y cultural como objetivo deseable" por parte del GOU.
El coronel Perón contaba ya con el apoyo ideológico de militantes y notorios escritores nacionalistas como Diego Luis Molinari y José Luis Torres.
Para este momento se encontraba actuando en la revisión de la política
social del gobierno y las relaciones con los gremios. En octubre de 1944
fue designado como titular del
Departamento Nacional de Trabajo; uno de sus principales colaboradores
de entre las filas del GOU, seria el teniente coronel Domingo Mercante quien se constituiría en el principal colaborador de Perón.
Si
bien logró formar una importante base de poder sustentada en un
vasto apoyo popular e ideológico, no todos los integrantes del GOU y del
gobierno adherían a sus pretensiones; particularmente, pueden
destacarse ciertas contradicciones importantes como las de los coroneles
Ávalos y González. Esas contradicciones fueron ganándose paulatinamente el apoyo del presidente Ramírez, quien, observando a los oficiales peronistas,
habría aceptado reemplazar a Farrell y sus allegados por sus asesores
más cercanos. Frente a esta jugada de Ramírez, un grupo de oficiales,
alentados por Farrell y Perón desde el Ministerio de Guerra, demandaron
su renuncia. Ramírez comprendió entonces su absoluta carencia de apoyo
entre los sectores que lo habían llevado al poder, y el 24 de febrero redactó su renuncia dirigida al Pueblo de la República y fundada en que había perdido el apoyo de los militares de la Capital, Campo de Mayo, El Palomar, y La Plata.
Si
bien se había logrado asestar el tercer golpe de la logia, quedaban aún
ciertas complicaciones de carácter internacional que el GOU debía
superar si estaba interesado en legitimar su poder frente a los ojos del
mundo. Para evitarlas, se hacía preciso salvaguardar la continuidad
formal entre Ramírez y su sucesor, siendo esta misma la causa por la que
se optó por descartar el texto original de la renuncia y se lo
reemplazó por una "versión oficial" en la que se explicaba que Ramírez delegaba el poder en el vicepresidente Farrell fatigado por la intensidad de sus tareas de gobierno.
Presidencia del general Edelmiro Farrell
Este
tercer golpe de Estado encubierto, consumado en 1944, puso en la
presidencia al general Edelmiro Farrell aunque no sin mayores
complicaciones. Si bien, como se hizo notar en el proceso golpista
contra el saliente general Ramírez, Farrell contaba con una importante
base de poder, producto del apoyo de los sectores del GOU favorables a
Perón y a los grupos de oficiales que acompañaron la caída de Ramírez,
era evidente que tanto el nuevo presidente como sus partidarios debían
hacer frente a los crecientes grupos de opositores y sus críticas. Por
un lado, se encontraban los sectores políticos y militares considerados liberales, que observaban cómo el proceso llevado adelante por el GOU había entrado en una "peligrosa fase"
y que por esto no servía más a sus intereses originales por los cuales
lo habían apoyado en primer lugar; por esto intentaron convencer a
Ramírez de retornar al poder. No obstante, el nuevo ascenso de Farrell
había logrado consolidar sus influencias y su puesto definitivamente, y
aquella "peligrosa fase" que los sectores antes mencionados
temían que se iniciara, ya había dado comienzo junto con un importante
actor que amenazaría drásticamente las prácticas de los liberales que habían guiado el antiguo régimen nacional por mucho tiempo: el coronel Juan Domingo Perón.
La
posición Perón estaba lejos de ser tranquila, pudiéndosela
enmarcar dentro de la agitación general producida a raíz de la lucha
interna. A primera vista, se observa como elemento sobresaliente de este
conflicto a un importante opositor: el Ministro del Interior, general
Prelinger, quien contaba como aliados a líderes del GOU como los
coroneles Julio Lagos y Arturo Saavedra, el teniente coronel Severo
Eizaguirre y el mayor León Bengoa; estos últimos, contrarios a la
postura de la logia frente al proceso político-diplomático que llevó a
Ramírez a romper relaciones con las potencias del Eje, y consternados
por la creciente relación de Perón con los sindicatos,
hicieron todo lo posible para evitar la designación de éste como
Ministro de Guerra. No obstante, el nombramiento tuvo lugar y Perón fue
designado ministro, pese a las críticas de sus opositores.
