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domingo, 24 de abril de 2016

Cristina, obligada a escuchar críticas, por Julio Blanck

Cristina, obligada a 

escuchar críticas

por Julio Blanck
Escenario

La senadora sanjuanina Marina Riofrío cuidó las palabras. Dijo que la reunión que habían mantenido con Cristina, el jueves, “fue mucho más horizontal” que cualquiera otra antes. “Ella tiene ahora otra manera de relacionarse”, explicó. Y por si hiciera falta aclaró: “Ya no es la Presidenta”. Le dedicó elogios personales, pero contó que “Hubo algunos momentos de discusión fuerte”. 
Esta fue la segunda novedad que ofreció el encuentro de la ex presidenta y los senadores peronistas. La primera había sido que casi la mitad de los 42 miembros del bloque desoyeron la invitación, empezando por su jefe, Miguel Pichetto. Eso resultó tan inédito como que algunos de los asistentes se decidieran a plantear ante Cristina las críticas que hasta ahora nadie se había atrevido a formularle cara a cara. 
La senadora Riofrío, con esos dichos que el viernes publicó en San Juan el diario La Provincia, atravesó el muro de silencio interno que se sigue levantando alrededor de ella, en la pretensión de mantenerla indiscutida e invulnerable. La legisladora protagonizó algunos de los cruces con Cristina. Una actitud crítica similar adoptó el ex jefe de Gabinete, hoy senador, Juan Manuel Abal Medina.
Riofrío fue parte de los 26 senadores peronistas que en marzo votaron a favor de la ley que permitió la salida del default. Lo hicieron desobedeciendo la orden de Cristina. Ocho de esos 26 estuvieron en la reunión del jueves. Se comieron un bonito reproche por esa actitud. 
Abal Medina, en cambio, fue uno de los 16 senadores que se opusieron a la ley que pedía el presidente Macri. Pero está anotado entre los peronistas que reclaman autocrítica y renovación para construir el camino de regreso al poder. 
Abal Medina se quejó ante Cristina porque la convocatoria a la reunión fue hecha a través de las dos senadoras que pertenecen a La Cámpora –Virginia García y Anabel Fernández Sagasti– salteando con premeditación y alevosía a Pichetto. Defendió la conducción del bloque, de la que participa, y atribuyó a esa desprolijidad la ausencia de muchos senadores. Cristina contestó seca: “Yo pedí que invitaran a todos”, como contó en Clarín el periodista Carlos Galván.
Por cierto, las ausencias de los senadores se debieron sobre todo a la decisión política de rechazar de aquí en más su liderazgo. Por eso se fue Pichetto en oportuno viaje a Río Negro, y no estuvieron figuras de peso político como los ex gobernadores de Tucumán, José Alperovich, y de Santiago, Gerardo Zamora, o el santafesino en ascenso Omar Perotti.
Cuando Abal Medina explicó que la conducción de la bancada se ocupó en todo momento de “cuidar la unidad”, logrando que la división ante la ley para salir del default no prudujera una fractura, recibió otra aspereza de Cristina: “La cuestión de la unidad es para qué”. 
Voceros del sector de senadores que mantienen disidencias con la conducción de Cristina señalaron que ese tipo de reacciones muestran que la ex presidenta “solamente quiere la unidad si es para que todos hagamos lo que ella decide”.
En los pasajes calientes de la reunión salieron a respaldar la posición de Cristina senadores como la mendocina Fernández Sagasti, el sanjuanino Ruperto Godoy y el siempre enfático neuquino Marcelo Fuentes. Pero la ex presidenta no necesita defensores: muy bien se las arregla ella, aunque su espada ya no corte de un tajo como sucedía mientras era la dueña del poder.
Cuando la senadora Riofrío planteó revisar los errores que llevaron a la derrota electoral, la Jefa le pidió precisiones. “Por ejemplo los que hicieron un acto de cierre de campaña por su cuenta, diferenciándose de nuestro candidato”, pataleó Riofrío. Aludía al mitín de Axel Kicillof junto a La Cámpora, en el Luna Park, un día antes del cierre nacional de Daniel Scioli en octubre. Aquel acto contó con un mensaje grabado de Cristina y nutridas presencias ultra kirchneristas, como la de la derrotada fórmula Aníbal Fernández-Martín Sabatella. 
Esa mención de Riofrío disparó la mención más dura que en público haya hecho Cristina sobre aquella derrota. Dijo, palabras más o menos, que “el que perdió la elección fue el candidato”. Toda la responsabilidad se la tiró encima a Scioli, que hasta hoy sigue tratando de caerle bien y lograr su bendición como futuro vicepresidente del PJ. 
