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domingo, 12 de enero de 2014

Cristina se estresa con la economía y extraña El Calafate

EL CAMINO HACIA 2015

Cristina se estresa con la economía y extraña El Calafate

El kirchnerismo cristinista luce atrapado en la crisis económico que provocó. Todavía no entiende lo que hizo y, por lo tanto, no consigue (ni conseguirá) destrabar ese nudo que lo está ahorcando. Luego, con Cristina en Olivos... todos (comenzando por ella misma) extrañan los días en El Calafate. Interesante descripción que Claudio Chiaruttini deslizó como editorial en su programa por Radio El Mundo:
 

Residencia de Cristina en El Calafate: "El futuro es incierto. A sólo 45 días del mayor recambio del Gabinete en la historia del kirchnerismo, la confianza de los operadores económicos se ha evaporado. No esperan que surjan fórmulas nuevas para enfrentar los problemas. Antes se pensaba que el choque con las consecuencias, con la realidad, los haría cambiar de opinión se evaporó con “la crisis eléctrica”."
por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Regresó Cristina Fernández y el efecto fue exactamente el contrario a lo que esperaban dentro y fuera de la Casa Rosada. La falta de conducción se hizo palpable, la pérdida de poder del Jefe de Gabinete, Jorge Milton Capitanich, no se oculta; Axel Kicillof tomó el rol de liderazgo en decisiones económicas, la falta de ideas nuevas hace que el Gabinete repita fórmulas pasadas fracasada y ya no se puede evitar hablar de un agotamiento del menú de medidas a las que puede recurrir el kirchnerismo.
 
Era mejor la situación del Gobierno con la Presidente de la Nación en El Calafate. Lejos, a la distancia, la falta de certeza, el cruce de especulaciones, dejaba un pequeño espacio para pensar en un regreso donde se diera un volantazo ala gestión y reencarrilara a su novel Gabinete, con el fin de armar un programa que solucionara los problemas reales que afectan a la gente, algo que demanda la sociedad desde hace casi tres años.
 
Pero no fue así. Cristina Fernández va camino a batir su propio récord de silencio. Es cierto, no hay anuncios importantes que realizar y la Presidente de la Nación, si regresa a escena, requiere de toda la artillería que puedan suministrarles sus ministros. Pero, además, juntar militantes para que ovacionen a la mandataria se hace muy difícil en este enero estival: La Cámpora se encuentra “desmovilizada” y gozando de largas vacaciones, pagadas con el sueldo que obtienen por ser aplaudidores repitentes.
 
La “crisis del tomate” varias lecturas. Los kirchneristas argumentan que fue un intento del Gobierno de cambiar la agenda y hacer olvidar los cortes de luz, los saqueos, la revuelta de las policías provinciales y la ausencia presidencial. Incluso, la orden “importen tomates” y la desmentida a Ricardo Echegaray en el tema Bienes Personales eran una forma de reconfirmar la autoridad de la Presidente de la Nación. Sin duda, es una versión conveniente para el oficialismo. 
 
Sin embargo, “la crisis del tomate” terminó por demostrar la impericia con que se tratan ciertos problemas entre los ministros. Todos quieren quedar bien con Cristina Fernández, como la orden en noviembre fue “contengan la inflación”, cuando, según parece, Alfredo Coto advirtió, equivocado, del posible aumento de la solanácea de origen mexicana, todos salieron corriendo para quedar bien con “La Jefa” y el morenismo sin Guillermo Moreno se hizo presente con todo su esplendor.
 
Pero, por fin, el Secretario de Comercio, Augusto Costa, reconoció que estaban mal informados y suspendió la importación de la baya carnosa. Fin del papelón oficial. Sólo demandó 4 días esclarecer el misterio del precio del tomate.
 
Pero la forma en que se encaró “la crisis del tomate”, se lanzaron medidas y declaraciones, se buscaron culpables y se anunciaron formas para regular el problema, repite el mismo mecanismo que en “la crisis energética”, “la crisis de los trenes”, “la crisis con el campo”, “la crisis con Aerolíneas Argentinas”, “la crisis con los holdouts”, y otras similares.
 
