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sábado, 12 de noviembre de 2016

Donald, no cumplas, por Jorge Lanata

Donald, no cumplas

por Jorge Lanata
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“Los americanos son muy estadísticos
Tienen gestos nítidos y sonrisas límpidas
Ojos de brillo penetrante que van al fondo
De lo que miran, pero no al verdadero fondo
Los americanos representan gran parte
De la alegría de este mundo
Para los americanos blanco es blanco, negro es negro (y la mulata no es tal)
Marica es marica, macho es macho
Mujer es mujer y dinero es dinero
Y así ganan, cambalachean, pierden, se conceden y
Conquistan sus derechos
Mientras tanto aquí abajo la indefinición es
el régimen
Y bailamos con una gracia cuyo secreto ni yo
mismo sé
Entre la delicia y la desgracia
Entre lo monstruoso y lo sublime
Los americanos no son americanos
Son viejos hombres humanos
Llegando, pasando, atravesando
Son típicamente americanos
Los americanos sienten que algo se perdió
Algo se quebró
Se está quebrando”
(Caetano Veloso,”Black and White/americanos”, traducción del autor)
“La mitad de la población de Estados Unidos no ha leído nunca un periódico. Y la mitad de los americanos no ha votado nunca a un presidente. Sólo espero que no coincidan esas dos mitades”. Gore Vidal
Y finalmente, las dos mitades descriptas por Gore Vidal fueron a coincidir. Y sucedió en la era de la Postverdad, en la que los buscadores pueden repetir mentiras al Infinito; lo que comenzó como una prestación para el lector terminó siendo una espiral siniestra: las búsquedas de B generan más búsquedas de B y blogs sobre B e imágenes de B, que reproducen más imágenes de B hasta que finalmente B es el mundo.
“Han puesto un loco a cargo del manicomio”, escribió John Carlin. Pero ¿cuándo vimos al manicomio como tal?
El mundo despertó en la pesadilla de Trump intentando buscar explicaciones de su propia miopía. Nadie vio que la vida real podía llegar.
Los votantes pueden atacar a la democracia ejerciéndola, me dijo el miércoles en la radio Héctor Aguilar Camin.
La semana anterior a la elección, The New York Times informó que los debates entre Hillary y Trump fueron transmitidos en directo en Irán. A tal punto los candidatos eran caricaturas de sí mismos que los ayatolas decidieron mostrarlos. No había modo más efectivo de criticar a los Estados Unidos que la vergüenza ajena.
Mientras lo normal es reclamar que el candidato cumpla las promesas de campaña, hoy sucede con Trump lo contrario: todos se preguntan si se animará a hacerlo y ruegan secretamente que no lo haga.
He escuchado como nunca esta semana las palabras “America profunda”, como si la otra fuera “superficial”, o si ambos fueran países separados.
También aquí es normal hablar del Conurbano profundo, como si no fuera parte de la provincia de Buenos Aires: está dos o tres pisos más abajo.
Veamos los números que explican a Trump fuera de las urnas: –Según un estudio de la Universidad de California el 90% de los norteamericanos gana 31.000 dólares al año, y el 1% gana, al año, 27 millones de dólares por familia. La proporción de riqueza en manos del 10% más rico del país se incrementó desde el 67,5% en 1989 al 75,7% en 2013, mientras que la riqueza del 50% más pobre pasó del 2,9% en 1989 al 1,1% en 2013.
–Hay 47 millones de pobres, uno de cada cinco niños lo son, y son pobres el 26% de los negros, el 24% de los hispanos y el 1% de los blancos. Si hablamos de castas, la riqueza media de las familias es de 120.000 dólares y la de los miembros del Congreso de 912.000 dólares.
–Las cifras son contradictorias, pero sólo entre el 20 y el 30 por ciento de los americanos salió alguna vez de su país.
–Un estudio sobre la desigualdad llevado a cabo por la agencia Bloomberg tomando como base el Coeficiente de Gini ordenó de uno a diez las ciudades más desiguales del país: New Orleans, Atlanta, Cincinnati, Boston, Dallas, New York, Miami, Tampa, Los Ángeles y Houston.
Sasha Abramsky públicó hace poco un libro de crónicas de la pobreza: “The American Way of Poverty: How the Other Half Still Lives” (“Pobreza al estilo estadounidense: cómo vive todavía la otra mitad”). Allí, cita, entre cientos, el caso de Megan Roberts, de 31 años, que conoció en Albuquerque: “Fue muy agobiante, muy abrumador. Por un aumento salarial de un dólar perdimos el acceso a la asistencia para la vivienda. Así que pasamos de pagar 612 dólares de alquiler a pagar 1.030 dólares. También perdimos los bonos de alimentos. Ya no clasificábamos para ninguna de estas ayudas. Tampoco teníamos cobertura de Medicaid. Nos quedamos colgados. Por su trabajo, mi marido iba a tener seguro médico, que entraba en vigencia en enero de 2006. Pero yo me enfermé en diciembre de 2005. Así que tuvimos que pagar esta enorme factura de gastos médicos y finalmente, creo que fue el 16 de abril, nos declaramos en quiebra”.
Una vez, en Caracas, hace años, alguien me dijo: “Es que acá no hay empresarios, hay millonarios”. ¿Habrá sido entonces la democracia venezolana quien creó a Chávez? ¿Serán los Clinton, los Bush, Obama, quienes crearon a Trump?

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