De Scioli ya había hecho una mención envenenada el lunes, cuando reunió a casi todos los intendentes peronistas de la Provincia. También allí le colgó el peso de la derrota. De paso sacudió sin nombrarlo a Florencio Randazzo, que en su momento se le plantó y no aceptó ser candidato a gobernador. Y también allí reaccionó áspera cuando dos jefes municipales hablaron de la necesidad de autocrítica. 
Los que se animaron fueron de tipos de perfil bajo y muy apreciados por sus compañeros: Ricardo Casi, de Colón, y Hugo Corvatta, de Pihué. Lo hicieron encomendados para esa tarea por el grupo mayoritario de 29 intendentes (los participantes en la reunión fueron 51) que almorzaron juntos antes de encontrarse con Cristina. Todos ellos, aún con matices, intentan correr el eje de gravitación del peronismo hacia una expresión más renovadora, participativa y con menos rechazo en la sociedad. 
¿Cómo les fue en el intento? “Ella escuchó lo que quiso escuchar”, dice un jefe municipal del GBA con notoria amargura. “No cambió nada: quiere que a Macri le vaya mal mañana mismo y que María Eugenia Vidal se caiga con él”. Lo raro hubiese sido que ella dijera otra cosa.
Pero la amplia mayoría de los intendentes peronistas piensa distinto. Están en una convivencia razonable con Vidal. El viernes el Gobierno bonaerense repartió entre todos los municipios mil millones de pesos destinados a seguridad. El reparto se hace según el porcentaje de coparticipación de cada distrito, según el acuerdo de enero que permitió aprobar el Presupuesto provincial. A Avellaneda, donde gobierna Jorge Ferraresi, el nuevo delfín elegido por Cristina, le depositaron 16 millones. 
El jueves, con los senadores, también fue dura Cristina cuando embistió contra el ex gobernador de San Juan, José Luis Gioja. Lo acusó de ser responsable de la fractura en el bloque de diputados, que en febrero dejó al kirchnerismo como segunda minoría en la Cámara. 
Es cierto que Gioja, referente del peronismo clásico, coqueteó con la idea de sumarse a esa nueva bancada, que tiene como figura a Diego Bossio y que preside el sindicalista Oscar Romero. Pero al final se quedó en el bloque oficial y desde esa permanencia construyó su camino hacia la presidencia de la lista de unidad en el PJ nacional. También, como Scioli, hace cada día los deberes mediáticos para congraciarse con Cristina. Pero ella no lo perdona.
El doble sablazo a Gioja y Scioli pone en claro cuánto es de escasa la esperanza que tiene la lista de unidad peronista de poder prosperar en la nueva etapa partidaria. Confluyen en esa nómina todos los sectores internos, empezando por los gobernadores que buscan abrirse un espacio propio cerrando la etapa kirchnerista. 
Pero borrados los dirigentes de La Cámpora de toda participación en la lista, Cristina no va a reconocer a nadie que se atreva a cuestionar o a querer compartir su poder. Va a rodearse de sus incondicionales. 
Y va a tratar de imponerle a todo el peronismo su voluntad apoyándose en dos pilares básicos: 
Uno, la crítica sin pausas al gobierno de Macri, basada en martillar sobre las penurias por la dura etapa social que se atraviesa. Como es de esperar, nada dirá de la necesidad de ordenar una economía y un Estado que ella dejó desquiciados. Y tampoco hará mención de las complicaciones judiciales que la rondan por casos de corrupción, como no sea para denunciar una persecución política. 
Dos, la dificultad de quienes ya no quieren seguir sus órdenes para construir un liderazgo alternativo. Dentro o fuera del tinglado oficial justicialista, comparten esa carencia sin rápida solución a la vista dirigentes como Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Pichetto, Randazzo, Bossio y varios nuevos gobernadores, por nombrar a algunos de los más relevantes.
Desconocer de manera sistemática la propia responsabilidad es parte del equipamiento natural de la ex presidenta. Desde hace tiempo viene pagando el precio por ello. Perdió elecciones, dejó el poder y quedó estacionada en un piso muy sólido de adhesión popular, aunque hoy de condición claramente minoritaria. 
Pero ella no tiene la culpa si los peronistas que quieren mandarla al pasado en un viaje sin retorno, no encuentran siquiera la forma de caminar el presente.

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