El mecanismo es así: un rubro o sector entra en crisis, se buscan culpables, se realizan distribas grandilocuentes, pero no se articulan posibles soluciones; la crisis se profundiza, ya no alcanza con señalar victimarios, la opinión pública gira su atención hacia el Gobierno, esperan definiciones. Recién allí, cuando la encuestas detectan este cambio en la ciudadanía, comienzan a buscar posibles salidas, pero el cepo ideológico les limita el menú a fórmulas ya intentadas hace 40 años. Por fin, se mitifica ese pasado para poder legitimar la repetición de medidas fracasadas.
 
¿Cómo termina una crisis en el kirchnerismo? Cuando aparece otro tema en la agenda de medios que coloca el trance en la página 10 de los diarios y cuando las encuestas dicen que la opinión pública ha puesto la atención en otro tema. No es casual que “la crisis del tomate” finalizara justo luego de las terribles muertes ocurridas en Villa Gessell.
 
Pero “la crisis del tomate” tiene 2 claros mensajes que hay que entender para poder proyectar los próximos 2 años de Gobierno.
 
Por un lado, los temas económicos son incomprensibles para la ratio kirchnerista. 


El peso ideológico impone un cerco alrededor de las posibles soluciones a los problemas y los preconceptos, también ideológicos, no permiten elegir los caminos correctos para superar las dificultades.
 
El Gobierno quedó atrapado en el “relato”. Desde Axel Kicillof para abajo saben que controlar la emisión de moneda es fundamental para bajar las expectativas inflacionarias. Sin embargo, su ratio los obliga a pensar que inyectando liquidez se solucionan los problemas. Por eso terminan vendiendo bonos públicos para calmar al dólar blue y anuncian obras por casi $4.000 millones en las zonas de servicios de Edenor y Edesur.
 
Es la ideología kirchnerista el principal problema, hoy, del Gobierno. Cristina Fernández, junto a Axel Kicillof, son los dos mayores exponentes de este conjunto de ideas que pudieron servir con un peso devaluados, sin inflación, materias primas con precios nunca vistos y un rechazo del argentino por los dólares. Pero ese escenario ya es historia, han pasado 10 años y el kirchnerismo se ha osificado, sufre de artrosis deformante.
 
Sin embargo, “la crisis del tomate” no debe equivocar al análisis: políticamente hablando, el cristinismo tiene un mejor diseño de la agenda y pasos a seguir, tienen metas bien claras y demuestran ser imparables cuando se ponen una meta a alcanzar. Un año le tomó a Cristina Fernández colocar a César Milani como Jefe del Ejercito. Pero nadie, ni los colectivos kirchneristas más cercanos, pudieron evitar la decisión presidencial. Debería ser un ejemplo envidiable para la oposición, que suele quedarse en declaraciones y gestos.
 
Mientras el Gobierno tardó 3 semanas en reaccionar a “la crisis de los cortes de luz” y se hizo puré por “la crisis de los tomates” (perdón por el chiste fácil), Cristina Fernández logró colocar 10 conjueces, 7 de ellos kirchneristas o filokirchneristas, en la Cámara de Casación Penal; avanzará con 3 códigos en el Congreso, espera reformar el sistema penitenciario federal y quiere colocar conjueces en la Suprema Corte y en 21 tribunales del interior. De eso sabe el kirchnerismo.
 
Desde 2003, el kirchnerismo ha gobernando en el corto plazo en los económico y en el largo plazo en lo político. Sin duda ha sufrido derrotas, la última en Octubre, pero tiene mayor capacidad de construcción y ansias de poder que toda la oposición junta. Quizás por ello se sienten confiados, pese a los pésimos resultados que muestran las encuestas que llegan hoy a los escritorios de los funcionarios más importantes.
 