La
sólida base de poder que el coronel ya poseía se había visto
notablemente reforzada por el apoyo del Presidente, del Jefe de Campo de
Mayo, del coronel Ávalos y luego de su asunción, el 29 de febrero de 1944, del contralmirante Alberto Tesaire. Esa situación permite ver además que si bien los liberales
conservaban una gran cuota de poder (a quienes cabe agregar a los
jóvenes del Movimiento de Renovación, pertenecientes a las filas del
movimiento denominado Nacionalismo Conservador), se reafirmaba decisivamente la influencia de Farrell y Perón,
así como de sus allegados. El nuevo cargo en
el Ministerio de Guerra realzaba aún más la influencia de Perón, gracias
a su nueva facultad de asignar, remover o cambiar posiciones vitales en
la milicia, como ser asignaciones, destinos, promociones y cambios, que
a la larga lo consagrarían como una pieza maestra en la estructura de
este grupo.
El Ejército era la institución dominante en la
realidad política nacional de esos tiempos; de su apoyo dependía quiénes
serían los futuros poseedores de las diversas carteras gubernamentales,
y sobre los hombros de estos últimos, descansaba en última instancia el
rumbo político y económico nacional e internacional que tomaría el
país. Quien fuera capaz de actuar como bisagra en los aspectos
administrativos vitales de las Fuerzas Armadas, lograría influir
decisivamente en sus nuevos y viejos actores, posicionando en los
puestos clave a sus hombres de confianza y alejando de ellos a sus
enemigos, allanando el camino para una futura ascensión al poder. Quien
tuviera tales facultades, sería a la larga quien tendría las riendas del
destino del país.
A pesar de que el poder militar poseía un
marcado predominio en la política nacional y se observaba un creciente
apogeo de los grupos nacionalistas de derecha
favorables a las Fuerzas Armadas, cada vez se hacía más notable la
presencia de grupos sociales que buscaban retornar al régimen
constitucional y, por sobre todo, la existencia de partidarios de esta
postura surgidos de entre las filas de la misma fuerza, que cada vez con
mayor resonancia reclamaban una salida limpia y ordenada del poder
nacional. Al comenzar 1944 la
Argentina buscaba una solución internacional satisfactoria y una fórmula
política aceptable para salir del atolladero, al referirse a la
situación nacional, teniendo en consideración que la forzada ruptura de
relaciones con las fuerzas del Eje, y el revitalizado impulso
democrático que había la Segunda Guerra Mundial, (si bien se había
logrado evitar un inminente bloqueo Americano, no fue posible la
recomposición total de la confianza internacional), y el paulatino
deterioro de la supremacía nacionalista de derecha, solo lograban
acrecentar el descontento y la fuerza de los grupos opositores
contrarios al régimen.
Situación internacional
En
este aspecto, cabe destacar, que las pésimas medidas en materia de
política internacional adoptadas por Estados Unidos, posibilitaron a la
Argentina renegociar y mejorar su posición frente al contexto americano.
Estos esfuerzos reconciliatorios, se vieron materializados cuando,
entre octubre de 1944, (frente a la Unión Panamericana), y febrero-marzo
de 1945, (en Chapultepec, México), cuando la Argentina logró
regularizar su situación frente al concierto de las naciones
latinoamericanas, tras suscribir el Acta de la Conferencia Internacional
sobre Problemas de la Guerra y la Paz, y declarar la guerra al Imperio
del Japón y a Alemania, el 27 de marzo de 1945, luego de dar respuesta a
la presión del bloque americano. Normalizaba sus relaciones americanas, se le
aseguraba un lugar como miembro de la conferencia de las Naciones
Unidas, logrando así que el régimen que tanto Roosevelt como Hull,
alguna vez calificaran de "fortaleza del fascismo en América", siguiera
bien posicionado frente a los círculos de influencia americanos.
