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sábado, 25 de marzo de 2017

De no creer.. Conflicto de intereses: flor de conflicto, por Carlos M. Reymundo Roberts

De no creer..

Conflicto de intereses: flor de conflicto

por Carlos M. Reymundo Roberts
Carlos M. Reymundo Roberts

Los dos decretos del Gobierno sobre conflictos de intereses para los que ocupan cargos públicos, promulgados esta semana, no tuvieron la repercusión que se merecen. Yo creo que están llamados a marcar un antes y un después en la política argentina. Pensemos: de haber existido normas como éstas, destinadas a evitar sospechosos entrecruzamientos, los Kirchner seguramente hubiesen elegido otra profesión. Serían hoteleros. A Néstor le atribuyen haber dicho, allá por la década del 90, que su familia tenía "muchos intereses y ningún conflicto".

Pero seamos sinceros: el problema no es sólo de ellos. Estos decretos son hijos del escándalo por lo del Correo, en el cual, básicamente, dos Macri (el Presidente y su padre) acordaban el pago al Estado de una deuda de la empresa de los Macri. Glup. Mientras escribo esto, siento que Mauricio me grita al oído: "¡Pero yo me disculpé y di marcha atrás!". Es verdad. Es verdad. En todo caso, lo que revisaría es la marcha hacia delante. La otra funciona muy bien.

Durante el reinado de los K, las reglas eran clarísimas y se cumplían a rajatabla: si no tenías algún conflicto de intereses no podías aspirar a un cargo. El matrimonio predicó con el ejemplo. Días antes de asumir, Néstor le hizo crear a su amigo Lázaro Báez una empresa constructora, Austral, para convertirla en la mayor destinataria de obra pública. Aquel diálogo debe haber sido una delicia. "Néstor, no soy empresario, vivo de un sueldo, no conozco el tema..." Respuesta: "Tenés todo lo que necesito. Un nombre. Me da cosa ponerle Kirchner Construcciones".

El saldo de esa era fue la destrucción del sistema político e institucional, y una economía quebrada, pero hay que decir que para el entramado de negocios del poder fueron muy eficientes. Menem, que le había dado a la corrupción categoría de política de Estado, terminó siendo un boy scout en comparación con los Kirchner, que se pusieron de los dos lados del mostrador: eran, simultáneamente, gobierno y empresarios beneficiados por el gobierno. Win-win. Volvamos a Néstor. En su tierna infancia le preguntaron si su sueño era ser presidente o tener mucha plata. "En ese orden", contestó.

Los conflictos de intereses son moneda corriente en la Argentina de estos tiempos. Baradel es un docente al que no le gusta que los chicos vayan a clase. Mientras el sindicalista Hugo Moyano alienta el paro general del 6 de abril, el presidente de Independiente, Hugo Moyano, se opuso a la huelga de los jugadores de fútbol. El juez Canicoba Corral hizo todo lo que estaba a su alcance para que el gobierno de Cristina, demandado en expedientes que tenía sobre su escritorio, hiciera juez a su hijo. Lo consiguió. Uno de los economistas que durante la última campaña asesoraron al candidato Daniel Scioli dice hoy en charlas con colegas: "¡De lo que nos salvamos! Con Daniel íbamos directo al incendio". Gustavo Arribas, el jefe de los espías, vive en un departamento que le presta el Presidente. Otro recontraobvio: el gobierno abanderado de los derechos humanos tenía un jefe del Ejército acusado de violar los derechos humanos. Luis D'Elía ("Lucho el bravo") es profesor y piquetero violento. Lo obligaría a optar. Luis Barrionuevo dice que los CEO del Gobierno laburan poco: que a las 7 de la tarde cuelgan todo y se van al gimnasio; el conflicto es que no puede decirlo alguien que lleva décadas sin laburar. La procuradora general de la Nación, Gils Carbó, no trabaja por la justicia, sino para Justicia Legítima, la cobertura judicial del kirchnerismo; típico caso de incompatibilidad manifiesta. Un tío de Miguel Braun, secretario de Comercio, es dueño de la cadena de supermercados La Anónima, sector que él debe controlar. Otro ejemplo de intereses cruzados es Máximo Kirchner (también conocido como Mínimo Esfuerzo), que se hizo diputado por los fueros y para volar gratis a Buenos Aires, pero detesta ir al Congreso, el trabajo en comisiones, la negociación con otros bloques, leer los proyectos de ley y hablar durante las sesiones. En general lo resuelve quedándose en su casa.

Debo confesar que no conozco a fondo los dos decretos, pero seguramente dicen que si sos vicepresidente de la Nación no te podés quedar con Ciccone, la fábrica de hacer billetes. Que si sos gobernador y vendés tierras fiscales a precio vil, está prohibido que vos, tu familia y tus funcionarios compren esas tierras. Que si te llamás Néstor Kirchner y estás involucrado en una causa por corrupción no corresponde que la causa sea sustanciada por una jueza que es prima tuya. Que si te llamás Nicolás Caputo y tenés una empresa de construcción no podés ser adjudicatario de obras públicas impulsadas por el gobierno de tu íntimo amigo Mauricio Macri.

En cualquier caso, lo que me surge es aplaudir estos decretos. Llegaron con 50 años de atraso, pero llegaron. Era hora de poner un poco de orden, transparencia y ética en un tema tan sensible. En realidad estaría mucho más feliz si en vez de decretos fueran una ley. Hay por lo menos un par de proyectos en el Congreso, de destino incierto. Qué bueno sería una ley votada por unanimidad en las dos cámaras, con diputados y senadores aplaudiendo de pie bajo una lluvia de papelitos. ¿Por qué no será posible? Me imagino. Conflicto de intereses.

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