El "Weinergate"
El nuevo papel de las redes sociales, al desnudo
00:25 20/06/2011
El hombre, 46 años, recién casado, teclea por error y, en lugar de un mensaje directo a una mujer que no es su esposa, termina enviando una foto suya que mostraba una erección debajo de la ropa interior a todos sus contactos en Twitter.
La metida de pata puede ser el principio del fin del matrimonio más firme pero, si el infiel es una persona con imagen pública, el costo no es sólo un divorcio.
El hombre en cuestión no es otro que el Congresista por Nueva York Anthony Weiner, una figura en ascenso dentro del Partido Demócrata que aspiraba a llegar a la alcaldía de Nueva York en el 2013. Ahora toda su carrera está a punto de hacerse trizas por la imprudencia.
Divulgada la foto a la velocidad de un rayo (o de un tweet…), Weiner estuvo por más de una semana insistiendo en que no había sido él quien había enviado la foto y que seguramente su cuenta de Twitter había sido hackeada. Sin embargo, la revelación de otras fotos inapropiadas hicieron que Weiner terminara admitiendo que había sido él mismo quien envió por error a todos sus seguidores lo que debió ser un mensaje privado a una universitaria de Seattle. No sólo eso, frente a una nube de periodistas y reporteros el legislador confesó, entre lágrimas, haber mantenido relaciones virtuales con seis mujeres antes y después de casarse el año pasado.
Weiner reveló que todos estos contactos tuvieron lugar a través de Twitter, Facebook y correo electrónico.
Ahora lo que el legislador neoyorquino sólo recibe, por todos los medios y tanto desde el lado republicano como de su propio partido, son pedidos de renuncia.
Quedará mucha tela para cortar sobre este caso –y posiblemente más fotos por revelar– pero lo que es seguro es que la carrera política de Weiner parece tener los días contados. Aunque luche por torcer la historia anunciando que buscará tratamiento para "ser un mejor esposo y una persona más saludable".
La era del Pajarito Azul
No es ni la primera ni será la última vez que un político en Estados Unidos se cave su propia tumba con una relación inapropiada.
Pero lo que llama la atención del "Weinergate" es, en primer lugar, que se origina en una presunta torpeza electrónica cometida por el mismo perjudicado.
El segundo aspecto es la velocidad con que se propagan y se divulgan los detalles (aparecen nuevas fotos, las mujeres involucradas twitean también y dan su punto de vista), que es proporcional al tamaño del golpe a las aspiraciones de Weiner.
En 1998, cuando estalló el caso por las relaciones que Bill Clinton –quien paradójicamente fue el padrino de bodas de Weiner– mantuvo con la pasante Monica Lewinsky, nunca las fotos del encuentro íntimo ganaron la luz pública. Eran otras épocas, la internet era incipiente y no existía la capacidad para enviar mensajes instantáneos, subir fotos y videos desde cualquier teléfono o dispositivo móvil que existe hoy.
Estamos frente al nuevo fenómeno de las redes sociales, donde el tiempo para hacer llegar un mensaje se ha reducido al solo impulso de apretar la tecla "send" o el "post" en nuestro celular mientras esperamos nuestra próxima reunión de trabajo o hacemos la cola del supermercado.
Esta inmediatez para comunicar y la sencillez de su uso han convertido a estos medios en un objeto de uso y abuso diario de la mayoría de nosotros, así como una herramienta clave para cualquier estrategia comunicacional.
Esta capacidad está haciendo que la gente comience a confiar, como fuentes de información, en "gente como uno" que hace circular una noticia y no necesariamente en los medios tradicionales de información, que se encuentran frente al gran desafío de adaptarse a los cambios o correr el riesgo de desaparecer.
Pero estas redes sociales no sólo han imprimido vértigo y facilidad a las comunicaciones sino también transparencia. Todo lo que hacemos en estos medios nos deja expuestos.
Facebook es el "reality show" de nosotros mismos. Nos abre una ventana al mundo privado de los demás pero al mismo tiempo permitimos que los demás ingresen a nuestra intimidad, vean nuestras fotos, videos y opinen de nuestras vidas.
Una infidelidad en otros tiempos hubiera sido detectada con rastros dejados en cartas, en fotos privadas conseguidas por un detective o en recibos de tarjetas de crédito. Aunque cabía la posibilidad de ser descubierta, nunca se transformaba en un fenómeno de reproducción viral como hoy en día.
A la hora de caer en el impulso de enviar una foto o un video debería también pesar la noción de que todo lo que subamos a las redes sociales nos dejará más o menos como a Weiner: en ropa interior y a la vista de todo el mundo.
Estamos aprendiendo a convivir en un nuevo mundo, que abre posibilidades de comunicar hasta hace poco insospechadas pero a la vez exige precauciones. Entretenido como estaba con el juguete nuevo, Weiner parece que olvidó leer con atención las contraindicaciones.
(*) Periodista roquense. Estados Unidos
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