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jueves, 21 de julio de 2011

El modelo Moreno

El modelo Moreno

Alarmados por el desmoronamiento del superávit comercial a causa de la necesidad creciente de gastar miles de millones de dólares comprando energía, a la ministra de Industria, Débora Giorgi, y al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, se les ocurrió una idea genial: si una empresa quiere importar algo tendrá que exportar por valor igual, esquema que califican del "nuevo 1 a 1". Para cumplir con la orden que, como ya es rutinario cuando Moreno está involucrado, no figura en ningún documento escrito que podría caer en manos de funcionarios de la Organización Mundial de Comercio (OMC), se han formado algunas alianzas insólitas entre empresas automotrices extranjeras como Porsche y productores locales de vinos o, en el caso de Hyundai, de maní. Sucede que los importadores de una gama amplia de productos, entre ellos computadoras y otros bienes electrónicos de marca, se ven obligados a elegir entre cerrar y vincularse, en cuanto les sea posible, con el sector agropecuario, aunque para las empresas pequeñas y medianas la segunda alternativa plantearía muchas dificultades. Asimismo, por motivos comprensibles, a los importadores no les motiva entusiasmo una tercera posibilidad que consiste en presentar planes de inversión capaces de merecer la aprobación de Moreno. Algunas empresas ya se han dado por vencidas, optando por abandonar el país. Mientras tanto, los consumidores argentinos tendrán que acostumbrarse a la falta de productos de alta tecnología, lo que hará todavía mayor la brecha que nos separa en tal renglón no sólo de los países ricos sino también de vecinos como Chile y Brasil.

Por ser cuestión de medidas informales que se comunican por teléfono, las empresas perjudicadas son reacias a recurrir a la Justicia; saben muy bien que si lo hicieran el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no vacilaría en desquitarse eternizando las demoras aduaneras con los pretextos burocráticos de siempre. Con todo, tarde o temprano la OMC se verá forzada a intervenir, ya que no puede permitir que un país miembro de la G20 como la Argentina reemplace las reglas escritas con otras informales muy distintas, puesto que si lograra hacerlo con impunidad muchos otros se sentirían tentados a emularlo. De todos modos, no sorprendería que pronto comenzaran a tomar represalias socios comerciales tan importantes como Brasil y China, cuyos productos están entre los más afectados por las trabas. En tal caso, nuestras exportaciones se verían obstaculizadas por barreras similares a las erigidas por el gobierno de Cristina para frenar "la invasión" extranjera que tanto le inquieta.

Como suele suceder cuando las autoridades de turno se sienten constreñidas a aplicar medidas proteccionistas, los productos que no pueden entrar no son de consumo masivo sino los preferidos por los sectores más acomodados. Habrá protestas, pero el gobierno no se preocupará a menos que el malestar ocasionado por la sensación de aislamiento del resto del mundo incida en la campaña electoral, lo que por ahora parece poco probable; al fin y al cabo, los consumidores de la clase media adinerada que se sienten disgustados por la falta de productos importados no constituyen una parte significante de la clientela kirchnerista.

Se prevé que, además de los autos más caros que desde hace varios meses no pueden entrar, las computadoras y los teléfonos celulares, pronto escasearán en las tiendas ropa, calzado, vajilla, juguetes, muebles, cámaras fotográficas, relojes y cosméticos fabricados en el exterior. Sustituirlos por productos locales de calidad y precio comparables no es tan fácil como los funcionarios del gobierno parecen creer. El comercio internacional descansa en el principio de que ningún país, ni siquiera el más sofisticado, está en condiciones de producir absolutamente todo, pero aquí los gobiernos de mentalidad populista han hecho de la sustitución de importaciones la base de su política económica, con el resultado de que a través de los años han proliferado empresas poco competitivas que no podrían sobrevivir sin la ayuda de trabas proteccionistas. Tales compañías no suelen invertir mucho porque la experiencia les ha enseñado que las etapas signadas por el proteccionismo suelen verse seguidas por otras de apertura que, para ellas, siempre resultan ser traumáticas.

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