Consolidación política de Perón
En
esta etapa de la carrera política Perón, resaltarían ciertas
características de su personalidad que le asegurarían una
decisiva predominancia en la realidad política nacional. Su agudo
sentido político, y pragmatismo "maquiavélico" serían sus atributos más sobresalientes. Haciendo honor a
este pragmatismo, explotaría al máximo las posibilidades que le
brindaran las Fuerzas Armadas en la carrera por el poder, hasta
extinguirlas por completo, y previniendo la inminente decadencia del
régimen militar, optaría por afianzar su posición entre los sectores
políticos y profesionales. Tales aspiraciones, quedarían manifestadas en
su confesa admiración por la "fuerza" del partido Radical, y la
posteriormente demostrada colaboración en tratativas diplomáticas con
representantes del gobierno norteamericano, anteriores a Chapultepec.
Era evidente que la colaboración de Perón para con el poder
militar, no se limitaba solo a respetar la cadena de mandos de tal
institución, o las aspiraciones y designios del general Farrel, quien ya
preocupado por tales actividades, comenzaba a "alertar" a sus oficiales
sobre "el peligro y la falsedad de la prédica política", aclarando que
no se hallaba entre sus planes inmediatos realizar un llamado a
elecciones.
Desde la renuncia de Ramírez, y el ascenso al poder de
Farrel como Presidente de la nación, la vicepresidencia se hallaba aún
vacante. El coronel Perón, observó atentamente la gran oportunidad que
le proporcionaba esta situación, y fue entonces que aceleró sus pasos
sin escatimar en medidas. Primero, llama a una asamblea de oficiales del
Ejército, en la que busca ganar el apoyo de la mayoría, logrando el tan
preciado predominio, con un ajustado margen frente a los partidarios de
Prelinger. Habiendo obtenido el apoyo necesario se reúne con el ministro de Marina, contraalmirante
Tesaire, y le informa que cuenta la supremacía dentro de las filas del
ejército; frente a esta situación, el ministro confirma el apoyo de la
Marina. Habiendo logrado el respaldo de las principales esferas del
poder militar, Perón informa al ministro del Interior que demanda su
renuncia en nombre de ambas fuerzas. Prelinger, principal oponente de
Perón, carente de apoyo entre la oficialidad, y abandonado por el
presidente Farrell, (quien observa consternado la notoriedad del coronel
Perón, y teme ahora por su propia permanencia a cargo del país), decide
dejar su cargo frente al ministerio. Habiendo logrado la caída
definitiva de Prelinger, y reteniendo el aval del ejército, la Marina, y
ahora también del presidente, acceder al próximo peldaño del poder, era
solo cuestión de tiempo; el 7 de junio de 1944, un decreto firmado por
Farrell y Tesaire, designa al coronel Juan Domingo Perón, como
vicepresidente de la Nación.
