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jueves, 30 de junio de 2011

Violencia para todos - Editorial por Jorge Ene

Violencia para todos - Editorial

Que el gobierno tome muy pero muy en serio el fútbol que, además de ser un deporte popular, le sirve de vehículo propagandístico merced a la liberación de aquellos goles del domingo que fueron secuestrados por un siniestro monopolio mediático no es ningún secreto. Tampoco lo es que el gobierno nacional –según se informa, la mismísima presidenta Cristina Fernández de Kirchner– haya decretado que el partido que terminaría abriéndole a River Plate el agujero por el que descendería a la B Nacional por primera vez en su historia más que centenaria se jugaría con el estadio Monumental colmado de público a pesar de la actitud asumida por el Comité de Seguridad, que había advertido de que permitirlo podría tener consecuencias catastróficas. Según las reglas vigentes debería haberlo hecho sin público, pero el gobierno eligió pasarlas por alto por temer que en el caso de un club tan importante aplicarlas sería considerado antipático y, peor aún, lo privaría de una oportunidad para "comunicarse" con millones de personas. De todos modos, para sorpresa de nadie, tuvieron razón los encargados de velar por la seguridad de los jugadores, los aficionados y los vecinos y comerciantes de Núñez que, sin tener nada que ver con las competencias deportivas, serían las víctimas de los desmanes protagonizados por turbas de exaltados lúmpenes. En efecto, no bien se hizo evidente que River no podría con un humilde club cordobés, la violencia prevista estalló dejando un saldo importante de heridos, algunos de gravedad, destrozos y saqueos. Aunque la violencia ya es rutinaria en el fútbol, se trató del peor episodio de este tipo que se ha producido en la Capital Federal en los últimos años.

En un intento por limitar los daños políticos provocados por la explosión de ira insensata, al gobierno no se le ocurrió nada mejor que impedir que el canal televisivo supuestamente público, pero en verdad oficialista, difundiera imágenes de lo que estaba sucediendo, pero no le sirvió para mucho puesto que lo hicieron otros canales privados, además de las agencias de noticias internacionales que, desde luego, están más interesadas en los acontecimientos del mundo real que en la versión feliz de los propagandistas kirchneristas. Aunque distintos voceros opositores protestaron contra la censura así supuesta y, con mayor vehemencia, contra la transformación de lo que en teoría es un canal público en uno gubernamental, para no decir partidario, a esta altura sabrán que sus palabras no cambiarán nada. Es que para un gobierno tan obsesionado con la imagen y por lo tanto con los medios como el actual el manejo de la información que llega a la ciudadanía es necesariamente una prioridad, razón por la que seguirá subordinando todo a sus propios objetivos proselitistas sin preocuparse en absoluto por temas tan aburridos como los vinculados con la libertad de expresión y de informar. Por lo demás, entenderá que por ahora cuando menos la mayoría está tan acostumbrada a ver al gobierno peleando con los medios que no le preocupan las acusaciones de censura.

Igualmente inquietante es la voluntad oficial de congraciarse con los barrabravas futboleros que no sólo aterrorizan a los aficionados pacíficos sino que también pueden cumplir funciones políticas intimidando a quienes no comulgan con sus jefes. A diferencia de las autoridades sudafricanas que, en ocasión del Mundial del año pasado, deportaron sin miramientos a integrantes de la banda kirchnerista Hinchas Unidos Argentinos, las nuestras son reacias a desafiarlos. De las agrupaciones de barrabravas, la de River Plate es la más notoria y, para más señas, ya había protagonizado incidentes en Córdoba donde el club cuyo honor supuestamente defiende perdió 2-0, pero el gobierno, más preocupado por las consecuencias para Fútbol para Todos del eventual descenso de uno de los equipos más populares del país que por la seguridad de la gente, optó por minimizar el peligro que planteaba. Por lo demás, para limitar las pérdidas económicas que les supondrá la caída de River y su hipotético impacto en la propaganda oficialista, ya se ha anunciado que los partidos que juegue en Primera B serán transmitidos por la televisión abierta para que "los millonarios" sigan haciendo su aporte habitual al capital político presidencial.

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