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sábado, 9 de abril de 2016

Lázaro Báez llora y maldice a los Kirchner, por Carlos M.Reymundo Roberts (Humor e ironía)

Lázaro Báez llora y maldice a los Kirchner

por Carlos M.Reymundo Roberts

No me tomen por tonto. Los conozco como a los Orozco. Anunciaron un tarifazo con tal de tapar la vergonzosa entrega a los buitres. Y después hicieron detener a Jaime y a Lázaro Báez para tapar lo de los Panamá Papers. Como el bolonqui seguía, lograron que los bolivianos de The Strongest se dejaran ganar 6 a 0 por River. Y, en el último manotazo, Macri, imputado por el fiscal Delgado, anunció anteayer -un poquitín tarde, Mauricio- que pondrá su fortuna en un fideicomiso ciego; sí, ciego: va a estar prohibido mirar las millonadas que junte. Por eso entiendo la renuncia de Oyarbide. Se asqueó.

Igual, no van a conseguir nada. La gente no come vidrio. Empecemos por Jaime. Ya admitió en dos causas, el año pasado, que había cobrado coimas de empresas a las que tenía que controlar. Como en aquellos tiempos andaba flojo de efectivo (típico funcionario de los Kirchner), una empresa le prestaba el avión y otra le pagaba el alquiler del departamento. Gente gauchita. Me pregunto qué más quieren del pobre tipo. Reconoció que es un coimero y le siguen cayendo encima. ¿Qué pretenden, que vaya hasta Luján de rodillas golpeándose el pecho? Ahora lo acusan de haber pagado sobreprecios descomunales en la compra de trenes usados a España y Portugal. OK, serán sobreprecios, serán descomunales, pero lo importante es que pagó.

El caso de Lázaro Báez es todavía más injusto. Lo persiguen por ser un emprendedor exitoso que se asoció a una familia exitosa. Con Jaime hay saña. Con Lázaro, envidia. Fundó Austral Construcciones una semana antes de que asumiera Néstor. Confiaba en el modelo. Por ese entonces vivía de su sueldo. Como retribución, los Kirchner, sus amigos, lo convirtieron en el zar de la obra pública, pero con un mandato de extraordinaria prudencia: "No hagas todas las obras que te encarguemos, no te descapitalices". Fue obediente. Cobraba por 100 obras y hacía 50, y cobraba 100 pesos lo que costaba 50, dos fórmulas económicas clásicas que conducen inexorablemente a la prosperidad. Austral construye caminos, puentes, represas, pero su especialidad son las bóvedas, esas cavidades donde se pueden poner a buen resguardo millones de dólares y de euros. El de estos modernos chanchitos era hasta entonces un nicho muy poco explotado. Otra vez: Lázaro sabía que el modelo iba a producir fortunas y que esas fortunas no siempre caben en los bancos. Además, la familia presidencial le contagió la desconfianza que le tuvo siempre al sistema financiero. Néstor prefería guardar la guita en casa o, a lo sumo, en las islas Seychelles.

En realidad, ahí está un poco el problema de los Kirchner y de los Báez: tenían más plata que lugar donde guardarla. Por eso fueron surgiendo centros clandestinos de acopio de billetes, las más de 20 estancias de Lázaro, el traslado en bolsos, el conteo por kilos. Lo hacían pensando en el país: toda esa masa de dinero volcada al mercado podía provocar un exceso de liquidez. Y así como la plata llama a la plata, también llama a personajes de la calaña de Fariña y Elaskar. Arribistas, inescrupulosos, desprolijos y, lo peor, buscadores de fama. Fariña y Elaskar se confesaron ante Lanata a cámara abierta no por temor a que los mataran. Su objetivo era terminar en el Bailando. En La Rosadita hubo un efecto contagio: contaron los millones de dólares frente a las cámaras para aparecer en los noticieros.

Lázaro no podía imaginar semejante deriva; si no, hubiese protegido a su hijo Martín de esos bandidos. No podía imaginar que iba a cambiar tanto el contexto político y judicial, y hasta su relación con una familia de la que llegó a ser socio, administrador, amigo y confidente. "Máximo y Cristina me entregaron", dice entre sollozos en la intolerable soledad de una cárcel de Ezeiza. No puede dejar de pensar que los Kirchner y él eran lo mismo. Los mismos gustos, los mismos intereses, los mismos negocios, las mismas oficinas, los mismos contadores. "Lo mío es mío y lo tuyo es mío", decía Néstor, y los dos reían. "Por qué me entregaron", pregunta, y el pensamiento se le va una y otra vez al monumental mausoleo que pagó de su bolsillo, a los enjuagues con las reservas de habitaciones en los hoteles, a los momentos inolvidables en los que festejaban el progreso de sus inversiones y repartían dividendos. Yo trato de convencerlo de que no se lo tiene que tomar tan a pecho. Que hizo bien en admitir que la guita de La Rosadita era suya, no sea cosa de que un vivillo se la choree. Que confíe en su inocencia. Y en sus recursos. Y en que en su larga declaración de ayer Fariña lo debe haber recordado con mucho aprecio. Y en que la justicia y el amor son más fuertes. Y que agradezca, porque la cárcel de Ezeiza no está tan mal. Se quedó más tranquilo.

En cambio, Macri está desesperado. No para de dar explicaciones sobre las cuentas fantasma. No aprendió de Cristina, que nunca explicó nada. El problema del Presidente no es la Justicia, o la prensa, o la oposición. Es Lilita. A ella también la quieren distraer con el desfile de medio kirchnerismo por los tribunales: Jaime, Kicillof, De Vido, Mariotto, Báez, Vanoli. Y el miércoles, la presencia estelar: la señora. Deberá vérselas con Bonadio por el caso del dólar futuro.

Una lástima. Ella, como Lázaro, está más autorizada para hablar sobre el futuro del dólar.

LA NACION

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