Ahora ostentaba
los títulos de ministro de Guerra, Secretario de Trabajo y Previsión, y
vicepresidente de la nación, contando además, con una sólida base de
poder político y militar, que no solo emanaba de sus contactos y
partidarios, sino de la totalidad de posibilidades y poderes que le
otorgaba la suma de sus cargos. Es importante resaltar en este sentido,
que las medidas llevadas adelante por Perón desde los puestos
mencionados, si bien mejoraron en forma inmediata la situación social y
laboral de los sectores a los que estaban dirigidos particularmente,
obrarían a fin de cuentas, en pos de acrecentar los recursos políticos
generales de Perón, que más tarde serían cuidadosamente
utilizados en su propia carrera hacia el poder. Dentro de las medidas
mencionadas, cabe destacar las acciones llevadas a cabo desde el
ministerio de Guerra, en beneficio de las condiciones laborales dentro
de las fuerzas armadas; en esta categoría se cuentan medidas tales como
la reforma de los estatutos profesionales de las Fuerzas Armadas,
ampliación del número del cuerpo de oficiales asimismo como de la
movilidad promocional dentro de las fuerzas y la incorporación de una
"clase" completa del servicio militar obligatorio; se destaca también la
especial atención prestada a la rama más nueva de las Fuerzas Armadas,
la Fuerza Aérea,
así como al desarrollo industrial militar, ilustrada en el fuerte apoyo
económico entregado a Fabricaciones Militares. Este conjunto de
medidas, tuvo su paralelo en una serie de disposiciones que mejorarían
radicalmente la situación laboral de la masa trabajadora nacional,
llevadas adelante por Perón y el teniente coronel Mercante,
desde la secretaría de trabajo, que a la larga se constituiría en el
principal punto de apoyo y poder de su carrera política; entre estas
podemos contar el aumento de salarios a nivel general, revisión de las
condiciones laborales, creación de estatutos destinados a la protección
de trabajadores de gremios diversos, asimismo como de los Tribunales del
Trabajo, reglamentación de las asociaciones profesionales, unificación
del sistema de previsión social, extensión de los beneficios de la ley
11.729 a todos los trabajadores. Otro punto vital de esta política de
acercamiento al sector trabajador y profesional, seria el diálogo
frecuente y fluido con dirigentes de diversas jerarquías, provenientes
de varias organizaciones obreras, quienes le aseguraban el contacto
directo y la sensación de participación política de sectores hasta el
momento olvidados por los sucesivos gobiernos.
Durante todo este período, y hasta las elecciones que consagraron el 24 de febrero de 1946
a Juan Domingo Perón como presidente constitucional del país, el GOU
controló el gobierno a pesar de que la mayoría de la población no
conocía su existencia. Mientras tanto, en el Ejército se seguían
enfrentando las posturas aliadófilas y germanófilas.
Disolución
Disolución
El GOU fue disuelto a fines de febrero de 1944 por orden de Farrell y Perón,
tras la decisión del gobierno a fines de enero de romper relaciones con Alemania
y Japón, presionado por la diplomacia británica en cuyo poder habían caído
documentos comprometían al coronel González, al general Alberto Gilbert,
ministro de Relaciones Exteriores interino y, especialmente, al presidente
Ramírez, involucrados en una gestión de compra de armas ante el Tercer
Reich.
Por aquel entonces el poder y militar presentaba los rasgos característicos de un régimen de excepción.
Sobre el núcleo gubernamental se concentraban las tensiones de una sociedad cuyas instituciones tradicionales estaban clausuradas o seriamente limitadas. Precisamente el aumento de esas tensiones fue lo que hizo estallar al GOU, ubicado en el centro de gravedad del poder, y dividido por la decisión de romper relaciones con los dos países del Eje que se mantenían en la contienda. La casi inmediata firma del Acta de Chapultepec y la declaración de guerra contra esos países, consecuencia de ese compromiso, le dio a la ruptura un carácter definitivo.
Sin embargo, ese estallido no significó el fin de la acción política de los cuadros que dentro de la logia se habían alineado en torno a las posiciones de Perón, fracción que terminaría otorgando un nuevo sentido a la formulación nacionalista original, y desempeñaría un papel relevante en la solución de la crisis de poder que habría de desarrollarse entre abril y octubre de 1945.
Se ha dicho que durante su existencia, el GOU hizo las veces de partido de la burguesía industrial.
