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domingo, 12 de abril de 2015

La Cámpora está cerrando con Scioli por Julio Blanck

La Cámpora está cerrando con Scioli

Escenario

Daniel Scioli sale en defensa de Máximo Kirchner por la supuesta tenencia de cuentas en el exterior; y enseguida se prodiga en elogios hacia Axel Kicillof como posible vicepresidente. Mejor presentarlo como propio antes que se lo enchufen a presión en la fórmula. Detrás del gobernador sale su esposa, Karina Rabolini, a declarar su admiración por la Presidenta. Rabolini está metida de lleno en la política y Scioli considera que ella es su bala de plata, el recurso estratégico de su campaña.
Semejantes demostraciones se entienden mejor a partir del dato político de las últimas dos semanas: Scioli está ganando terreno en el núcleo duro del kirchnerismo como el potencial garante de la continuidad. Quizá sienta que debe retribuir en público tamaña distinción.
Florencio Randazzo tomó nota de ese cambio sensible, que no tiene por qué ser definitivo. Sigue teniendo trato preferencial de la Presidenta, pero pequeñas gestualidades del Palacio hablarían de cierto opacamiento transitorio de su estrella.
Hay quienes lo dicen de modo brutal. “A Scioli no le confían, pero al Flaco le confían menos”, sostiene un alto jefe partidario peronista. “No hay mala onda con Randazzo, pero La Cámpora está cerrando con Scioli” asegura una fuente con oficinas dentro de la Casa Rosada.
Máximo viene recomendando a sus subalternos “cuidarlo a Daniel”, como ya se contó en estas páginas. Eduardo De Pedro, secretario general de la Presidencia, encabeza con entusiasmo la operación para articular a La Cámpora con el gobernador bonaerense.
Los márgenes de decisión de Scioli parecen nulos. Cuatro altos dirigentes y funcionarios consultados por Clarín coinciden en que “Máximo está hoy en la lista de diputados de la provincia de Buenos Aires”. Y que, salvo cataclismos inesperados, Cristina sería candidata al Parlamento del Mercosur. 
Scioli parece someterse alegremente al corralito que le arman. Lo franelean los mismos que antes lo vapuleraron de todas las maneras posibles. Pero se acerca la elección y otra vez lo necesitan. A él le alcanza con que lo dejen ser candidato a presidente. Nada de lo demás le importa. Cree que si gana, entonces de verdad nada de todo esto va a importar. 
Quizá Scioli sueñe con que intendentes y gobernadores peronistas, llegando el día, formarán un muro de protección alrededor de su presidencia.
Randazzo se da cuenta cómo viene la mano y patalea. Critica a Scioli por haber entrado a la política con el menemismo y asegura que lo apoyan las corporaciones y en especial los medios, a ver si con eso logra sensibilizar la baqueteada piel del kirchnerismo. Dice que su rival se parece a Sergio Massa y a Mauricio Macri, para mezclarlo con los peores demonios del oficialismo. Pero hasta la diputada Diana Conti sale a reclamarle que baje el tono. 
Randazzo atraviesa su tiempo ingrato después de un notable esfuerzo personal de gestión y construcción política. Aunque se aconseja no apresurar conclusiones.
Cristina y sus centuriones están empezando a ajustar los tornillos del andamiaje electoral. Y algunos firuletes del relato pasan a ser convenientemente relegados, porque se trata de ganar y no de decir lindas palabras. Así, sin que nadie se ponga colorado ni le asalten súbitas contradicciones morales, se privilegia a Scioli. Y se insiste, por ejemplo, en buscar acercamientos con José Manuel De la Sota, gobernador cordobés, peronista y opositor frontal.
El plan de De la Sota es ver hasta dónde llega con su último intento de instalación nacional. Este martes presentará su libro “Quiero y puedo” con acto en un teatro del centro porteño. Busca subirse el precio todo lo posible antes de resolver qué rumbo tomar. Su prioridad es asegurar la situación del peronismo de Córdoba, que quiere retener la gobernación con Juan Schiaretti como candidato. En Córdoba no hay PASO y la elección es el 5 de julio.
En contactos recientes, el secretario Legal Carlos Zannini ya habría insinuado la posibilidad de bajar la candidatura de Eduardo Accastello, intendente de Villa María y referente cordobés de la Casa Rosada. El kirchnerismo es minoritario en la provincia, pero tiene un caudal de votos que puede ser decisivo en una elección muy cerrada como la que espera el peronismo cordobés contra la alianza del radicalismo, el partido de Luis Juez y el PRO.
