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sábado, 17 de diciembre de 2016

Los goles de Mauricio que ya van a venir, por Carlos M. Reymundo Roberts

Los goles de Mauricio que ya van a venir

por Carlos M. Reymundo Roberts
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Carlos M. Reymundo RobertsMacri es un jugador para los segundos tiempos. En los primeros no hay caso: no la mete. En Boca fue de fracaso en fracaso hasta que acertó con Bianchi y consiguió la más gloriosa racha ganadora de la historia del club. En la Ciudad, igual. Pasaron algunos años hasta que pudo aprenderse el nombre de las calles y de los barrios, formar un equipo confiable y entender de qué iba la cosa. Y le pasó en las elecciones del año pasado: ganó en la segunda vuelta. Por eso no quería ni hablar del primer semestre y apostó todo al segundo. ¿Le está ocurriendo lo mismo ahora con Ganancias? La rutilante alianza Mamá (Massa-Máximo) le propinó una goleada en Diputados. Pero el tipo, al que el círculo rojo siempre da por muerto antes de tiempo, parece que se está rehaciendo y acaso va, otra vez, camino de ganar o de empatar heroicamente en tiempo de descuento. Conclusión: no hay que ver los partidos de Macri porque son horribles; hay que esperar que terminen y leer el resultado en los diarios.

Al Presidente tampoco lo ayuda su equipo. Cuando en una reunión de mesa chica le preguntaron al presidente de la Cámara de Diputados, Monzó (perdón, Emilio: tercera columna seguida que me tengo que ocupar de vos; de onda, juro que no es nada personal), si estaba bien mandar la reforma del impuesto a sesiones extraordinarias, contestó que sí. Pronosticó "un triple empate" entre oficialismo, kirchnerismo y massismo, lo cual le daba al bloque de Cambiemos todas las posibilidades de imponer su proyecto. Le hicieron caso porque el blondo se había mostrado hasta entonces como un jugador de toda la cancha. No contaba con la astucia de Mamá, y además algunos lo acusan de no haber puesto la pierna fuerte. Lo concreto es que a Macri en Diputados le llenaron la canasta. Su reacción en el vestuario fue extemporánea: "¡Tráiganme a Bianchi!"

Paradójicamente, su Bianchi vino a ser el propio proyecto y sus impulsores. El triunfo en la Cámara baja fue pírrico. La estrella del equipo, Kicillof, le pifió al cálculo del costo fiscal de la reforma por 40.000 millones de pesos. Mandó una fe de erratas al Senado y a cambio le llegaron dos regalitos: una calculadora y un libro que ya puso sobre su mesa de luz: Rudimentos de economía para principiantes. Se ve que Cristina no quería ser menos que Néstor: "El verdadero ministro de Economía soy yo. Pongan a cualquiera". Pero no fue sólo un problema de hacer mal las cuentas. Lo que parecía una jugada maestra de Massa, alinear al PJ en contra de Macri, quizá pecó de excesiva audacia. Su aventura desató la tormenta, y desde entonces asistimos a un espectáculo fenomenal, único: defenestración del proyecto que aprobó el peronismo en Diputados por parte del bloque peronista del Senado, que preside Pichetto, por considerarlo un "mamarracho"; amenaza de Pichetto a Macri: o aflojan con la guita o seguimos adelante con el mamarracho; defenestración de Macri a Massa, al que calificó de "impostor"; envío de una calificada misión de Macri a negociar con el impostor; temblor en el bloque de senadores peronistas, que está virtualmente quebrado y a punto de estallar (curiosidad: el peronismo, que en rigor nunca fue un partido, está partido); pases de facturas en Cambiemos, y urgente recalculando en el GPS de Massa. En el medio, un senador del PJ hace mohínes por los pasillos y los que lo conocen dicen que eso significa que recibe ofertas hasta tres minutos antes de la votación del miércoles. Me resisto a creerlo. La verdad, no me surgen sesudas reflexiones, sino latiguillos futboleros: "Esto es obra de los inadaptados de siempre", "la pelota no se mancha" y "¡la hora, referí!"

Hasta anoche las negociaciones estaban abiertas y seguirán en los próximos días. No con ese senador, aclaro antes de que me tiren a los leones. Pichetto siempre dice que él tiene dos patrones: los gobernadores y la CGT. Los gobernadores, cuyo único credo son las realidades conducentes, fueron los que pararon el proyecto de Mamá. Ahora falta que se expida la CGT. El Gobierno confía porque le puso enfrente a dos figuras en ascenso del Gabinete: Mario Quintana, sobre el que todos coinciden en que defiende, ataca, tira el centro y va a cabecear, y Jorge Triaca, Jorgito, que se ríe y tiene una cara redonda y simpática, pero que, como buen hijo y nieto de sindicalistas, conoce muy bien el credo de la central obrera, que es, vaya casualidad, las realidades conducentes. El tema es sencillo: el gobierno de los CEO está discutiendo sobre guita con el sindicalismo, y en las pujas salariales empresas y trabajadores casi siempre terminan entendiéndose. El resultado final probablemente será una reforma de Ganancias que no es la que quería el Gobierno, tampoco la que auspiciaba Massa y tampoco la que soñaba la CGT. El triple empate profetizado por Monzó. Si todo termina así, harán sangrar un poquito más la caja. Al déficit fiscal. Que es lo que impulsa la inflación. Inflación que es el flagelo de la gente. De la gente a la que se quiere beneficiar con la reforma de Ganancias. Entonces la reforma se vuelve contra sus beneficiarios. No sé, quizás hice mal las cuentas, como Kichi, o me perdí en el camino.

Según mi amigo Sergio Rubin, el Papa está llamando en estas horas a "cuidar a Mauricio". No sabemos si cuidar es ayudarlo o, volviendo al fútbol, marcarlo de cerca.

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