A su modo expresó los intereses de un nacionalismo burgués emergente ante la presencia de una burguesía nacional, débil, contradictoria, carente de una conciencia que superase el horizonte de sus intereses meramente corporativos. Las medidas de ese régimen dirigidas a desmontar los mecanismos del Pacto Roca-Runciman de 1933, como la nacionalización del Banco Central y de la Corporación de Transportes de Buenos Aires, así como la estatización de la Compañía Primitiva de Gas y de las empresas telefónicas del interior dependientes del trust americano Electric Bond and Share, o la creación de las secretarías de Trabajo y Previsión y de Industria y del Banco Industrial, y el fortalecimiento de Fabricaciones Militares, revestían un significado progresivo, más importante que los aspectos reaccionarios que le imprimían a la dictadura militar nacionalistas oligárquicos como el general Perlinger o el ministro de Justicia e Instrucción Pública, Martínez Zubiría.
Disuelto el GOU, la fracción que encabezaba Perón se hizo cargo de ese programa nacionalista e industrialista. Perón entendió como ninguno los realineamientos de clase que se estaban produciendo en lo profundo de la sociedad argentina. En medio de una profunda crisis del régimen militar, buscó primero una alianza con el ala intransigente de la UCR encabezada por Amadeo Amadeo, último reducto afín al viejo yrigoyenismo, y luego, ante el rechazo de éste, encontró en la clase trabajadora el punto de apoyo más sólido para poner fin a una época y abrir un ciclo ascendente en la vida nacional.
Por aquel entonces el poder y militar presentaba los rasgos característicos de un régimen de excepción.
Sobre el núcleo gubernamental se concentraban las tensiones de una sociedad cuyas instituciones tradicionales estaban clausuradas o seriamente limitadas. Precisamente el aumento de esas tensiones fue lo que hizo estallar al GOU, ubicado en el centro de gravedad del poder, y dividido por la decisión de romper relaciones con los dos países del Eje que se mantenían en la contienda. La casi inmediata firma del Acta de Chapultepec y la declaración de guerra contra esos países, consecuencia de ese compromiso, le dio a la ruptura un carácter definitivo.
Sin embargo, ese estallido no significó el fin de la acción política de los cuadros que dentro de la logia se habían alineado en torno a las posiciones de Perón, fracción que terminaría otorgando un nuevo sentido a la formulación nacionalista original, y desempeñaría un papel relevante en la solución de la crisis de poder que habría de desarrollarse entre abril y octubre de 1945.
Se ha dicho que durante su existencia, el GOU hizo las veces de partido de la burguesía industrial.
A su modo expresó los intereses de un nacionalismo burgués emergente ante la presencia de una burguesía nacional, débil, contradictoria, carente de una conciencia que superase el horizonte de sus intereses meramente corporativos. Las medidas de ese régimen dirigidas a desmontar los mecanismos del Pacto Roca-Runciman de 1933, como la nacionalización del Banco Central y de la Corporación de Transportes de Buenos Aires, así como la estatización de la Compañía Primitiva de Gas y de las empresas telefónicas del interior dependientes del trust americano Electric Bond and Share, o la creación de las secretarías de Trabajo y Previsión y de Industria y del Banco Industrial, y el fortalecimiento de Fabricaciones Militares, revestían un significado progresivo, más importante que los aspectos reaccionarios que le imprimían a la dictadura militar nacionalistas oligárquicos como el general Perlinger o el ministro de Justicia e Instrucción Pública, Martínez Zubiría.
Disuelto el GOU, la fracción que encabezaba Perón se hizo cargo de ese programa nacionalista e industrialista. Perón entendió como ninguno los realineamientos de clase que se estaban produciendo en lo profundo de la sociedad argentina. En medio de una profunda crisis del régimen militar, buscó primero una alianza con el ala intransigente de la UCR encabezada por Amadeo Amadeo, último reducto afín al viejo yrigoyenismo, y luego, ante el rechazo de éste, encontró en la clase trabajadora el punto de apoyo más sólido para poner fin a una época y abrir un ciclo ascendente en la vida nacional.
La mayor parte de los integrantes de la GOU han tenido buen pasar despues de la disolución de la misma
Boletines de Propaganda del Grupo de Oficiales Unidos