De la Sota le avisó a Zannini que hasta dentro de un mes no tomará decisión alguna. Lo mismo le planteó a Massa el viernes, durante la cena de compartieron, organizada por un banquero amigo. 
Pero esta semana llenó de elogios a Accastello en una visita a Villa María. Y en el mismo gesto le extendió una certificación peronista a Scioli: “Cuando llegó a la política de la mano de Menem muchos lo criticaban porque venía del deporte, pero yo fui uno de los primeros en abrirle los brazos”. Pareció una réplica a las críticas de Randazzo a Scioli por su origen político. 
Un alto jefe peronista especula con la posibilidad de que De la Sota pueda terminar dentro de las PASO oficialistas, terciando con Scioli y Randazzo. Para el tercer casillero en ese juego ya se anotó el entrerriano Sergio Urribarri, que recorre el interior y el GBA con intensidad.
Meter a De la Sota en la interna oficialista encajaría con la idea que motoriza Zannini: camuflar al kirchnerismo dentro del andamiaje más amplio del peronismo, para evitar la polarización brutal y tratar de que así permanezca fragmentado el voto opositor. 
Fuentes del Gobierno advierten que sería imprescindible para esto la aprobación de Cristina. Y dudan de que llegue ese perdón para De la Sota. “Ella no es tan amplia y negociadora como nosotros”, comenta jocoso un funcionario de la Casa Rosada. 
Todo este jueguito parte de la base de suponer que De la Sota aceptaría subirse al carromato oficialista sin más vueltas. Y eso es no conocer al gobernador de Córdoba, ni saber qué opinión tiene de sí mismo y de los demás personajes de la política.
El hecho es que todo el mundo kirchnerista opera sobre Córdoba. Esta semana Randazzo recibió en el Ministerio del Interior a una docena de intendentes del sur cordobés. También se especuló con una eventual presencia de Schiaretti en otras dependencias de la Casa Rosada, que no fue confirmada. Es que para el diseño del Gobierno, Córdoba podría compensar lo mal que pueden pasarla en otros distritos grandes como Capital, Santa Fe y Mendoza. Y de las dificultades que también se pronostican en Tucumán, Entre Ríos y Salta, entre muchas otras, a manos de distintas expresiones opositoras.
Esto vuelve a convertir la provincia de Buenos Aires en la madre de todas las batallas. Con un piso electoral del 35%, el kirchnerismo necesita allí optimizar su desempeño. Para eso tiene que empezar por ordenar a la propia tropa bonaerense, haciendo prolija la decantación de aspirantes a la gobernación. Quienes conocen cómo se desarrolla este pequeño vodevil aseguran que a esta altura quedan cuatro postulantes firmes. 
Se trata de Julián Domínguez, presidente de la Cámara de Diputados, enviado por Cristina a la disputa provincial; Fernando Espinoza, intendente de La Matanza y titular del PJ bonaerense de muy buena relación con Scioli; Diego Bossio, jefe de la ANSeS, con llegada al peronismo provincial y a los cuadros de La Cámpora; y Patricio Mussi, intendente de Berazategui, prohijado por Julio De Vido y distinguido en el trato por la Presidenta. 
El secretario de Seguridad Sergio Berni venía embalado pero tropezó con el caso Nisman y quizás deba esperar otro turno. A Martín Insaurralde el kirchnerismo puro lo recibió a patadas en su regreso junto a Scioli después del coqueteo interruptus con Massa. Otro que también quiere competir es Santiago Montoya, comandante del Grupo Bapro e inquieto funcionario del riñón sciolista.
El masivo acto que la Presidenta realizó en La Matanza junto a Scioli, el día del paro nacional contra el impuesto al salario, pareció darle aire a Espinoza, dueño de casa en esa demostración. Pero antes, Cristina había bendecido la entrada de Domínguez en la contienda provincial. El juego está abierto, aunque todos los actores saben que será la Presidenta quien finalmente decida quiénes competirán por la candidatura y quiénes acompañarán como vice en las distintas fórmulas. Ese es el grado de autonomía que hoy tiene el peronismo. 
Con tono que promete tormentas, un duro caudillo bonaerense anuncia que “se termina el tiempo del verticalismo y las decisiones unipersonales”. Pequeña pregunta: ¿cuándo? Respuesta sincera: “El día que Cristina deje de ser presidente”.
Ya no quedan guapos.

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