Daniel Scioli camina la playa e intenta adelantar una paritaria docente que puede ser la más dura de sus 6 años de mandato. Sergio Massa camina la playa, juega fútbol y sigue cazando intendentes, como Ahab lo intentaba con la ballena. El Frente Amplio Progresista y la Unión Cívica Radical viven de minicumbre en minicumbre y, por vías separada, el UNEN vive de minicumbre en minicumbre, pero no se juntan. José Manuel de la Sota quedó atrapado en su crisis provincial, aunque busca la revancha con los carnavales cuarteteros. Mauricio Macri camina la playa, de la mano de María Eugenia Vidal y juegan al 2015. Hugo Moyano y Luis Barrionuevo comparten asados llamando a la unión, sabiendo que “las brevas están maduras”. El resto, desaparecido bajo la ola de calor.
 
Mientras el Gobierno pasó por la mayor crisis energética en 10 años, el vacío de liderazgo kirchnerista no se pudo ocultar, lanzaron, por centésima vez, otra ridícula lista de precios pseudocongelados y desbarrancaron con “la crisis del tomate”; la oposición siguió jugando“Al Don Pirulero” en la playa, como si el poder estuviera en oculto entre los granos de arena.
 
El futuro es incierto. A sólo 45 días del mayor recambio del Gabinete en la historia del kirchnerismo, la confianza de los operadores económicos se ha evaporado. No esperan que surjan fórmulas nuevas para enfrentar los problemas. Antes se pensaba que el choque con las consecuencias, con la realidad, los haría cambiar de opinión se evaporó con “la crisis eléctrica”.
 
 
“Más Estado”, de la mano de “más planificación”, “más control”, “más intervención” son los parámetros que guían al ministro de Economía, Axel Kicillof. Desde el jueves pasado, los conocimientos económicos de Jorge Milton Capitanich sirven de poco, la Presidente de la Nación volcó su balanza hacia el joven economista militante en el keynesianismo marxista(¿?).
 
Pese a que ha pasado poco tiempo desde el regreso de Cristina Fernández, los primeros signos muestran una Presidente de la Nación que vuelve a encerrarse en sí misma y a su entorno más reducido. Quiere relanzar “Unidos y Organizados”, le pidió a Jorge Milton Capitanich que baje su perfil, es decir, la reperonización de la gestión entró en cuarto menguante; La Cámpora vuelve a ser la veta desde donde la mandataria apoya su poder político y busca sus funcionarios; y con la agenda política que proyecta para el Congreso, se intenta volver a seducir al electorado progresista y de izquierda que la abandonó entre 2011 y octubre de 2013.
 
De nuevo, como en el pasado, la agenda política busca como meta el 2015, por eso el esfuerzo en recuperar el “relato” y la “mística” perdida obligará a mostrar a los funcionarios más activos, en especial, “poniendo en caja” a los sectores privados y corporaciones consideradas enemigas, lo que también servirá para hacer demostraciones de poder.
 
Cuando la gestión de Carlos Saúl Menem comenzó a decaer, para evitar el llamado “síndrome del pato rengo”, lanzó la opción de la re-reelección. Cristina Fernández está en la misma circunstancia, tal como Raúl Ricardo Alfonsín, perdió una elección de medio término y debe evitar que se la considere débil para gobernar. La declaración hecha desde El Calafate de que no se presentará para ninguna candidatura en el 2015 buscó mejorar la imagen en las encuestas, pero también fue una señal hacia la interna kirchnerista para que comience un proceso de búsqueda de heredero.
 
Así, de esta forma, Cristina Fernández deberá esforzarse por mostrarse fuerte, al mismo tiempo que deberá ordenar la interna de sus colectivos aliados para la transición. Pero, tal como en el pasado, son los problemas de la economía real los que juegan en contra de los planes presidenciales. Si no se recupera la confianza de los operadores económicos, ni no descomprime la conflictividad social que se avecina, si no apura medidas para recuperar la actividad económica y el poder adquisitivo de los salarios, hacer planes políticos a 2 años será como construir sobre arena.

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