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domingo, 7 de febrero de 2016

Un relato que busca desmontar la cultura K, por Pablo Sirvén

Un relato que busca desmontar la cultura K


 por Pablo Sirvén


Mojada y en bikini, Elisa Carrió se cruzó anteayer con este periodista en una playa esteña. "¿Viste que tenía razón y que ganamos? Vamos bien, pero hay que corregir algunas cosas", dijo antes de seguir bordeando feliz la orilla del arroyo Maldonado.
En tanto que Cristina Kirchner concebía un poder exclusivamente centralizado en ella, el de Mauricio Macri se sirve de valiosos "auxiliares" externos (Sergio Massa, gobernadores, legisladores e intendentes opositores dispuestos a cooperar) y poderosas células para nada dormidas al mando de sus experimentados aliados electorales Ernesto Sanz (UCR) y Elisa Carrió (Coalición Cívica).
Este año se cumplirá un siglo exacto de la primera elección presidencial, en la que se aplicó la ley Sáenz Peña, que consagró el voto secreto y obligatorio. Desde entonces, hasta el 10 de diciembre último, sólo se han alternado en el poder tres fuerzas, o algunos de sus derivados: radicales, peronistas y militares. Cambiemos tiene algunas de sus raíces más remotas en expresiones conservadoras y liberales que estuvieron en el poder constitucional sólo hasta 1916 y que luego, al no contar con genuina fuerza electoral, sólo reaparecieron intermitentemente durante el período del llamado "fraude patriótico" (años 30 y 40 del siglo pasado) y en algunos gobiernos de facto. Ahora, el sistema democrático, por voluntad popular, se permite ensanchar su escueto menú ideológico. Si Mauricio Macri completa su mandato el 10 de diciembre de 2019, será el primer presidente no peronista que lo logre desde 1928, en elecciones libres y limpias. Y si eso sucede, además, con el éxito de la gestión, quedará atrás el peligroso sistema de partido único populista que intenta perpetrarse desde 1989 bajo distintas denominaciones.
Al menos, en sus primeras semanas, el nuevo gobierno aventó el fantasma de parecerse al de la Alianza/De la Rúa, al demostrar hiperactividad en distintos frentes y hasta en decisiones polémicas. En la posibilidad de volver sobre sus pasos cuando el Gobierno se equivoca demuestra Macri una flexibilidad que no supo tener su antecesora.
Cómo habrán cambiado las cosas que al ingresar en la Casa Rosada una de las empleadas que recibe el documento de los visitantes tiene en su escritorio, a la vista de todos, uno de los libros más demoledores de los últimos tiempos contra el kirchnerismo: Juicio y castigo, de Alfredo Leuco. En su tapa está, con gesto airado, Cristina Kirchner.
El clima de secretismo que dominó el palacio gubernamental hasta el 10 de diciembre empieza a ser parte del pasado, aunque también hay funcionarios escondedores que aburren e irritan con el "no pasa nada, todo está bien".
También el reclamo del "queremos preguntar" de la corporación periodística, que casi nunca concedió el kirchnerismo, que prefería administrar la información con cuentagotas, pierde energía en las concurrencias oscilantes a las conferencias de prensa implementadas como rutina por el nuevo gobierno. La mecánica es simple: el ministro del área informa de lo tratado a los cronistas acreditados en unos pocos minutos y contesta preguntas. Fin de la historia: no hay cadenas nacionales, ni aplaudidores, ni filípicas incendiarias. Todo módico, muy lejos de los oropeles cristinistas y encadenados. Cero épica.
No hay todavía un contrarrelato ostensible y propio más que el persistente desmonte, día tras día, de la cultura K en distintos frentes. Los integrantes del nuevo staff se caracterizan por los modales atildados, aun cuando puedan implementar rudas medidas. Es un equipo con escasas proteínas políticas y más preocupado por la macroeconomía que por resolver las tensiones crecientes de la economía doméstica. Gran energía para comunicar despidos, salida del cepo, baja de retenciones y ajustes tarifarios; nula o escasa consideración a informar de paliativos y defensa del ciudadano de a pie, asustado por la devaluación, la quita de subsidios y la inflación.
Todos los días, a las 8 de la mañana, en la Jefatura de Gabinete, en el primer piso de la Casa Rosada, su titular, Marcos Peña, lidera la reunión del equipo de comunicación. Asisten a ella funcionarios de los tres gobiernos principales de Cambiemos (nacional, bonaerense y porteño) relacionados con el tema. Allí se comenta lo que se hizo el día anterior, y cómo lo cubrieron los medios, y se decide quiénes, y en qué formato, presentarán las novedades oficiales de la jornada. Además de las conferencias de prensa o los actos cortos, otras noticias oficiales son comunicadas desde las redes sociales y abundan las consultas informales y los off the record entre funcionarios y periodistas.
Hasta ahora los estropicios recibidos del gobierno anterior se han conocido sólo de manera fragmentada. Debe saber convertir el presidente Macri su mensaje sobre el estado de la Nación, al inaugurar el período ordinario de sesiones en el Congreso, el próximo 1° de marzo, en una pieza magistral y minuciosa de la pesada herencia recibida, una suerte de "Nunca más" que, al mismo tiempo, pueda servir de acta refundacional de la democracia para no caer de vuelta en esos abismos.
Twitter: @psirven

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